ENTREVISTAJavier SierraEscritor
«Solo el tiempo puede decir si lograré la inmortalidad»
En 1799 Napoleón Bonaparte pasó una noche en la Gran Pirámide de Guiza mientras desarrollaba una campaña militar en Egipto. Doscientos años después, en 1997, un joven periodista turolense, interesado por los misterios de la historia, llamado Javier Sierra, tuvo la misma experiencia, que es la que relata en su última novela, «La pirámide inmortal» (Editorial Planeta). El exitoso escritor presentó el pasado viernes este trabajo en la Bibioteca del Alcázar de Toledo, donde rodeado por un nutrido grupo de sus lectores toledanos desveló los secretos que encierra este monumento, la única de las siete maravillas del mundo antiguo que pervive y que cambió la vida de Bonaparte y la suya.
—¿Qué es lo que va a encontrar el lector en «La pirámide inmortal»?
—En clave de una novela de aventuras, el lector se va a encontrar con una reflexión que trata de responder al gran enigma de todos los tiempos: ¿podemos vencer a la muerte? Intento hacerlo recurriendo al mito de Isis y Osiris, que desvela hace ya 4.000 años que la única fórmula que está al alcance del ser humano para vencer a la muerte es el amor, que es lo que preserva la memoria, hace que las grandes obras permanezcan y sin amor estamos abocados a la desaparición. Este mensaje lo comprende Napoleón Bonaparte, que es el protagonista de la novela, y 200 años más tarde yo, como escritor, lo cuento de manera novelada, aunque hay más realidad que ficción.
—Esta novela es una revisión de otro trabajo anterior suyo sobre el mismo tema. ¿Aporta algo nuevo?
—Lo que he hecho con esta novela es un acto de magia egipcio porque escribí otra novela en 2002 que titulé como «El secreto egipcio de Napoleón», que contaba la misma historia, pero hace una década yo no era aún un escritor suficientemente maduro para comprender ciertas claves. Por eso, lo que he hecho ha sido resucitar el libro igual que Isis resucitó a Osiris, inyectando mucho amor en la escritura en un doble sentido, tanto en la trama como en la manera de elaborarla.
—¿Qué es lo que buscaba Napoleón Bonaparte en Egipto?
—Lo que buscaba era construirse una imagen de héroe semidivino. Cuando llegó a Egipto era un jovencísimo general de 28 años, muy prometedor, que gozaba de la confianza del Directorio durante la Revolución Francesa, pero tenía ambiciones allí que trascendían a lo meramente militar. Así, descubrió en sus lecturas de juventud que los grandes militares que se convertirían en jefes de Estado, como Alejandro Magno o Julio César, habían estado en Egipto y se habían enfrentado a la prueba de la Gran Pirámide, es decir, pasaron una noche en la pirámide de Keops para medir su fortaleza ante el miedo. Lo que hizo Napoleón Bonaparte es seguir milimétricamente lo que habían hecho sus héroes en el pasado, ya que buscaba lo mismo que ellos, que es trascender al hombre y convertirse en alguien que superará las barreras del tiempo, y lo consiguió. De hecho, seguimos hablando de él hoy y es el personaje histórico que más novelas ha inspirado.
Experiencia propia
—Usted también ha pasado una noche en la Gran Pirámide de Keops. ¿Qué es lo que se siente?
—Lo que se siente es muy difícil de describir en unas pocas frases, pero básicamente lo que yo pasé allí fue una experiencia de iniciación. Esto no tiene nada que ver con lo esotérico o lo oculto, sino que en el mundo antiguo era un rito de tránsito que marcaba el paso de una etapa de la vida a otra. Para mí esto fue lo que significó mi noche en la Gran Pirámide, ya que yo entré en 1997 como periodista y salí de allí como escritor porque al poco tiempo comencé a escribir mis primeras novelas. Esta experiencia fue para mí tan iniciática como para Napoleón, que entró siendo general y salió convertido en el futuro e inmediato dueño de Europa.
—¿Y cómo lo consiguió usted?, ya que supongo que no será nada fácil.
—Lo conseguí a través de una vía alegal, es decir, no se permiten ese tipo de pernoctas desde hace mucho tiempo en Egipto, pero yo sabía de muchos personajes que lo habían hecho, especialmente músicos y escritores. De este modo, me abrieron las puertas de la Gran Pirámide sin cámaras y simplemente provisto de una linterna y de una botella de agua para pasar allí las seis o siete horas que estuve.
—Hablando de la inmortalidad, una forma de pasar a la posteridad es a través de las obras que uno hace en vida. ¿Ayuda a ello ser uno de los escritores que más libros está vendiendo tanto en España como en un gran número de países?
—Esto lo que me recuerda es la enorme responsabilidad que tengo con mis libros, ya que sé que mis obras hacen pensar a mis lectores, les hacen estudiar y buscar otras fuentes. Por lo tanto, trato de ser escrupuloso con la información que manejo para construir mis novelas y cada nuevo éxito me enseña que debo ser lo más impecable posible. Sobre si lograré o no la inmortalidad, solo el tiempo lo puede decir.