«Ya no hay riqueza en el debate»
¿ Por qué decidió abandonar lo que usted llama «el bar» de Twitter?
Por tres razones. El primero es que cambiaron el logaritmo y no me aparecían nada más que publicaciones relacionadas con el independentismo catalán, tema en el que yo he sido muy «cañero». Si quería saber, por ejemplo, que Fernando Alonso había abandonado la Fórmula 1, por Twitter no encontraba nada, situación que antes no pasaba. La segunda razón es que la compañía empezó a amenazar con que iba a retirar cuentas falsas y a mi me quitaron unos 500 seguidores. Y, por último, por cansancio. Al final siempre es lo mismo y el debate que había al principio, en el que las discusiones eran de todo tipo de temas y argumentadas, dejaron de existir.
Sin embargo, su cuenta aún no ha desaparecido.
Me recomendó un amigo que no la borrara, porque podrían crear un perfil y hablar en mi nombre, porque he sido muy belicoso. Después de anunciar en un tuit que me iba, recibí mensajes de mucha gente, de amigos e incluso de diputados, pidiéndome que no me marchara. Pero no quería seguir participando y ni siquiera he retuiteado desde entonces. Había gente con la que era un placer debatir y era precioso cuando comenzabas una discusión con, por ejemplo, Pérez-Reverte y, de repente, había personas anónimas que se habían leído tus libros o publicaciones que se metían y aportaban riqueza al debate intelectual. Pero hace mucho que Twitter ha dejado de ser eso.
¿No se va por los «haters»?
No, a mi me dan igual. Entiendo que alguien que se compre mis libros y le parezcan una basura, me lo diga. Lo que no tolero es el insulto o la falta de respeto. La mayoría de insultos iban por el lado de “puto facha”, cuando yo tenía 12 años cuando murió Franco y casi no sé cómo se escribe. En el momento en que alguien me falta al respeto, le bloqueo y punto. Tendré como 1.700 personas bloqueadas.
¿Es Twitter, en su opinión, fiel reflejo de la sociedad?
Absolutamente. Lo que puse en la despedida, lo del “bar” de Twitter, es porque ocurre lo mismo que en este tipo de establecimientos. Por la televisión en un bar sacan una imagen y todo el mundo se pone a comentar. En dos segundos son expertos en arquitectura; a los otros dos, en política; y, a los dos siguientes, en deportes. Twitter es el reflejo digital de la sociedad española.
Y el anonimato se convierte en la puerta del insulto.
Cuando vas a un bar y ves a un personaje popular, si tienes mucho valor, quizás lo saludes. Pero en redes sociales y gracias al supuesto anonimato, la gente se permite hasta insultar. Por ejemplo, una gran amiga mía, Cristina Cifuentes, aunque está alejada de la política aún tiene que aguantar que se le siga acosando por redes sociales, incluso cuando pone cosas sobre su familia o en vacaciones. Esos cobardes no tendrían el valor de acercarse en la vida real. Pero ojo, porque al anónimo ya le están empezando a tocar al timbre de casa y ha habido detenciones.
¿Cuándo acabó la «edad dorada» de Twitter?
Para mí, que he estado nueve años, hasta 2012 había debates muy interesantes. Es curioso, pero últimamente he tenido buenas conversaciones en Linkedin. Pero es muy diferente, porque en esta red social todos llevamos nombre, apellidos, empresa y cargo, y nos jugamos mucho más. Si Twitter es el bar, LinkedIn sería la cafetería del Palace, donde todo es educación y en donde aún nadie me ha llamado fascista.