análisis
«State of Decay»: supervivientes en régimen de libertad
El juego, que llega con mejoras técnicas para la plataforma de Microsoft, propone un interesante mundo abierto repleto de zombies de quienes hay que defenderse en un entorno en el que escasean los materiales
Los zombies tienen algo de encantadores. No pasa el año en que aparece algún videojuego en el que los enemigos que hay que derrotar son esos muertos vivientes, «caminantes» como los llaman en «The Walking Dead» o personas no vivas. Pero cada uno apuesta por un nivel mayor de terror, otros de construcción de armas o por el sigilo. La libertad de movimientos que propone «State of Decay», disponible para Xbox One y PC, permite manejarse quasi a su antojo por un mapa bastante extenso.
Claro que éste no es comparable con otros títulos como la ciudad de Los Santos de «Grand Theft Auto V» pero ofrece numerosas posibilidades. En este juego el objetivo es completar misiones de supervivencia. Y, para ello, manejamos a un personaje en tercera persona (Marcus) que se arma no solo de valor, sino de distintos elementos que le sirven para eliminar a esos zombies, que dan poco miedo en verdad, pero se ofrecen gustosamente a ser destrozados. Los hay de diversos tipos en función de su agresividad, capacidades y su fortaleza.
Este interesante título de corte independiente (incluye todos los contenidos descargables), que llega a la consola de Microsoft, ofrece un amplio espectro de posibilidades. Recogiendo elementos del género, podemos conducir vehículos que que nos encontramos, explorar edificios y localizaciones en busca de material útil para nuestra supervivencia u ocultarse. También se da la posibilidad de ascender a una estructura como reservas de agua para avisar nuevas localizaciones.
Cuando llegamos un determinado lugar que pensamos que contiene materiales utilizables es posible que decidamos abrir los cajones de forma rápida (se da la opción de hacerlo rápido o lento), pero ello provocará imprecisiones y ruidos suficientes como para alertar a los enemigos que merodean alrededor. En ocasiones habrá que hacer uso del sigilo para evitar atraer a hordas de zombies, con lo que nos ahorraremos hacer uso de las armas, muy necesarias y que escasean.
Aquí estamos ante un juego en el que habrá que aprender a administrar la munición y armas. La pérdida de vida es constante y nos afecta en el manejo y precisión de los ataques, aunque podemos hacer uso de objetos para recuperarnos rápidamente. La propuesta se basa la estrategia y la comunidad. Nos iremos encontrando con personajes a los que solicitar ayuda para salir de un atolladero o defenderse.
El nivel gráfico es otro de sus cuestionamientos, dado que no ofrece una calidad demasiado realista y alta como la encontrada en otros títulos de los llamados «next-gen». Aunque llega con una mejora, es uno de sus puntos menos fuertes. El juego en sí luce mejor que la versión original, pero es aceptable aunque mejorable.
Diversión aparte, la experiencia puede quedar deslucida por la ausencia del modo multijugador y los continuos fallos técnicos; se dan casos de zombies que se mezclan con las paredes o puertas que no se abren. También, la interactividad de los entornos no es demasiado alta, con lo cual no seremos capaces de darle una patada a una silla o romper un determinado cristal.