ALCANÁ

Discusión bizantina en torno a un disparate

«Ellos siguen aferrados a su partida espúrea de ese Cervantes fantasmal»

JOSÉ y rosell villasevil

Decía el gran cervantista Luis Astrana Marín, autor de la biografía de Cervantes con mayor base documental de cuantas se habían escrito hasta la fecha, que «la partida de bautismo de Miguel de Cervantes que se exhibe con orgullo en Alcázar de San Jran estaba ya -corría el año 1958- de cuerpo presente».

Ignoraba el gran polígrafo que más de medio siglo después sacarían la momia a la calle y se certificaría su buen estado de salud, nada menos que desde el Ayuntamiento en pleno de la noble población manchega.

En torno a mi alegato del día 9 del corriente mes de noviembre, levantándome contra la barbaridad histórica perpetrada en Pleno municipal el día antes, se están diciendo cosas en defensa del error craso (sostenido, y no enmendado) por parte de algunos ciudadanos de la querida Alcázar de San Juan que, entrando prácticamente en el terreno patológico, despiertan más sentimientos de pena que el de irritación.

Ellos siguen aferrados a su partida espúrea de Cervantes, de ese Cervantes fantasmal y equívoco, que afirman fue bautizado el 9 de noviembre de 1558, once años después que el verdadero autor de El Quijote.

Pues bien, para mayor ilustración de dichos señores, les vamos a ofrecer otra prueba fehaciente: a finales del año 1612 escribía Miguel de Cervantes el Prólogo de las «Novelas ejemplares», de cuyo texto entresacamos unos párrafos muy elocuentes.

«Mi edad no está para burlarse con la otra vida -dice Miguel-, que al cincuenta y cuatro de los años gano por nueve y por la mano». Efectivamente, en esos momentos tenía el genial alcalaíno 64 años cumplidos.

Aún va a tener tiempo para escribir (más bien en algún caso concreto terminar) el «Viaje del Parnaso», la II Prte del «Quijote», las «Ocho Comedias y Ocho Entremeses nuevos» y «Los Trabajos de Persiles y Sigismunda».

En resumen: cuando falleció el 22 de abril de 1616, contaba exactamente con 68 años, seis meses y 22 días.

Hagan ustedes la cuenta de la edad que tendría el fraudulento alcazareño, y lograrán la cifra de 58 años a la hora de desaparecer. El resultado debería ser motivo más que suficiente para ver resuelto tan enojoso desencuentro, siendo razón, junto a las contundentes del académico Francisco Rico, para contener la de los tozudos defensores de tamaña sinrazón.

Además, les propongo otra sencilla y perfecta solución para desenmascarar el falso montaje de la dichosa Acta de bautismo, solución definitiva y concluyente. Soliciten la oportuna licencia al señor Obispo de Cuidad Real para que tenga a bien autorizarles a mover el Libro de Bautismos donde se halla encerrado el gato de la discordia cervantina, y que se haga cargo del examen técnico del mismo la docta Real Academia de la Historia, con sus expertos grafólogos y paleógrafos.

A su dictamen nos atenemos, aceptando a pie juntillas su informe; y si les es favorable, felicitarles caballerosamente y callar para siempre.

Claro que, como ustedes son capaces de manipular, cervantinamente, el tiempo y el espacio, tendríamos que mordernos la lengua ante otro gran enigma: si el Manco sano llevaba a doña Catalina, su esposa, 18 años, ¿contaba entonces esta gran dama, a la hora de su matrimonio en 1584, con la poco adecuada de doce meses?

Discusión bizantina en torno a un disparate

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