José Cobo, la sorpresa española del Papa Francisco
Lo que el Pontífice acaba de decir es que Madrid necesita un arzobispo formado en lo que ahora se llaman las periferias, con los pobres y los más necesitados
El Papa nombra a José Cobo como nuevo arzobispo de Madrid
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Dicen que el Papa Francisco es el Papa de las sorpresas. Lo acaba de demostrar nombrando a José Cobo Cano (Sabiote, Jaén, 1965) como arzobispo de Madrid. Contra toda lógica eclesiástica que tiene pautados los pasos y los procedimientos, los tiempos y los mecanismos ... de promoción, el Papa ha roto las reglas de juego y se ha saltado varias generaciones de arzobispos y obispos. Una decisión y un movimiento que ahora hay que interpretar a fondo, con un alto contenido simbólico no sólo para Madrid sino, probablemente, para la Conferencia Episcopal Española, que en marzo de 2024 tiene que renovarse. Un nombramiento «disruptivo».
Madrid, por razones múltiples, es la diócesis más importante de España y la que más influye en la Iglesia de América Latina. Cuenta con 1.711 sacerdotes y 1.676 religiosos, toda una potencia eclesial. Lo que el Papa acaba de decir es que no necesitaba un obispo con mucha experiencia de gobierno, ni un hombre que tenga una sólida formación académica en teología o en cánones. Lo que necesita, nada más y nada menos que para los próximos veinte años, es un arzobispo formado en lo que ahora se llaman las periferias, con los pobres y los más necesitados.
Ése es el dato principal de su currículum y su más acreditado aval. Lo ha dejado claro en su primera intervención pública ante los medios: «Empecé trabajando en Usera en Proyecto Hombre antes de ser cura. Eso marca para la vida. Madrid, ahora mismo, va reclamando una postura que es muy de la Iglesia, que es estar al pie de la cruz, estar delante de los crucificados. Espiritualmente y personalmente la mirada de los más pobres siempre me ha despertado».
Una vez que el Papa decidió aceptar a los 78 años la renuncia del cardenal Carlos Osoro –la misma edad con la que aceptó la renuncia a su predecesor, el cardenal Rouco-, en contra de la previsión inicial de que se mantuviera hasta los 80 años, la maquinaria de provisión de la sede metropolitana se puso en funcionamiento. Lo ocurrido desde entonces es significativo del mensaje que el Papa ha querido lanzar. No solo por el perfil de la persona elegida sino por los candidatos descartados.
Los trabajos del Nuncio Apostólico en España, monseñor Bernardito Cleopas Auza, comenzaron con la preceptiva encuesta a la diócesis, más de un centenar de cartas enviadas, además de las obligadas consultas al presidente de la Conferencia Episcopal, a los cardenales españoles y a los arzobispos. Un procedimiento sobre el que pesa el secreto, un secreto a voces.
Una terna
Resultado de la consulta, el Nuncio envió una terna a Roma en la que ya es un lugar común que los candidatos más sugeridos fueron los de Mario Iceta, arzobispo de Burgos, Francisco Cerro, arzobispo de Toledo y Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo. En el proceso también habían aparecido otros nombres como el de Luis Ángel de las Heras, obispo de León, o el de Ginés G. Beltrán, obispo de Getafe. Incluso se llegó a hablar del arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, o del obispo de Zamora, Fernando Valera. ¿Qué tenían todos estos nombres en común? Los arzobispos, una dilatada experiencia como obispos en varias diócesis. Los obispos, perfiles emergentes que se caracterizaban por alguna cualidad ahora en alza, ser religioso, estar de moda en la Conferencia Episcopal.
A mediados del mes de mayo, un grupo de sacerdotes madrileños tuvo una audiencia privada con el Papa con motivo del aniversario de ordenación. Uno de ellos preguntó al Papa por el futuro arzobispo de Madrid, a lo que Francisco contestó que no le había gustado la terna que había recibido y que había mandado que le dieron otros nombres.
Obispo villero
Pistas que anunciaban que el Papa estaba preparando una «bomba» para Madrid. Antecedentes había. El principal, el nombramiento el 26 de mayo del nuevo arzobispo de Buenos Aires en sustitución del cardenal Mario Poli, un obispo joven, Jorge Ignacio García Cueva, hasta ese momento obispo en Ríos Gallegos. y antes cura villero en Buenos Aires. Lo más parecido por tanto a un obispo villero en España, en Madrid, era el obispo auxiliar José Cobo.
Monseñor José Cobo es licenciado en Derecho Civil, por lo tanto, entró en el Seminario de Madrid como vocación tardía, lo que ratifica sus maneras poco clericales y su capacidad para las relaciones personales. Se podría decir incluso que es «un hombre de mundo». Como para los sacerdotes de Madrid no tiene muchos secretos, hay quien añade que tiene el perfil de «un buen político». En eso se parecería al cardenal Vicente Enrique y Tarancón.
Durante su proceso vocacional, y en los primeros años de sacerdote, jugó un papel clave su tío sacerdote, Lucas Cano Reyes, párroco de la parroquia de Nuestra Señora de las Angustias de Atocha. De sus años de estudiante universitario el nuevo arzobispo de Madrid también confesó en un escrito reciente que había colaborado con la Pastoral Penitenciaria «como voluntario, cuando era universitario, luego, como sacerdote estuve cerca de esta realidad».
Viceconsiliario de la Hermandades del Trabajo de Madrid, desde 1995 fue vicario parroquial de S. Leopoldo hasta el año 2000 en que fue nombrado párroco de S. Alfonso María de Ligorio y miembro del Consejo presbiteral. El protagonismo en Madrid se lo debe al cardenal Osoro, que le nombró Vicario episcopal nada más llegar a la diócesis y después le hizo obispo auxiliar. No un obispo auxiliar cualquiera, lo que se llama en la jerga eclesiástica, «El Ungido», al que le encomendó los ámbitos más sensibles de su gobierno. En la época de Manuela Carmena como alcaldesa de Madrid, el obispo Cobo era su interlocutor habitual. Esta trayectoria contrasta con la frialdad con la que el cardenal Osoro y el nuevo arzobispo se presentaron ayer ante los medios.
Pero la pregunta clave de este proceso sigue siendo quién avaló ante el Papa el nombramiento de José Cobo. El Papa tuvo la oportunidad de conocer a fondo al entones obispo auxiliar cuando éste, con Osoro, le visitó el 18 de diciembre de 2020 para informarle sobre la situación del «Caso Fundaciones».
A partir de ese momento al Papa no se le fue de la cabeza. Pero en el discernimiento pontificio, práctica característica de los jesuitas, el Papa tuvo que tener algún susurro, que no parece fuera el del cardenal Omella, ni el de sus habituales informantes sobre España. Una clave que, según aquello de que nada hay oculto que no llegue a revelarse, se aclarará en el futuro. En cuanto el nuevo arzobispo de Madrid empiece a tomar decisiones y a hacer nombramientos.
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