El Papa aprueba un nuevo obispo chino impuesto por Pekín, pero pide que no haya más nombramientos unilaterales
Gesto del Vaticano con China, para evitar romper el débil acuerdo que le permite opinar sobre los nuevos obispos
El Vaticano pide que se aplique el acuerdo secreto que estipularon en 2018, y que China no respeta desde 2021
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En abril, Pekín «nombró» un nuevo obispo para la ciudad de Shanghái sin consultar al Vaticano, a pesar de que el acuerdo firmado entre China y la Santa Sede en 2018 establece que el Papa tiene la última palabra en estas decisiones. Tres meses más tarde, el Papa Francisco ha procedido a nombrarlo este sábado «por el mayor bien de la diócesis», pero el Vaticano ha reclamado que se aplique el acuerdo.
El Papa Francisco cede sin entusiasmo, con la esperanza de que no se rompa el débil acuerdo que hace posible que el Vaticano intervenga en el nombramiento de nuevos obispos y que China no está aplicando desde hace dos años.
El nuevo obispo de Shanghái es Joseph Shen Bin, tiene 53 años, y preside el «Consejo de obispos chinos» una especie de conferencia episcopal controlada por el Partido Comunista y no reconocida por Roma. El Vaticano le pide que «de acuerdo con las autoridades, pueda favorecer una solución justa y sabia de algunas cuestiones pendientes». Luego, menciona el nombre de dos exobispos en Shanghái, Thaddeus Ma Daqin, «impedido», arrestado en 2012 y actualmente confinado en un seminario tras negarse a entrar en la organización católica controlada por el Partido comunista; y Joseph Xing Wenzhi, «retirado», que desapareció de la diócesis en 2011 sin que las autoridades dieran explicaciones.
China es uno de los pocos países que no mantienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede. En 1951 Mao Zedong ordenó la expulsión del país a todos los sacerdotes extranjeros, y más tarde instituyó la «Iglesia patriótica» vinculada con el Partido comunista para controlar a los católicos y nombrar por su cuenta a los nuevos obispos.
El Papa Francisco obtuvo en 2018 un acuerdo con Pekín, cuyos términos ya se plantearon durante el pontificado de Benedicto XVI, que reconocía al Pontífice una autoridad en el nombramiento de obispos. Los términos del acuerdo son secretos, para la idea general es que no nombrar un nuevo obispo si no está de acuerdo la Santa Sede.
El acuerdo «provisional» debe renovarse cada dos años. La última renovación fue el pasado octubre. A pesar de que un tercio de las diócesis chinas están vacantes, desde que entró en vigor en 2018 sólo han sido nombrados seis nuevos obispos chinos; pero también Pekín ha reconocido a otros seis obispos que antes había nombrado el Vaticano. El último nombramiento episcopal realizado de común acuerdo se remonta a septiembre de 2021.
Ya un mes después de la última renovación, China asignó a otro obispo una nueva diócesis sin pedir la opinión del Vaticano ni informarle.
El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, ha explicado este sábado los motivos de la decisión del Papa en una entrevista publicada en medios oficiales del Vaticano. En ella elogia al nuevo obispo Joseph Shen Bin y lo califica como un «pastor apreciado».
Pero el cardenal lamenta que el hecho de que Pekín haya actuado unilateralmente «parece no tener en cuenta el espíritu de diálogo y cooperación establecido entre representantes del Vaticano y de China a lo largo de los años y que ha encontrado un punto de referencia en el acuerdo». Solicita que éste se «aplique en su totalidad y de la forma más correcta posible».
Dice claramente que «es indispensable que todos los nombramientos episcopales en China, incluidos los traslados, se hagan de modo consensuado, como acordado, y manteniendo vivo el espíritu de diálogo entre ambas partes».
Además de reclamar la «aplicación integral y correcta del acuerdo», Parolin añade que «el diálogo entre el Vaticano y la parte china sigue abierto y que es un camino en cierto modo obligatorio. Que haya problemas es inevitable, pero si este diálogo crece en la verdad y el respeto mutuo, puede ser fructífero para la Iglesia y para la sociedad china».
Aunque no explica si son puntos del acuerdo, pide que se forme una conferencia episcopal, que se faciliten la comunicación de los obispos chinos con el Papa y la evangelización. Parolin subraya que «los católicos chinos, también los clandestinos, merecen confianza porque desean ser ciudadanos leales y ser respetados en su conciencia y en su fe» y solicita «superar la desconfianza hacia el catolicismo, que no es una religión que deba considerarse ajena y mucho menos contraria a la cultura de ese gran pueblo».
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Propone para facilitar el diálogo con las autoridades civiles «la apertura de una oficina de enlace estable de la Santa Sede en China». Ahora se espera una respuesta de Pekín.