Perro de campo, perro de ciudad: iguales pero diferentes

Iguales, pero diferentes en cuanto a comportamiento y sobre todo por sus motivaciones y condiciones vitales . Además difiere su resistencia orgánica, su capacidad digestiva, su estado corporal e incluso las enfermedades que les amenazan cambian en orden de importancia

Carmen Aniorte

El perro de ciudad convive muy cercano e integrado en el núcleo familiar . Es uno más, y en muchos casos sus propietarios, involuntariamente, les han educado como a un humano, y el perro deja de ser perro para convertirse en «niño mimado». Estamos ante un error que traerá consecuencias; por ejemplo, aparece la «Ansiedad por separación», no podrán estar solos. Llorarán y llegarán a destruir enseres o a utilizar en el hogar el vaciado de esfínteres . En la ciudad, la primera noche cuando el perro lloró, se le introdujo amorosamente en la habitación y, en muchos casos en la propia cama. No sólo esto, ante la menor demanda durante el día, se le atendió con todo tipo de mimos. Al despedirnos de él cada día, parecía que jamás nos volviéramos a ver ,y al regresar, lo saludábamos como si no existiera un mañana. «Hemos creado sin quererlo, un ser ultra dependiente , un mimado que no sabe estar solo y que sufre ansiosamente las consecuencias. Esto, en el CAMPO no sucede», comenta para ABC el veterinario Javier Álvarez de la Villa del Centro Veterinario Víctor de la Serna.

Distintas formas de alimentarse

En el campo, la gente trabaja según el ritmo circadiano solar y el perro duerme cómodamente, «como perro» en la cocina, o en el establo, o en su caseta. Acompaña a su dueño y amigo, como útil y fiel compañero en el laboreo cotidiano . Cuando hace algo bien se le reconoce, y si demanda atención injustificada, su propietario no le presta atención. ¡ Así de fácil ! Como la relación atávica, la de la cueva . Hombre y perro, ¡Colaboradores! La «capacidad digestiva» cambia. El perro de ciudad se alimenta de una gama de alimentos muy restringida . El de campo, desde pequeño, come de todo. Come, el de campo, el pienso también, pero también acompañan las sobras del hogar: el resto de chuletillas, y nunca les «cae mal nada». Sin embargo, el de ciudad, cuando le ofrecimos parte del churrasco aquel día de la fiesta, «se puso a morir». ¿Por qué sucede esto? Podría el acostumbramiento a diferentes dietas preparar un digestivo «más fuerte». Con «más potencia» nos referimos a una calidad microbiológica de la flora gastroenterica mucho más elevada. Flora bacteriana probiótica, tan rica en el campo como la vida en el campo es, para los cánidos, con dietas y regímenes que los fortalecen . Entonces, «dieta variada con proteínas múltiples, con fibras, con vitaminas que los propietarios administran sabia e instintivamente desde muy lejanos tiempos, originan perros fuertes con floras entéricas variadas que no temen a las gastroenteritis de ningún tipo. El perro de campo y la vida en el campo, vuelve a tomar ventaja», confirma Javier Álvarez de la Villa. Pero además, el perro de ciudad «se lo come todo». Comen: pelotas de tenis, anillos, piedras , ropa interior, calcetines, heces de humanos y de otros animales, y las suyas propias. Esto, en el perro de campo , no sucede.

Preguntas, respuestas y parásitos

Podríamos preguntarnos por qué de esas diferencias. Pues en el campo han gozado de aprendizaje múltiple desde la experiencia más temprana. Lo han probado todo, sin engullirlo; lo han olfateado todo, y ante tal riqueza y oferta han seleccionado de manera instintiva y aprendizaje , lo bueno y lo malo. Su dieta era variada, entonces ¿para qué comer heces? Además tenían cosas importantes que laborear ; entonces no había tiempo para tonterías, y menos comerse ropa interior, por ejemplo. En el capítulo de Ectoparásitos. Es curioso, parecen especies diferentes. El perro de ciudad acudió de «veraneo» o vacacionalmente al campo. Se le subió una pulga y sobrevino el desastre . Apareció la DAPP, es decir, la dermatitis aguda a la picadura de la pulga. Rascado tan intenso, que se arrancó pelo y piel, y hubo de ser llevado a Urgencias Veterinarias. En el perro de campo no sucede así, pues la pulga les ha picado tantas veces, que se «inmunizan» siguiendo el concepto de la hiposensibilización. Es decir, que el sistema inmune, ante un estímulo repetitivo, termina por rebajar la respuesta inflamatoria a algo asumible. Vemos cómo vence lo natural.

Obesidad ciudadana

El estado corporal refleja lo que hacen y comen. Cuánta obesidad en la ciudad. Los cánidos urbanitas ingieren sin tregua lo suyo que les corresponde, y la oferta en premios, que poco a poco fomenta una gula desmesurada. Consecuencia: ¡el sobrepeso y la obesidad! Sus propietarios aseguran que «casi no comen». Misterio, ¿ engorda el propio aire? Más bien el misterio se resuelve con la lógica científica. Muchos comen más calorías que gastan . Esto es, no se mueven ni pasean lo suficiente. Dormitan casi todo el día, además de recibir premios calóricos y en cantidad. En el campo, acompañan al tractor a la siega, o conducen el ganado, o se dan ellos solos un paseo hasta el pueblo colindante a alternar con otros amigos perrunos. Nuevamente gana el estado de vida natural, tantas veces ninguneado desde quienes deberían haberlo cuidado y protegido. Estamos a tiempo aún para salvaguardar y recuperar este estilo de vida tan rico, sano y lógico que acunó al hombre y al animal desde tiempos primigenios.

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