El Vaticano, sobre la pandemia: se ha descuidado «la interdependencia humana y la vulnerabilidad común»
Afirma que «las comunidades han luchado honorablemente, a veces contra la ineptitud de su liderazgo político»
En un primer análisis sobre los meses frenéticos del inicio de la pandemia, el Vaticano ha advertido este miércoles que « no hemos prestado suficiente atención , especialmente a nivel mundial, a la interdependencia humana y a la vulnerabilidad común», según un extenso documento de la Pontificia Academia para la Vida.
Muchos líderes nacionales no han estado a la altura, pues aunque la pandemia «podría ofrecer la oportunidad de aprender de las experiencias y políticas de otros países, los procesos de aprendizaje a nivel mundial fueron mínimos». Con toda claridad, el Vaticano lamenta que, para colmo, « algunos países han entablado a veces un cínico juego de culpas recíprocas ».
Según el documento «La comunidad humana en la era de la pandemia», publicado en Academy for life , tanto a nivel de ciudad como de país «las comunidades han luchado honorablemente, a veces contra la ineptitud de su liderazgo político, para articular protocolos éticos, forjar sistemas normativos, etc».
En el apartado clínico, la Pontificia Academia para la Vida constata que «en la mayoría de los países se ignoro el papel de los médicos generales, que para muchas personas son el primer contacto en el sistema de atención. El resultado ha sido un aumento de las muertes y discapacidades por causas distintas del Covid-19”.
En el plano político algunos gobiernos han cometido deliberadamente otros errores: «Las metáforas predominantes que ahora invaden nuestro lenguaje ordinario enfatizan la hostilidad y un sentido penetrante de amenaza: los repetidos estímulos para ‘combatir’ el virus, los comunicados de prensa que suenan como ‘partes de guerra’…».
También hay errores por parte de la ciudadanía, que retrasan la reactivación y se deben superar. Así, por ejemplo, «mitigar las consecuencias de la crisis implica renunciar a la noción de que "la ayuda vendrá del gobierno", como si fuera un deus ex machina» sin límite de recursos.
Frente a los nacionalismos, el Vaticano insiste en que «la solidaridad se extiende también a la cooperación internacional. En este contexto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ocupa un lugar privilegiado».
Aunque en todos los organismos hay fallos, «esta crisis pone de relieve lo mucho que se necesita una organización internacional de alcance mundial, que incluya específicamente las necesidades y preocupaciones de los países menos adelantados que se enfrentan a una catástrofe sin precedentes».
En tono muy duro, aunque sin citar nombres, el Vaticano advierte que « la estrechez de miras de los intereses nacionales ha llevado a muchos países a reivindicar para sí mismos una política de independencia y aislamiento del resto del mundo, como si se pudiera hacer frente a una pandemia sin una estrategia mundial coordinada».
Al mismo tiempo, el documento recuerda una responsabilidad más difusa pues « la epidemia del Covid-19 tiene mucho que ver con nuestra depredación de la tierra y el despojo de su valor intrínseco. Es un síntoma del malestar de nuestra tierra y de nuestra falta de atención».
Entre los mecanismos que llevan al desastre cita «la creciente deforestación, que empuja a los animales salvajes a aproximarse del hábitat humano. Los virus alojados en los animales, entonces, se transmiten a los humanos, exacerbando así́ la realidad de la zoonosis, un fenómeno bien conocido por los científicos como vehículo de muchas enfermedades». Al mismo tiempo, « la exagerada demanda de carne en los países del primer mundo da lugar a enormes complejos industriales de cría y explotación de animales».
En la práctica, «estas interacciones pueden, en última instancia, ocasionar la propagación de un virus a través del transporte internacional, la movilidad masiva de personas, los viajes de negocios, el turismo, etc». En resumen, la pandemia de coronavirus «es el resultado, más que la causa, de la avaricia financiera, la autocomplacencia de los estilos de vida definidos por la indulgencia del consumo y el exceso».
Por eso, según el Vaticano, «estamos llamados a reconsiderar nuestra relación con el hábitat natural; para reconocer que vivimos en esta tierra como administradores, no como amos y señores».