La Universidad se frivoliza
El nuevo máster para ser «influencer» de la Autónoma abre el debate sobre el recorrido de algunos cursos
Ni ingeniero, ni abogado, ni futbolista. Hay quien aspira a ser «influencer» , a convertirse en prescriptores de marca, un suculento negocio que puede dejar 16.000 euros por un solo post. La Universidad Autónoma de Madrid (UAM) ofrece para todos ellos -a partir de los 18 años e incluso sin selectividad- el curso de formación con el que se pretende convertir a los «influencers» amateurs en profesionales. El objetivo es ayudarles a ser «fiables y sostenibles en el tiempo en moda y belleza , uno de los sectores de mayor demanda de marketing de influencers», explican sus directores, Manuel de Juan Espinosa, catedrático de la UAM y Manel Torrents Condeminas, consejero delegado de la Ibiza Fashion Week.
«Para ser influencer solo hay ofertas de alguna academia que no es reglada; nosotros queríamos algo serio y con rigor, la Autónoma no saca un curso así como así», defiende De Juan Espinosa. Antes de poner en marcha este curso se estudiaron investigaciones donde se demostraba que las marcas son conscientes del retorno que les dan los «influencers », «de más de seis euros por cada euro invertido». El problema es que deben tratar con gente muy joven y con falta de información, asegura De Juan.
El número de seguidores dicta el número de ceros en la cuenta . Los que están en la base de la pirámide del glamour «instagrammero» -los que tienen menos de 25.000 seguidores-, pueden ganar entre 800 y 1.000 euros por una foto; las cifras escalan hasta los 3.000 y 5.000 si se rompe el maleficio de los 25.000 fans.
La formación ayuda «pero no hay truco»
En este nuevo mundo, «una formación siempre puede ayudar, por supuesto, pero si les preguntas a influencers del mundo de la moda como María Pombo, con 838.000 seguidores cómo hizo para conseguirlo dice que no lo sabe, no hay un truco », explica Cayetana Vela, una de las dueñas de Luxury Comm, empresa de comunicación digital para marcas de lujo con una base de datos con más de 500 influencers.
Pero, ¿qué tiene que decir el mundo académico? «Al curso le veo un punto de frivolidad en el nombre, quizá han corrido demasiado, al final la universidad debe generar conocimiento y la formación que se ofrece debe de venir con un aval teórico, académico y científico detrás», señala Miguel Ángel Pérez Nieto, decano de la Facultad de Educación y Salud de la Universidad Camilo José Cela. Sin embargo, ve positivo que la universidad intente dar respuestas y acercarse a las nuevas realidades, «hay muchas iniciativas que nacen con críticas y luego tienen un recorrido enorme».
Una realidad social y económica
En la misma línea, opina Antonio Obregón, vicerrector de ordenación académica de la Universidad Pontificia Comillas: «Detrás de los “influencers” hay una realidad social, económica, comunicativa, psicológica que parece razonable que sea objeto de estudio, pero que se plantee la posibilidad de convertirte en un “influencer” es discutible. Si la formación, que es la misión de la universidad, no está suficientemente asentada a lo mejor no merece rango universitario».
El problema es que no se sabe si el fenómeno perdurará o se recordará como el boom de una época de las fotos con filtro. «La universidade tiene una responsabilidad. No se deben vender productos al hilo de modas, garantizando un futuro que puede no existir», señala Obregón. A su juicio, la universidad no debería entrar en esos temas. En la misma línea opina Esteban Mucientes, profesor de máster de marketing digital en la Universidad Complutense: «Es como los cursos de DJ, todo el mundo quiere serlo, al igual que fotógrafo o diseñador...La oferta se magnifica», critica E
No opina así la Autónoma:«Esta actividad ha llegado para quedarse, la Autónoma no va a sacar un curso para un momentito», defiende De Juan Espinosa.
Sin Selectividad
Otro punto que incomoda al ámbito académico es que el único requisito para acceder al curso es ser mayor de edad y tener cuenta de Instagram y smartphone. No se pide ninguna formación previa ni selectividad: «Esto lo aparta de una formación universitaria», apunta Pérez Nieto. En este sentido, el director del curso recuerda que esta actividad empieza desde edades tempranas, como sucedió con los expertos en ciberseguridad. «Algunos tenían 15 años, ¿qué hacemos? ¿esperamos a que cumplan 20?».
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