El Papa Francisco pide «evitar al mundo los horrores de una guerra cuyas terribles consecuencias no se pueden prever»
«Hoy está ocurriendo lo que nunca quisimos oír: se amenaza abiertamente con el uso de armas atómicas», denuncia el Pontífice
El Papa Francisco y líderes religiosos, entre ellos un representante del Patriarca de Moscú, se han reunido a la sombra del Coliseo de Roma para implorar la paz a Dios y a los responsables de las naciones. Después de que cada grupo religioso rezara por su cuenta, juntos, han firmado un documento que proclamaba que «las religiones son, y deben seguir siendo, un recurso para la paz» y que «la paz es sagrada y la guerra nunca puede serlo».
Ha comenzado a primera hora de la tarde, cuando asomaba el atardecer en la Ciudad Eterna. Primero, el Papa ha recorrido en silla de ruedas los pasillos del Coliseo para llegar hasta la zona del anfiteatro, donde lo esperaban líderes cristianos. «Para ser auténticos artífices de la paz de Jesús, debemos estar dispuestos a ser sus instrumentos entre los hombres, incluso cuando se nos exija el don de nuestra vida», ha asegurado en su oración Mar Awa III, catolicós de la Iglesia asiria de Oriente, llegado desde Irak.
A continuación, se han desplazado juntos fuera del Coliseo, donde les esperaban varios rabinos y representantes musulmanes, budistas, hindúes y del sijismo. Han tomado asiento en un escenario, junto a dos víctimas de la guerra y la barbarie, la escritora Edith Bruck, superviviente del Holocausto, y Esther, refugiada Nigeriana que pasó seis años en manos de traficantes de personas en Libia.
Ante ellos, el Papa ha rogado que se recuerden las «dolorosas lecciones» de las guerras del pasado, que «han dejado un mundo peor del que encontraron». También ha lamentado que «hoy está ocurriendo lo que temíamos y nunca quisimos oír: que se amenaza abiertamente con el uso de armas atómicas, que culpablemente se siguieron produciendo y probando después de Hiroshima y Nagasaki».
Francisco ha evocado el llamamiento que hizo su predecesor Juan XXIII en octubre de 1962, para facilitar la solución a la crisis de los misiles de Cuba y ha relanzado las palabras de su predecesor: «Imploro a todos los gobernantes que no permanezcan sordos a este grito de la humanidad. Que hagan todo lo que esté en su mano para salvar la paz, todo lo que esté en su mano. Así evitarán al mundo los horrores de una guerra cuyas terribles consecuencias no se pueden prever».
La presencia en primera fila del representante del Patriarca Kirill de Moscú, su ministro de exteriores, el metropolita Antonij de Volokolamsk, ha dado un significado especial a algunas palabras del Papa. Aunque hace unas semanas Antonij aseguró que las relaciones con el Vaticano «están congeladas», como gesto de cordialidad ha aceptado participar en este encuentro de oración organizado por la Comunidad de San Egidio, evitando acaparar el protagonismo.
«Solo la paz es santa2
«Las religiones no pueden utilizarse para la guerra. Sólo la paz es santa, que nadie utilice el nombre de Dios para bendecir el terror y la violencia. Si veis guerras a vuestro alrededor, ¡no os resignéis!», ha solicitado el Papa. «Especialmente los creyentes, no podemos dejarnos contagiar por la lógica perversa de la guerra; no caigamos en la trampa del odio al enemigo. Volvamos a poner la paz en el centro de nuestra visión del futuro, como objetivo central de nuestra acción personal, social y política, a todos los niveles. Desactivemos los conflictos con el arma del diálogo», ha añadido.
Aunque la guerra de Ucrania ha protagonizado la mayoría de discursos, se han recordado también las situaciones de violencia, guerra y conflictos del mundo actual.
Marco Impagliazzo, presidente de la Comunidad de San Egidio, el movimiento católico que ha organizado el evento, ha subrayado que «desde la zona de Ucrania bombardeada, desde las trincheras del Donbass, se elevan los gritos de los heridos, de los moribundos, el lamento de familiares y amigos». Por desgracia, la guerra hace estragos también en otros lugares del mundo, pues esos «mismos gritos de dolor, esas mismas súplicas de paz, surgen de Siria, el Cáucaso, Afganistán, Yemen, Libia, Etiopía, el Sahel, el norte de Mozambique, y de decenas de otros lugares conocidos o desconocidos».
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Como respuesta «a esas voces, y a las voces de los que ya no están» los representantes de las religiones firmaron juntos un simbólico documento en el que reclaman la paz. «Que se declare inmediatamente un alto el fuego universal», solicitan. «Que se activen antes de que sea demasiado tarde negociaciones que lleven a soluciones justas, para una paz estable y duradera. Que se reanude el diálogo para anular la amenaza de las armas nucleares», imploran.