Jorge Olcina: «Los grandes trasvases de agua ya no son una solución»
Este experto en clima y gestión del agua de la Universidad de Alicante prevé restricciones en núcleos de población importantes: «Necesitaríamos tres meses de lluvias continuadas»
El aviso de la Aemet sobre el episodio de temperaturas que llega a España: «Muy inusual»
Este fin de semana un frente atlántico que cruza la Península de oeste a este ha dejado lluvias en buena parte del país, apenas unas gotas de alivio en un mes de abril que va camino de convertirse en el más seco desde que ... existen registros, en 1961. El país mira al cielo y se prepara para el peor escenario posible: un verano con restricciones de agua en el campo y en núcleos urbanos acompañadas de temperaturas cada vez más elevadas. «Necesitaríamos tres meses de lluvias continuadas para acabar con la sequía», estima Jorge Olcina. El catedrático de Geografía de la Universidad de Alicante, experto en clima y gestión del agua, pide pasar a la acción: «O tomamos medidas ahora o lo que no hagamos lo pagaremos con pérdidas económicas más elevadas en el futuro».
—Históricamente, España vive periodos de sequía de cinco años, ¿estamos en uno de estos ciclos o ya no sirven las mismas reglas del pasado?
—Los eventos atmosféricos extremos están cambiando. En una atmósfera más cálida, las masas de aire que originan los tiempos atmosféricos diarios se mueven más rápidamente, de forma más enérgica. En relación con las sequías esto supone el desarrollo de episodios de menor duración temporal pero más intensos en sus efectos. Desde que comenzó este siglo Cataluña, sureste peninsular y Galicia han padecido eventos de sequía cortos pero muy intensos que han puesto en jaque los sistemas de abastecimiento de agua. Algunos autores hablan de «sequías relámpago», en comparación con las «inundaciones relámpago» que generan graves daños en unos minutos. En este caso hablaríamos de sequías de uno o dos años de duración como máximo, pero de gran intensidad.
—¿Si mayo fuera especialmente lluvioso se pondría fin a la escasez?
—En Andalucía o Cataluña que son las regiones con el mayor impacto de la actual secuencia seca serían necesarios tres meses, al menos, de lluvias continuadas que permitieran elevar los recursos de agua disponibles por encima de la media de los últimos diez años. Las previsiones nos están indicando el desarrollo de una primavera con muy poca lluvia. Por tanto, debemos esperar al otoño para que la situación se pueda revertir. El problema es que para entonces, las pérdidas en el campo ya serán muy cuantiosas y habrá que aplicar también restricciones de agua en núcleos de población importantes.
—¿El último informe del clima de Europa es un ejemplo de que lo peor aún está por llegar?
—Es un balance de lo ocurrido en el año 2022, que fue un año realmente extraordinario por las altas temperaturas del aire y del agua marina, registradas. Esto no quiere decir que todos los veranos vayan a ser ya de este modo a partir de ahora, pero marca una tendencia, que viene registrándose desde 2010 y nos habla de una intensificación del calentamiento. No atajamos las emisiones de gases de efecto invernadero de origen humano y las perspectivas no son buenas.
—¿Debemos despedirnos del clima en Europa tal y como lo hemos entendido hasta ahora? ¿España se parecerá más a África y Suiza a España?
—Esto ya se está notando al menos desde las últimas dos décadas. Y va en aumento. Nuestro clima ya no es el mismo que el que teníamos en los años 70 u 80 del pasado siglo. Es más cálido, menos confortable. Además, las lluvias son más irregulares y ya no responden al patrón clásico de las estaciones del año. España tiende a una mayor subtropicalización de sus climas y Suiza hacia unos rasgos térmicos más templados.
—¿Cómo deberíamos adaptarnos a este nuevo escenario?
—Para minimizar el impacto de las sequías vamos a tener que aplicar restricciones en agricultura, para garantizar más semanas las reservas de agua. En algunas regiones será necesario restringir también el consumo urbano y eso afectará al llenado de piscinas, al riego de parques y jardines o al cierre de fuentes públicas como medidas de emergencia.
—Asistimos a un debate intenso en torno a Doñana. ¿Nos podemos permitir la superficie de regadío que tiene España?
—La agricultura de regadío es una fuente de riqueza para nuestro país, sin duda. Pero seguramente se ha permitido la transformación de un número de hectáreas mayor del que pueden asegurar los recursos de agua existentes en algunos territorios. No tenemos adaptada la agricultura al cambio climático. Salvo en áreas de agricultura muy tecnificada como Almería, Murcia, Comunidad Valenciana donde cuentan con sistemas de riego muy eficiente y producciones de alto valor comercial.
—¿Deberíamos iniciar una reconversión agrícola, como se hizo con la industria?
—Seguramente sí. Estos procesos no pueden llevarse a cabo de golpe. Pero es necesario ir planteándolos desde ya. Esta década es fundamental para ir desarrollando medidas de adaptación al cambio climático. Lo que no hagamos en estos años lo pagaremos en forma de pérdidas económicas más elevadas y pérdida de vidas humanas.
—Se están proponiendo trasvases para salvar humedales como Doñana o Daimiel. ¿Es una buena idea?
—En un contexto de cambio climático las políticas de oferta continuada de agua están en cuestión, porque el elemento principal de generación de recursos hídricos (lluvia) manifiesta un comportamiento cada vez más irregular. De ahí que los grandes trasvases van a estar cada vez más en cuestión. Se podrán hacer dentro de una misma cuenca hidrográfica y con acuerdo entre usuarios. Siendo realistas, ni por clima ni por política, los trasvases se presentan como una solución viable ya para nuestro país. Tenemos otras posibilidades. Por ejemplo, en España se depuran casi 4.000 hm3 de agua urbana cada año. Y solo se reutilizan 400 hm3, es decir solo reutilizamos el 10%. Aquí hay un recurso importante que debemos explotar. Aunque esto nos va a obligar a mejorar las depuradoras que ahora tenemos y que no ofrecen agua con la calidad suficiente para emplearla en todos los usos de agua posible. Esto va a suponer una inversión importante. Puntualmente, en zonas costeras, va a ser necesario el uso cada vez más importante de la desalación, una tecnología que irá reduciendo los costes de producción y que irá introduciendo mejoras tecnológicas para hacer viable el uso de sus aguas en agricultura. Debemos pensar también en el impulso de acuerdos entre la ciudad, que puede pagar el agua más cara, y el campo. La ciudad tendrá que subvencionar, seguramente, una parte del precio del agua dedicada a la agricultura.
—¿Nuestro peor pecado es acordamos de la sequía cuando llega y no hacer los cambios en época de bonanza de lluvias?
—Así es. La sequía se soluciona en momentos de lluvia abundante, cuando hay sosiego para plantear, discutir y diseñar soluciones que tengan el mayor acuerdo posible de todas las partes implicadas. Y esas soluciones deben basarse en la ciencia. Hasta que los dos grandes partidos políticos de nuestro país no se pongan de acuerdo en unos mínimos en la planificación futura del agua en España, estaremos abocados a conflictos permanentes. Y esto solo se puede solucionar poniendo el criterio científico independiente en el centro del debate. No creo que sea tan complicado, ¿verdad?.
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