análisis
«Metal Gear Solid V: Ground Zeroes»: corto y mucho más abierto
El juego, que sirve a modo de prógolo de «Phantom Pain», introduce una nueva mecánica de infiltración, gira hacia el «sandbox», cuenta con una gran calidad gráfica pero puede provocar decepción por su escasa duración
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Estamos ante uno de los juegos con mayor realismo de los que se pueden encontrar. Es algo que se aprecia nada más entrar en el menú donde se puede ver a Snake, el carismático personaje de la saga, sentado en un avión. La calidad gráfica es de sobresaliente. Eso sin duda, pero vaya por delante que «Metal Gear Solid V: Ground Zeroes» es un prólogo , una especie de aperitivo -se puede completar en 3 horas- mientras esperamos al juego completo que, finalmente, se retrasará hasta el próximo año.
La mecánica del juego es la de siempre. El sigilo es la senda a seguir, hay que evitar los enfrentamientos directos como el camino correcto, aunque el jugador, claro, puede optar por ir a lo loco y desgarrar el cuello de los enemigos por detrás o utilizar una pistola que lanza dardos adormecedores. Se trata de un juego de espera, de paciencia, de analizar bien el terreno, de intentar sonsacarle a los militares información -la cual permite añadir y ampliar los datos en el mapa- y de ir abriéndose paso buscando pasar desapercibido. Aunque en ciertos sentidos deja un tanto que desear, contiene material de calidad, y esperemos que se trate de un adelanto de algo mejor.
Sin embargo, el jugador tiene dotes físicas suficientes como para aprovecharse de buen grado en un combate cuerpo a cuerpo o hacerle una llave que inmovilice al contrario. Snake es fuerte y rudo, pero a su vez, es inteligente, está capacitado para resolver los enigmas que se le presenta por delante y, en caso contrario, siempre se puede utilizar a su contacto por radio que le ofrezca instrucciones. Esa es, precisamente, una de las principales novedades es esta nueva opción que permite al jugador acceder a su Base Madre desde su teléfono inteligente o iDroid. A esa evolución de la mecánica de infiltración se une a una mayor libertad de movimientos. También hay que destacar que se permite conducir vehículos o avisar a un helicóptero que venga en su búsqueda, llamado puntos de extración.
Precisamente, el juego es una entrada al mundo abierto de la saga. Big Boss puede pasear a sus anchas, ir de aquí para allá, recorrer unos mapas bastante extensos -en este caso dedicado a una base militar-. Además, la hora del día o el tiempo meteorológico influyen en la dinámica del juego y las misiones. Con eso hay que llevar cuidado, puesto que la lluvia nubla la visibilidad o la vegetación puede ser desde tu mejor amiga o tu enemiga.
En cuanto a la historia, coherente, se centra en 1975, un año después de los sucesos de Peace Walker, y sirve a modo de prólogo de «Phantom Pain». El objetivo de este agente secreto, que lidera su organización Militaires Sans Frontieres, es infiltrarse en un centro de detención estadounidense ubicado en Cuba, llamado Camp Omega. Como parte fundamental, el reto psicológico de toda la saga es encontrar la manera de evitar el combate por lo que se generará una gran emoción de poder infiltrarse a través del territorio enemigo sin ser detectado. Deberá rescatar a dos compañeros, Chico y Paz, encerrados en jaulas como perros. Pero la guerra es así.
Generar tantas expectativas podía ser fatal. Así ha sido. En realidad, el juego es una demo. Y eso se nota, porque incluso en ocasiones se producen «bugs» y saltos extraños. A veces, y es algo que le ha sucedido al que escribe estas líneas, te desaparecen enemigos caídos cuando regresas al mismo punto donde, en teoría, debería reposar sus restos. En definitiva, no está mal esta aproximación, que cuenta con aspectos de calidad y otros que no lo son tanto, así que la espera no será tan larga gracias a este título. O eso pretende.