Caso Gaztelueta
El Papa culpa a «grupos de la Iglesia corruptos» de los abusos en un colegio del Opus Dei
El Pontífice decidió reabrir el caso Gaztelueta en el rodaje de la película
Francisco se encierra para la tele con diez jóvenes «piel de Judas»

«Que el Papa se comprometiera a volver a abrir ese caso [los abusos en el colegio Gaztelueta] es el momento culminante para mí, lo que hace que este proyecto valga la pena». Hace unos días, en una entrevista en la Ser, Jordi Évole hablaba en estos términos del documental y, en concreto de uno de los episodios que en él se muestran. Entre los jóvenes que se entrevistaron con el Papa se encontraba Juan Cuatrecasas, víctima de abusos sexuales de un profesor, numerario del Opus Dei, en un colegio de la Prelatura, el Gaztelueta en Bilbao.
Como con el resto de participantes, la elección de Cuatrecasas no parece ser casual. El que fuera el primero en que estuviera vinculado un miembro del Opus Dei unido a que el padre del abusado sea Juan Cuatrecasas, diputado del PSOE por Logroño, y que la condena inicial, a 11 años, fuera reducida a dos tras una revisión del Supremo ha hecho que sea uno de los caso más mediáticos.
Además, los Cuatrecasas presiden una asociación de víctimas, Infancia Robada, que niega la legitimidad del despacho de Cremades & Calvo Sotelo para hacer la investigación sobre los abusos encargada por la Conferencia Episcopal. Y así se lo hicieron saber al propio cardenal Omella, en la única reunión que éste ha mantenido con víctimas en la sede de la Episcopado.
Es desde ese contexto, que desconocemos si el Papa es sabedor, del que parte Juan Cuatrecasas para contar su experiencia vital al Francisco. En la película, el Pontífice escucha en silencio, para condenar después con dureza los abusos. «Donde tenéis que cuidar a la gente, la destruís. Es un escándalo», le contesta el Papa, que recuerda de nuevo la política de «tolerancia cero» frente a los abusos. Sin embargo, señaló que el problema es que hay «grupos de Iglesia que son corruptos, como los que torturaron a este chico».
Ante las quejas del joven, Francisco se compromete, allí mismo a reabrir el caso, algo que hizo unos meses más tarde, al crear un tribunal presidido por el obispo de Teruel, José Antonio Satué. Una decisión que generaba dos problemas. El primero que José María Martínez, el profesor, ya había sido condenado por un tribunal civil. El segundo, que, como numerario, Martínez es laico, y el Código de Derecho Canónico vigente cuando cometió el delito sólo contemplaba las condenas a sacerdotes por este delito, por lo que, juzgarlo de nuevo, sería saltarse la irretroactividad de la ley. Algo que tampoco fue problema para el Papa que «como legislador supremo declaró, en este caso concreto, la retroactividad», según reconoció el portavoz de los obispos, César García Magán.
El resultado es que el profesor, que siempre ha mantenido su inocencia a pesar de la condena inicial y la ratificación del Supremo, no reconoce la legitimidad del tribunal eclesiástico y no compareció cuando la semana pasada fue llamado a declarar y fue representado por su abogado. Además, dada la decisión del Papa de eliminar la irretroactividad de la ley, el profesor condenado amenaza con llevar al Pontífice ante el Tribunal de la Haya, si es condenado de nuevo.