«La vergüenza hacia el ciclo menstrual ha pasado de madres a hijas como una manera de protegerse»

Nada está tan presente ni es tan tabú en la vida de las mujeres (ni de los hombres) como la regla

La regla afecta a casi todas las mujeres de entre 12 y 50 años ABC

NIEVES MIRA

Afecta a casi todas las mujeres del mundo, de, aproximadamente, entre 12 y 50 años. La tienen durante 3.000 días a lo largo de su vida. Una de cada cuatro chicas que está leyendo esto, está menstruando actualmente . Y sin embargo, alguna otra va al baño con el tampón oculto en el bolsillo, como si de un objeto de contrabando se tratase. Nada está tan presente ni es tan tabú en la vida de las mujeres... ni de los hombres.

«Millones de mujeres siguen ignorando que los cambios anímicos y mentales que viven a lo largo de su ciclo»

Quizás por ello nadie se ha dedicado nunca por completo a estudiarla. Hasta que llegó Erika Irusta para cambiarlo. Pedagoga, escritora, investigadora y divulgadora especializada en el ciclo menstrual y de cómo se entiende en la sociedad, Irusta dedica su vida a hacer más fácil la del resto de mujeres. En sus propias palabras, enseña « a leer y a escribir el cuerpo desde el enfoque orgánico , alejado de la vergüenza, el tabú o el miedo».

«Tienes razón. No estás loca. Eres cíclica» es el encabezado de su página web (elcaminorubi.com). Pero, ¿qué es ser cíclica? Ella misma responde: «Ser cíclica es un término que utilizamos para señalar que somos diferentes a lo largo del ciclo menstrual. Todas sabemos que jamás somos la misma . Que hay 'X' momentos del mes en los que devoramos al mundo e 'Y' momentos, en el mismo mes, en los que sentimos que es el mundo el que nos devora a nosotras. Todas las personas somos cíclicas, los hombres también ».

Erika Irusta es la primera pedagoga de la regla ISMAEL LLOPIS

La menstruación, un proceso natural como cualquier otro, según destaca esta pedagoga, no ha de doler , y si duele, habrá que investigar por qué. En su reflexión hay espacio para criticar a la sociedad que acepta y presenta los procesos «femeninos» desde el dolor y la vergüenza. « El dolor menstrual es un indicador de las graves situaciones de estrés que vivimos las mujeres. El no tener espacio ni tiempo para el descanso, la imposibilidad de conciliar la vida personal con la profesional o el desconocimiento de los cambios físicos, mentales y anímicos de cada fase del ciclo es el caldo de cultivo perfecto para que suframos».

«No somos una u otra, somos todas esas»

El ciclo se divide en dos fases: folicular y lútea. La folicular comprende la menstruación y preovulatoria, donde se predominan los estrógenos. La lútea corresponde a la ovulación y premenstruación, y en la que tiene más presencia la progesterona. Durante la primera «sentimos que el mundo es nuestro, mientras que en la fase lútea, debido a la lectura cultural, creemos que algo va mal con nosotras, que es el mundo el que nos come», relata Irusta. Pero, para la autora, no es el ciclo lo que nos afecta como tal sino la lectura cultural que hacemos de estos cambios físicos, mentales y anímicos. «No se trata de que seamos una u otra, somos todas esas -mínimo cuatro- y muchas más . Y cómo aceptemos, leamos y acojamos cada una de ellas nos hará vivirnos con más o menos placer, con más o menos culpa».

«Para menstruar sin dolor, ni vergüenza, ni tabúes, se necesita comunidad»

En todo este proceso, de adquisición y desprendimiento de los tabús, tiene mucha importancia la educación y la falta de espacios educativos críticos : «Entornos orgánicos para reflexionar activa y corporalmente sobre la experiencia de ser cíclicas», señala Irusta. «Tenemos que empezar a validar y verificar nuestra experiencia nosotras mismas. Para esto es indispensable saber cómo funcionamos, avanzar y comenzar a vivirnos desde el orgullo». Su propuesta: «Habitar nuestro cuerpo, conocer cada rincón y atravesar el sentimiento de no pertenencia que tenemos en relación a lo único que somos y tenemos: nuestro cuerpo ».

Para esta pedagoga, el problema es que a las mujeres se les ha impedido conocerse. «Nos han enseñado a ser inquilinas de nuestro cuerpo y a vivir en las condiciones que otros, desde fuera, han establecido», es decir, la culpa de esta falta de conciencia respecto al propio cuerpo no es de ellas sino del conocimiento que les has transmitido. «Millones de mujeres siguen ignorando que los cambios anímicos y mentales que viven a lo largo de su ciclo se deben a los cambios hormonales y a la lectura de estos cambios por parte de la cultura», sentencia.

En este proceso de aprendizaje tiene especial relevancia la figura materna . El papel de la progenitora debe ser el de cambiar su propia relación con su ciclo menstrual. Se trataría de un compromiso familiar, en el que «cada miembro se ha de comprometer a generar un espacio de cuidado y aprendizaje activo. No puede caer todo el peso sobre las mujeres», añade y sitúa a la madre enfrente en este descubrimiento. «Las niñas detestan este proceso porque ven a sus mayores sufrir por ello, porque en esta sociedad no hay espacio para los cuerpos y menos hay una cultura de cuidado y menos aún una cultura menstrual». Por ello, la vergüenza con la que tradicionalmente se relaciona, «se ha pasado de madres a hijas como método de protección ante el medio hostil. Para evitar que la hija se avergüence de su cuerpo, la madre le ha enseñado lo que el sistema le ha pedido: que es algo a ocultar, un proceso a mantener silenciado».

Una comunidad necesaria

Pero, ¿y dónde queda el hombre en todo este proceso? Irusta responde que « los hombres viven otro ciclo químico (el de la testosterona), del cual saben muy poco. Nosotras tampoco sabemos mucho de su ciclo pero siempre les hemos cuidado. Ellos deberían ocuparse de aprender a cuidar y a acoger la voz de la experiencia de los cuerpos menstruantes. Dando espacio a nuestro ciclo, ellos podrían comprenderse mejor en sus cambios, también cíclicos».

Consciente de que hay que ir más allá, esta pedagoga puso en marcha la comunidad soy1soy4.com , su proyecto sobre el ciclo menstrual, «la única comunidad educativa en el mundo dedicada a esto».Una red de usarias que aprovecha las posibilidades de intercambio de información en internet para conectar a mujeres. En esta, existen diferentes grupos donde cada integrante investiga sobre el tema que en ese momento «le interpela», según comenta Irusta. «Hacemos que el conocimiento pase por el cuerpo, provocando así un cambio verdadero. El saber nos atraviesa y es ahí donde cobra sentido», comenta. Para la autora, al estar conectadas, estas mujeres que se apoyan y validan sus procesos sienten también como la angustia y el dolor menguan. «El sentimiento de inadecuación es un estresante de primer nivel que se ve neutralizado gracias a la potencia del grupo. Para menstruar sin dolor, ni vergüenza, ni tabúes, se necesita comunidad », sentencia.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación