Así se vive el confinamiento en Aranda de Duero, que concluye mañana pese a la oposición de la Junta

El pasado 7 de agosto, la Junta de Castilla y León decretó un confinamiento parcial en la localidad burgalesa al dispararse de nuevo los casos de coronavirus. Se habían detectado 220 para una población de algo más de 32.000 habitantes. Se cerraron las puertas de la ciudad. Todo el mundo dentro.

Última hora del coroanvirus en España: sigue los últimos datos y noticias de la epidemia de Covid-19

En la imagen, una escultura protegida por una mascarilla con el mensaje "Somos la resistencia"

CLARA NUÑO

Aranda de Duero no tiene tren. Tiene una estación abandonada, de raíles rojizos por el óxido. Allí, en las tardes de estío, primavera y otoño los chavales van a hacerse fotos. Varias generaciones de adolescentes coleccionan selfies en las vías. Aranda de Duero lleva años reclamando un tren directo con Burgos desde que en 2010 descarrilase un Talgo. Ahora solo cuenta con una estación de autobuses ubicada detrás del pequeño hospital comarcal: el Santos Reyes. Un hospital que no tiene UCI .

El pasado 7 de agosto, la Junta de Castilla y León decretó un confinamiento parcial en la localidad burgalesa al dispararse de nuevo los casos de coronavirus . Se habían detectado 220 para una población de algo más de 32.000 habitantes . Se cerraron las puertas de la ciudad. Todo el mundo dentro . Los únicos que podían entrar y salir de la localidad eran aquellos trabajadores que residieran fuera. Los vecinos de los pueblos no podrían hacer la compra en Aranda como hicieron durante el confinamiento entre marzo y junio: esta vez se trataba de interrumpir la transmisión comunitaria .

Una semana después, la Junta de Castilla y León pidió prorrogar el confinamiento siete días más. Sin embargo, el titular del juzgado de lo Contencioso Administrativo número 2 de Burgos decidió e pasado viernes decretar solo cuatro días más de confinamiento. Aranda seguirá cerrada hasta la medianoche de mañana .

«Las cuestiones que rigen y han disparado este confinamiento son sanitarias y poco podemos decir al respecto. Es una situación muy difícil tanto a nivel de ciudad como a nivel empresarial, ya que supone un perjuicio muy grande para las empresas de restauración y comercio», señala el portavoz de Ciudadanos y teniente alcalde primero, Francisco Martín Hontoria , para agregar que el ayuntamiento ha propuesto una serie de ayudas a la Junta, que se asemejen a una situación de ERTE, para los trabajadores de restauración y diversos comercios de una ciudad que durante los meses de verano suele tener una fuerte afluencia turística. Ahora está vacía. «No se vende prácticamente nada, no hay negocio» , observa Hontoria que se muestra preocupado ante la reputación que, a su juicio, pueda adquirir la cuidad: «No queremos que se asocie la zona de la Ribera con el coronavirus» .

Y mientras los comercios bajan la persiana, el hospital prepara de nuevo las camas, reprograma cirugías no urgentes y acondiciona las plantas para un posible nuevo embiste del coronavirus . «Los sanitarios estamos en el límite, muchos de mis compañeros que afrontaron directamente el primer brote tenían programadas ahora sus vacaciones y eran muy necesarias después del esfuerzo que hicieron », cuenta Diego Ortega, arandino de 25 años que ha comenzado su vida como médico residente en mitad de una crisis sanitaria global.

Él había estudiado medicina en Madrid y, en enero de este año, acababa de presentarse al examen que hacen todos los médicos tras acabar la carrera: el MIR. «Estábamos pendientes de los resultados definitivos y la asignación de plaza cuando se paralizó todo», narra Ortega que, durante ese período, había vuelto a casa a visitar a su familia. Y llegó el confinamiento y se quedó encerrado en Aranda . Entonces empezó a enviar currículums a todos los sitios en los que se requerían voluntarios hasta recalar en el hospital de campaña arandino que se levantó a mediados de abril .

Un caso similar es el de la también arandina Ana Gordo , de 24 años, que ofreció sus servicios al hospital de campaña mientras en el Santos Reyes, durante el primer brote de Covid-19, se improvisaba una Unidad de Ciudados Intermedios (UCI) en lo que era la Unidad de Cirugía sin Ingreso (UCSI). Los casos más graves se trasladaban a Burgos .

«Nunca pensé que empezaría a trabajar en Aranda en mitad de una pandemia», manifiesta Gordo, quien también se había presentado al MIR en enero. Ella decidió hacer un viaje a Asia tras pasar el examen. Quince días después de su vuelta se decretó el estado de alarma. Después abrió el hospital de campaña y ella comenzó a trabajar ahí hasta que lo cerraron y fue trasladada a urgencias, donde sigue a día de hoy.

Para Gordo, la visión de los primeros días del hospital de campaña fue impactante: « Estaba todo el recinto ferial lleno de camas, aunque al final se usaron pocas , la mayor parte de casos Covid fue tratada en el Santos Reyes». Asimismo, cuenta que tanto ella como sus compañeros MIR fueron cuidados y tutorizados por el personal del centro sanitario.

Un hospital levantado en unas circunstancias extraordinarias en un lugar donde en los últimos 21 años, en agosto, se celebra un festival de música indie: el Sonorama Ribera .

«El hospital se ubicó donde suelen dormir los camareros y trabajadores del festival», manifiesta Javier Ajenjo , director del Sonorama y coordinador de Art de Troya, la asociación a cargo del evento. «Nosotros donamos todo el equipo logístico del que disponíamos, creo que en torno a unas doscientas camas. Y habíamos reprogramado algunos conciertos este agosto, en honor a los sanitarios, pero tendrán esperar », añade.

Y mientras en Aranda se levantaban hospitales y los sanitarios recién graduados arrimaban el hombro en los comienzos de una de las mayores crisis sanitarias de los últimos tiempos, en los pueblos han sido los médicos rurales y los farmacéuticos quienes se han partido el espinazo para mantener a salvo a la población, en su mayoría anciana.

«Hay pueblos como Guma, La Vid o Santa Cruz que no han tenido médico, no han tenido consulta durante buena parte de los meses de confinamiento », cuenta la farmacéutica de Vadocondes, María Luisa Núñez , «Entonces nosotros, los sanitarios de la zona, íbamos de pueblo en pueblo, repartiendo las medicinas casa por casa , para que nuestros abuelos estén bien. Ha sido agotador, pero yo me debo a mi gente», zanja.

Otro caso es el de Zazuar, una localidad de algo menos de 200 habitantes al este de Aranda. Allí, la doctora encargada de pasar consulta en varios pueblos de la zona cayó enferma por coronavirus mientras ejercía su trabajo y sigue de baja. Hoy, el farmacéutico, Agustín Jabonero , lleva las medicinas a quien lo necesite. Hoy, es el médico de Peñaranda de Duero quien pasa consulta. Solo hay médicos dos días a la semana durante la crisis del coronavirus.

Hoy, los pueblos de la Ribera resisten gracias al tesón de unos trabajadores que, con su esfuerzo, tratan de paliar la falta de recursos.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación