Vestidos de comunión solidarios por 150 euros

Mujeres víctimas de la violencia de género o paradas de larga duración cosen estas prendas en un taller de Cáritas para poder reinsertarse en el mercado laboral

Una niña se prueba el vestido de su Comunión en la tienda de Cáritas en la calle Orense de Madrid Belén Díaz
Laura Daniele

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Una aguja y un hilo se han convertido para muchas mujeres que sufren exclusión social en la única oportunidad de poder reinsertarse en el mercado laboral. Desde hace ocho años cosen vestidos de comunión en un taller de costura de Cáritas en el madrileño barrio de Tetuán en el que además de aprender el oficio vuelven a recuperar su confianza en el futuro. Se trata del Taller 99 , una de las 49 empresas de inserción que esta institución de la Iglesia tiene repartida por toda la geografía española.

La idea surgió de su responsable, Fransi Díaz. «Antes de trabajar aquí era diseñadora de una firma muy grande que confeccionaba trajes de novia y comunión y pensé que podía funcionar muy bien en este taller», explica. Desde entonces esta empresa de inserción no ha parado de recibir encargos a medida que se acerca el mes de mayo, la fecha preferida para esta celebración religiosa en la que participan una media de 250.000 niños cada año. «Es una confección de mucho nivel. A la gente le llama la atención que se haga en un taller de este tipo en el que trabajan personas en riesgo de exclusión. El vestido o la túnica que compran tiene ese valor añadido», comenta Fransi.

Empleos transitorios

Sin lugar a dudas las manos que los confeccionan son tan especiales como los propios vestidos que realizan. La mitad de las mujeres que trabajan en Taller 99 han sufrido algún tipo de exclusión, ya sea porque han sido víctimas de la violencia machista , no tienen estudios, han pasado por prisión o han superado la adicción a las drogas. «Se trata de puestos de trabajo transitorios para mejorar el nivel de empleabilidad de la persona antes de ayudarla a insertarse en el mercado laboral», explica Fransi.

La otra mitad de la plantilla es personal fijo que ayuda a estas mujeres a aprender el oficio de la costura. El periodo de formación dura dos años, pero l os últimos seis meses están enfocados a la búsqueda de empleo.

En esa etapa se encuentra María. Después de 14 meses trabajando en Taller 99 , esta mujer víctima de la violencia de género se prepara para montar su propia tienda de arreglo de ropa . «Estuve mucho tiempo en el paro y enfermé por el estrés. Este trabajo ha dado un giro a mi vida», comenta esta mujer de 47 años y madre de dos hijos.

Luz, otra de las trabajadoras del taller, se convirtió a los 50 años en una parada de larga duración después de trabajar muchos años como empleada de hogar. «Este empleo me ha solucionado la vida. Me da mucha paz y una enorme tranquilidad saber que tengo un salario. Antes estaba muy nerviosa», comenta esta mujer, que ahora acaba de cumplir los 55 y es madre de un hijo de 21 años. En Taller 99, Luz es la encargada de forrar uno a uno los botones de los vestidos de comunión. «Es un trabajo delicado y lo hago con una enorme ilusión», comenta.

Fransi explica que con la confección de estos vestidos «estas mujeres pueden demostrar que saben hacer su trabajo porque el objetivo de las empresas de inserción es que la gente aprenda a trabajar, trabajando».

Un grupo de mujeres en riesgo de exclusión confeccionan estas prendas en Taller 99, una de las 49 empresas de inserción de Cáritas en España Belén Díaz

Las prendas además de contar con las mismas telas con las que trabajan el resto de empresas de confección de trajes de comunión tienen «un precio muy asequible»: unos 150 euros. Además cada uno de los 14 modelos se pueden personalizar. Hasta el año pasado este taller de inserción realizaba entre 100 y 120 prendas —entre vestidos y túnicas— pero esta temporada los pedidos han aumentado «considerablemente», afirma Fransi. La creciente demanda se debe sobre todo a la iniciativa de varios colegios católicos que han solicitado a los padres adquirir el vestido a través de esta empresa de inserción «como gesto pedagógico» para los niños y también como «una medida para evitar la desigualdad».

«Me pareció fenomenal»

Es el caso de Beatriz Herrera de Vega. Su hija, Adriana, hará la primera comunión en mayo y el colegio, Sagrado Corazón de Jesús, comunicó a los padres en una reunión que había decidido escoger uno de los modelos que realiza esta empresa de inserción para que todas sus alumnas participaran en la ceremonia con el mismo vestido. «Yo no tenía ni idea que esto existía, pero me pareció fenomenal porque detrás de cada uno de estos vestidos hay mucho esfuerzo y mucha esperanza», comenta Beatriz. La relación calidad-precio es otra de «las bondades» de estos vestidos. «Es muy económico y las telas son de buena calidad. Y además cuando te cuentan lo que hay detrás, lo compras con gusto».

Vestidos de comunión solidarios por 150 euros

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