El Vaticano advierte que las leyes de eutanasia «oscurecen de manera preocupante el valor de la vida humana»
Recuerda que «los Estados deben reconocer la objeción de conciencia» y «los sanitarios no deben vacilar en pedirla»
En un extenso documento, aprobado explícitamente por el Papa, el Vaticano ha advertido este martes el riesgo de «los países donde se están aprobando leyes que legitiman formas de suicidio asistido y de eutanasia », pues estas leyes «oscurecen de manera preocupante el valor de la vida humana en la enfermedad, el sentido del sufrimiento y el significado del tiempo que precede a la muerte».
La carta «El buen samaritano», elaborada por la Congregación para la Doctrina de la Fe ha sido presentada por su prefecto, el cardenal español Luis Ladaria, como «un texto necesario ante las nuevas legislaciones sobre la eutanasia».
El documento, muy equilibrado, reconoce que «la medicina debe aceptar el límite de la muerte como parte de la condición humana» , «un hecho dramático, que se debe comunicar al enfermo con gran humanidad», y se debe afrontar evitando el «encarnizamiento terapéutico».
En su extenso análisis, la carta identifica tres principales «obstáculos culturales» al respeto a la vida: «un uso equivocado del concepto de muerte digna», «una errónea comprensión de la compasión» y «un individualismo creciente, que induce a ver a los otros como límite y amenaza de la propia libertad».
Añade que «el individualismo, en particular, está en la raíz de la que se considerada como la enfermedad latente de nuestro tiempo: la soledad».
El documento se propone «reafirmar como enseñanza definitiva que la eutanasia es un crimen contra la vida humana porque, con tal acto, el hombre elige causar directamente la muerte de un ser humano inocente. Es un acto intrínsecamente malo, en toda ocasión y circunstancia».
En consecuencia, «toda cooperación formal o material inmediata a tal acto es un pecado grave contra la vida humana», y el mismo criterio moral se aplica «al suicidio asistido» pues «tales prácticas no son nunca una ayuda auténtica al enfermo, sino una ayuda a morir».
«Son siempre un fracaso»
En tono rotundo, la carta denuncia que «la eutanasia y el suicidio asistido son siempre un fracaso de quienes los teorizan, de quienes los deciden y de quienes los practican», y advierte que en los países donde se han aprobado se registra «una evidente degeneración» de este fenómeno social.
Según el Vaticano, «los factores que más determinan la petición de eutanasia y suicidio asistido son el dolor no gestionado y la falta de esperanza», por lo que «las súplicas de los enfermos muy graves que alguna vez invocan la muerte no deben ser entendidas como expresión de una verdadera voluntad de eutanasia; son casi siempre peticiones angustiadas de asistencia y de afecto».
El documento dedica un apartado a «la obligación moral de evitar el ensañamiento terapéutico» y reafirma « el derecho a morir en la mayor serenidad posible y con la dignidad humana y cristiana que le son debidas».
Los médicos deben respetar «la voluntad del paciente, expresada en las llamadas voluntades anticipadas de tratamiento, excluyendo sin embargo todo acto de naturaleza eutanásica o suicida». Reitera también «la licitud de la sedación».
En cambio, afirma que nunca se deben suprimir la alimentación y la hidratación, incluso mediante «una vía de administración artificial», ya que «no constituyen un tratamiento médico en sentido propio, pues no combaten las causas de un proceso patológico activo en el cuerpo del paciente, sino que representan el cuidado debido a la persona».
Según la carta, «la aplicación de los cuidados paliativos disminuye drásticamente el número de personas que piden la eutanasia», sobre todo si dejan de sufrir dolor y se sienten acompañados.
El documento concluye que «ante las leyes que legitiman -bajo cualquier forma de asistencia médica- la eutanasia o el suicidio asistido, se debe negar siempre cualquier cooperación formal o material inmediata».
Al mismo tiempo, considera « necesario que los Estados reconozcan la objeción de conciencia en ámbito médico y sanitario », añadiendo que «donde no esté reconocida, se puede llegar a la situación de deber desobedecer a la ley, para no añadir injusticia a la injusticia».
Por su parte, «los agentes sanitarios no deben vacilar en pedirla como derecho propio y como contribución específica al bien común».
A su vez, «las instituciones sanitarias deben superar las fuertes presiones económicas que a veces les inducen a aceptar la práctica de la eutanasia».
El documento, que menciona la base religiosa de cada orientación, concluye parafraseando las palabras de Jesús respecto al juicio final: «Cada vez que habéis hecho esto a un hermano vuestro más pequeño, a un hermano vuestro que sufre, a mí me lo hicisteis».