Turquía restaura el «hogar» de Papá Noel
Sin nieve, sin trineos y sin elfos. Por mucho que le pese a la poderosa maquinaria comercial en la que se ha convertido el mito, el Santa Claus histórico, San Nicolás, vivió y murió en la actual Demre, una pequeña localidad situada en el sureste de lo que hoy es Turquía
En la calidez de la mediterránea provincia turca de Antalya, a miles de kilómetros del Polo Norte , yace el hogar del verdadero Papá Noel. Sin nieve, sin trineos y sin elfos. Por mucho que le pese a la poderosa maquinaria comercial en la que se ha convertido el mito, el Santa Claus histórico , San Nicolás , vivió y murió en la actual Demre, una pequeña localidad situada en el sureste de lo que hoy es Turquía. Y en época de vacas flacas para el turismo, las autoridades locales quieren restaurar su centro histórico para obrar el milagro de la multiplicación de los visitantes y los ingresos.
Las obras las organizará el Centro para el Proyecto de la Renovación de Demre y supondrá la remodelación de todos los alrededores de la iglesia de San Nicolás, construida en el siglo VI. El proyecto es parte de la renovación de un área de 11.000 metros cuadrados. Las autoridades han anunciado que se aumentarán los espacios verdes y se adaptará para el acceso de personas con movilidad reducida. El objetivo es que las obras estén terminadas para el próximo verano.
La importancia histórica del lugar, en cambio, no le libra de polémicas, especialmente por las celebraciones de la eucaristía cada 6 de diciembre, a las que diversas organizaciones turcas se oponen. Y es que la iglesia es oficialmente un museo, y así lo describe su nombre oficial: Noel Baba Müzesi ( Museo de Papá Noel) , que sustituyó en 2009 al de Aya Nicola Kilisesi (Iglesia de San Nicolás).
Impulso turístico
El Consistorio local cree que la renovación supondrá un impulso para el sector turístico de la región. La importancia del culto a San Nicolás entre los ortodoxos consigue que el flujo de ciudadanos griegos y, sobre todo, rusos no desaparezca. No obstante, los comerciantes locales están preocupados por el desplome de las visitas extranjeras debido a las turbulencias que atraviesa Turquía, como explicaban recientemente a un reportero del New York Times.
Algunos consideran que el Gobierno no aprovecha adecuadamente lo que podría ser un potente reclamo turístico que alcanza todos los rincones del mundo. En Turquía las Navidades no son días festivos y el islamista AKP ( Partido de la Justicia y el Desarrollo), que lleva 15 años en el poder, se ha decantado durante los últimos años por impulsar la religión musulmana en los espacios públicos a pesar de la laicidad del país .
Los grupos más ultranacionalistas tampoco ven con buenos ojos a Papá Noel . «Hay que recordarle a la gente que lo que tendríamos que estar celebrando son nuestras propias fiestas nacionales ». Esta fue la explicación que dio un grupo de jóvenes del oeste de Turquía después de, ante la atónita mirada de los transeúntes, vestirse con trajes regionales y, a punta de pistola, ‘secuestrar’ a otro ultranacionalista disfrazado de Santa Claus.
Barba roja
A pesar de todo, comercios de ciudades como Estambul decoran sus escaparates con motivos navideños durante las fiestas. Y en Demre se pueden encontrar imágenes y grandes muñecos del entrañable anciano de barba roja y ropajes rojos que poco o nada comparte con su origen histórico.
En el siglo IV, todavía con el Imperio Romano como amo y señor del Mediterráneo, el obispo de la ciudad de Myra se ganó el fervor de sus feligreses por su legendaria costumbre de donar regalos a los más necesitados, sin tomar crédito por ello, según cuenta la leyenda.
No obstante, la devoción por quien se convirtió en San Nicolás se disparó tras su muerte y en la Edad Media su culto se extendió por toda Europa. Tanto es así que un grupo de cristianos se llevó sus restos a la ciudad italiana de Bari , preocupados por las continuas derrotas del Imperio Bizantino.
El mito cuajó con intensidad entre las sociedades del norte de Europa, donde cada 6 de diciembre San Nicolás sigue dejando regalos en los hogares. Los colonos holandeses se llevaron consigo el culto cuando tomaron las tierras de los actuales Estados Unidos. Siglos después, Coca-cola le puso el traje rojo y el bombardeo norteamericano de publicidad hizo el resto.
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