Valérie Bacot sale del infierno

«Todavía no me lo creo. No sé cómo podré vivir. No sé si podré salir del infierno en el que he estado viviendo. Pero mis hijos me ayudarán. Ellos son toda mi esperanza», declaró tras el juicio

Valérie Bacot a la salida del Tribunal del departamento de Saône-et-Loire AFP

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Tras varias décadas de ser víctima de incesto, prostitución forzada, violencias abominables, seguidas del asesinato de su padrastro y un año de prisión provisional, Valérie Bacot (41 años) quedó físicamente libre , aunque moralmente muy frágil, la noche del viernes, cuando el Tribunal del departamento de Saône-et-Loire, al este, la condenó a cuatro años de cárcel, tres de ellos con remisión de pena .

Bacot pegó un tiro en la nunca a su padrastro y padre de sus hijos , Daniel Polette, el 13 de marzo del 2016. Con la ayuda del novio de su hija de 14 años y sus dos hijos de 16 y 17, enterró el cadáver en un lugar solitario; pero la policía descubrió días más tarde.

Detenida y encarcelada, durante un año , antes de quedar en libertad provisional, Valérie Bacot se convirtió muy pronto en una figura emblemática de las violencias más atroces sufridas por un número creciente de mujeres. Pero corría el riesgo de ser condenada a cadena perpetua , por cometer un asesinato con premeditación. Una petición firmada por más de 400.000 personas reclamaba al presidente Emmanuel Macron la posible absolución o sobreseimiento del caso, que comenzó a jugarse hace seis días.

Interrogados por la fiscalía y la defensa, por el Tribunal pasaron los familiares del muerto, Daniel Polette, la madre y los hijos de Valérie Bacot, y varios vecinos y conocidos. Frágil, menuda, derrumbándose varias veces, durante cada jornada del proceso , Valérie Bacot se creía condenada a perpetuidad.

El proceso fue percibido por toda Francia, a través de las cadenas de radio y TV de información permanente, como un viaje al final de la noche más pavorosa y atroz , un paseo alucinado por un «museo» de horrores y atrocidades sin cuento.

«La nuestra fue la casa del diablo»

Los testimonios de la familia de Daniel Polette tuvieron una importancia quizá significativa. Sus hermanos recordaron la casa familiar donde se educaron en términos de «película» de terror : «La nuestra fue la casa del diablo. El diablo estaba entre nosotros. Era nuestro hermano» ( .. ) «Nuestro hermano maltrataba a nuestro padre, como un enférmo criminal, un perverso. Cuando su violencia terminaba en sangre nos obligaba a limpiarla». Su hermana, insistió: «Destruyó mi vida. Me violó cuando yo tenía 11 años. Y amenazaba con matarme si lo contaba».

Sobre las violencias de Polette contra Valérie Bacot, el proceso reconstruyó por lo menudo una historia trágica. Concubino de su madre, padrastro de la hija, comenzó a violarla desde muy niña , en casa de la madre, hasta que decidió prostituirla (a 30 o 50 euros los «servicios») en una «caravana», dejándola embarazada en tres ocasiones.

Polette no solo apaleaba a su hijastra: imponía un «comercio sexual» sado masoquista , «negociando» con sus «clientes» unos «servicios» rayanos en la perversidad criminal. Durante muchos años, Bacot vivió sometida a una tiranía carcelaria . Hasta que su hija, menor, le confesó que su padre comenzó a «interrogarla» sobre su sexo… Víctima de un padrastro incestuoso, Bacot comenzó a pensar que Polette volvería a repetir el incesto prostibulario con su propia hija. Y tomo la decisión. Intentar matar al padre de sus hijos, con barbitúricos. El proyecto fracaso. Pero Bacot consiguió una pistola y terminó pegando cuatro tiros a su siniestro padrastro y padre de sus hijos.

La historia de Bacot conmovió a toda Francia. En el proceso, la defensa pedía la absolución pura y simple. La fiscalía dio imprevistas muestras de clemencia : pedía cinco años de cárcel con uno de remisión de pena. La sentencia fue ligeramente más clemente: cuatro años de cárcel, tres con remisión de pena.

Cumplido un año de prisión preventiva. Valérie Bacot pudo quedar en libertad, inmediatamente la noche del viernes , en la misma sala del tribunal que la juzgó. Sus hijos se precipitaron hacia ella, rompiendo en lágrimas de alegría. El público que pudo asistir a la escena rompió en aplausos. Estas fueron las primeras palabras de Bacot, finalmente libre: «Todavía no me lo creo. No sé cómo podré vivir. No sé si podré salir del infierno en el que he estado viviendo. Pero mis hijos me ayudarán. Ellos son toda mi esperanza».

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