Cardenal contra cardenal
«La cuestión de fondo radica en si 'los signos de los tiempos' o la realidad de la vida son también fuentes de la revelación»
No cunda el pánico, que no me refiero a España. Aunque nada es descartable, tal y como están los tiempos. Hablo de la polémica pública de estos días pasados, a propósito del Camino Sinodal alemán, entre, nada más y nada menos, que el ... cardenal prefecto del dicasterio para la Unidad de los cristianos, el suizo Kurt Koch, y el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Georg Batzing.
El pasado 29 de septiembre, en una entrevista al diario alemán «Die Tagespost», el cardenal Koch dijo literalmente: «Me confunde que se acepten nuevas fuentes junto a las fuentes reveladoras de la Escritura y la Tradición; y me asusta que esto ocurra —de nuevo— en Alemania. Pues este fenómeno ya se produjo durante la dictadura nacionalsocialista, cuando los llamados «cristianos alemanes» vieron la nueva revelación de Dios en la sangre y la tierra y en el ascenso de Hitler. La Bekennende Kirche (Iglesia Confesora, dentro de la iglesia evangélica) protestó contra esto con su Declaración Teológica de Barmen en 1934, cuya primera tesis dice: «Rechazamos la falsa doctrina como si la Iglesia pudiera y debiera reconocer otros eventos y poderes, figuras y verdades como revelación de Dios aparte y además de esta única palabra de Dios como fuente de predicación».
La sola referencia al nacionalsocialismo y a Hitler en Alemania destapa la caja de los truenos. El presidente de la Conferencia Episcopal solicitó que el cardenal suizo se retractara, algo que hizo después de un encuentro de ambos en Roma. El debate no está en si comparar o no los principios de los que parte, y los procedimientos, entre el Camino Sinodal alemán y los cristianos de Hitler. La cuestión de fondo radica en si «los signos de los tiempos», la realidad de la vida, lo que pasa en el mundo, los cambios sociales, las tendencias, son también fuentes de la revelación como la Sagrada Escritura o la Tradición. Es decir, si lo que pasa en el mundo se puede acabar convirtiendo en motor de cambio y norma en la Iglesia. Si así fuera, ¿no estaríamos abocados a justificar casi cualquier cosa?
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