Space Pen, el bolígrafo capaz de escribir en el espacio
En los años 60 una empresa desarrolló un bolígrafo de titanio que funciona en cualquier situación y a temperaturas extremas
Una vieja leyenda urbana cuenta que tras los primeros vuelos espaciales tripulados, la NASA se dio cuenta de que los bolígrafos normales no funcionaban en el espacio , por lo que se gastó varios millones de dólares en diseñar uno que sí funcionara, mientras que los rusos solucionaron el problema dándoles lápices de grasa a sus cosmonautas.
Sin embargo, esto jamás ocurrió. En sus primeros vuelos los astronautas de la NASA empleaban lápices y portaminas, pero el polvo de grafito y la madera inflamable ponían en riesgo la seguridad de las misiones. Así que cuando un empresario ofreció a la agencia estadounidense un bolígrafo capaz de escribir en el espacio, esta les encargó varios cientos , al precio de seis dólares cada uno.
Este revolucionario bolígrafo, tal y como leemos en el blog «Monkeyzen» , fue diseñado por el empresario Paul C. Fisher y en la actualidad está considerado como el más fiable del mundo, ya que es capaz de escribir a casi cualquier temperatura y en cualquier posición. Incluso cabeza abajo.
El secreto del Space Pen se encuentra en los cartuchos de tinta que se esconden bajo su cuerpo de titanio. E stos dispositivos se encuentran presurizados , lo que impide cualquier tipo de fuga. Además, contienen un pequeño depósito de gas de nitrógeno, que se expande a medida que la tinta se va consumiendo, lo que permite que la punta escriba con limpieza y precisión en cualquier circunstancia.
La tinta, por su parte, es extremadamente viscosa, lo que contribuye a disminuir el riesgo de manchas y borrones y dura aproximadamente el triple que la de un bolígrafo normal. A cambio, el precio de sus distintos modelos oscila entre los 50 y los 150 dólares.
Aunque, bien mirado, quizá no es un precio demasiado elevado para hacerse con un resistente y fiable aparato empleado por por astronautas de la NASA en sus viajes espaciales desde 1967.
Por cierto, en 1969 la Unión Soviética decidió abandonar sus viejos lápices de madera y encargó a Fisher Space Pen cien de estos bolígrafos junto a un millar de cartuchos de tinta de repuesto.