Análisis

«Dead by Daylight»: la supervivencia del gato y el ratón

Este título multijugador online plantea un enfrentamiento de cuatro contra uno, en donde o eres presa o cazador, y cuyo objetivo es llegar sano y salvo, aunque ofrece demasiadas limitaciones y pequeños fallos técnicos

J.M. Sánchez

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La premisa de la que parte este videojuego es sencilla de comprender: hay una ubicación delimitada, como un campo de exterminio, en donde tu misión principal es llegar al amanecer sin un rasguño. No todo es de color de rosa. Se necesita, cómo no, de la presencia de un némesis, un enemigo que pretende acabar con nuestras vidas, muy violento, aunque a decir verdad se echa de menos una motivación: ¿por qué quiere hacer tal cosa?

Carente de una historia hecha a medida, el videojuego «Dead by Dayligth», centrado en un apartado multijugador online, tiene poca chicha, la verdad, y los modos de juego se limitan a dos conceptos, ser una víctima en potencia o ser el machacador. Ser uno u otro condiciona el estilo de juego, la gracia del juego. En perspectiva en tercera persona, el superviviente forma parte de un grupo de cuatro. Estos, su misión principal, deben desactivar una serie de generadores a los que hay que dedicarle cierto tiempo -en torno a un interminable minuto- para hacerlo y, por fin, huir de la parcela. Si no, lo más probable es que caigas en sus redes.

Este videojuego de horror asimétrico, sin embargo, ofrece una gran libertad de movimiento en el sentido que los personajes están abiertos a cualquier cosa, es decir, a ocultarse, correr, intentar despistar al enemigo. Cada personaje, conforme el usuario va ganando experiencia, obtiene puntos de mejora y va desbloqueando nuevos objetos, armas y atuendos. Los personajes, siete tipos en total, deben aprovechar el entorno para ocultarse y ser sigilosos.

Para ello, el jugador puede esconderse en cabinas, tirar de coberturas para no estar expuestos al campo de visión del enemigo , desactivar algunas trampas y, si resulta necesario, ser buen compañero, es decir, ayudar a los demás si han quedado atrapados por las garras del terrible villano. Afortunadamente, repartidos por toda la ubicación hay objetos especiales que sirve, entre otras cosas, para obtener ventajas de cara a la supervivencia.

Los asesinos, por su parte, están divididos en seis categorías, que van desde un poderoso «slasher», bruja, algo paranormal. Estar en su piel conlleva ser violento y tener carta blanca a la brutalidad contra los inocentes . De hecho, este planteamiento se puede observar detenidamente cuando uno de nuestros compañeros ha caído en las redes del terror. Justo ahí surgen dudas de si ir a ayudarle o, por el contrario, pensar en uno mismo y no hacer nada. Y cuidado por dónde pisas puesto que el asesino puede estar donde menos te lo esperes.

Ese es precisamente el gran logro, hacer sentir que tu vida pende de un hilo. En ese sentido, sí se puede valorar la tensión que revierte, al menos en las primeras horas del juego, dado que va decayendo conforme le echamos más tiempo de dedicación. Para evitar que uno se aprenda de memoria las localizaciones de estos generadores , por ejemplo, los escenarios se generan de manera aleatoria.

Bajo la perspectiva de éste, en primera persona, su principal objetivo es cargarse a todos los demás antes de que se cumpla el tiempo establecido. En partidas de cinco o diez minutos uno puede sentir el peligro en sus carnes, aunque no se trata de una aventura que tiene aparejado un miedo psicológico ni un terror sin límites . Todo gira en una supervivencia más bien superficial. La acción la protagoniza casi en exclusiva el asesino.

Y poco más. Ese es su problema habitual, lo repetitivo que resulta una vez dentro. Se echa en falta más objetivos, más atributos y elementos. Se queda a medio camino en lo que tendría que ser un potente cruce de terror al estilo de «Viernes 13» y películas del género «ochenteras». Tampoco ayuda el diseño gráfico, muy residual y por debajo del nivel esperado ( está mal optimizado en su versión para consolas de sobremesa ), además de contener fallos técnicos.

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