«¡Tenemos otro!, ¡tenemos otro!»: así se consiguió el extraordinario récord de donaciones en la ONT
El viernes pasado la ONT vivió una jornada frenética que culminó con un récord de actividad
«¡Tenemos otro donante!», «¡otro!», «otro más!». Cristina Vidal y Rocío Vega, dos enfermeras de coordinación de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) repitieron el viernes pasado estas mismas frases hasta en 19 ocasiones. Les tocaba la guardia de una jornada épica que iba a marcar un récord en una institución acostumbrada a pulverizarlos. En apenas 24 horas recibieron 19 donaciones que se transformaron en 38 trasplantes de órganos : 23 renales, 10 de hígado, dos dobles de pulmón, dos corazones (uno de ellos infantil) y otro combinado de páncreas y riñón. Bastó un solo día para cambiar la vida de 38 personas.
Es la primera vez que España registra la gestión de tantos donantes fallecidos en un solo día. Ninguna voluntad de donación se ignoró ni se perdió ningún órgano, gracias a esa maquinaria perfectamente engrasada que es la ONT. No fue cuestión de suerte ni pura casualidad. «Gestionamos una media de 6-7 donantes al día; nunca habíamos tenido un pico tan elevado de donación ni podíamos preverlo. El que se haya traducido en un éxito supone un enorme esfuerzo organizativo de todos nuestros profesionales», explica Beatriz Domínguez Gil, directora de la ONT.
Una guardia especial
Aquel día ninguna voluntad de donación se ignoró ni se perdió ningún órgano, gracias a esa maquinaria perfectamente engrasada . Casi medio millar de profesionales estuvieron bajo su batuta aquel día, entre profesionales sanitarios, servicios de emergencias, pilotos o miembros del Ejército del Aire que participaron en el traslado de los órganos. Todos estuvieron a las órdenes de este organismo con ramificaciones en toda España y de las dos enfermeras a las que les tocó esa guardia tan especial.
Allí estaban Cristina y Rocío en el puesto de coordinación de la ONT, con sus auriculares y micrófono en forma de diadema acoplado a sus cabezas. Habían empezado su guardia semanal habitual. Entraron a las ocho de la mañana y se preparaban para prolongar la jornada hasta las ocho del día siguiente. Iba a ser una guardia normal. «Lo que más recuerdo de aquel día es que el teléfono no paraba de sonar. Había llamadas y más llamadas.... Hubo estrés, inconvenientes, problemas.., pero la experiencia te ayuda a resolverlos, a dar prioridad a lo más importante. Nuestra preocupación y nuestra única angustia siempre es que se pueda perder algún órgano. Todo se resolvió y, realmente, no fue nuestro peor día de guardia», cuenta a ABC Cristina.
Las dos enfermeras coordinadoras trabajaron casi como si fueran controladores aéreos. Debían buscar destino para los órganos sanos, comprobar compatibilidades y urgencias de los receptores, preparar aviones para trasladar a los equipos de trasplante, coordinar a los hospitales receptores, pedir permisos de despegue y aterrizaje... La tarea es infinita y se resuelve con la pericia de equipos bien entrenados en toda la geografía.
El momento de más tensión en el puesto de mano de la ONT se vivió con el último operativo. Durante esas 24 horas de tensión se habían movilizado siete aviones y faltaba uno más para trasladar uno de los órganos más especiales de aquella noche: el corazón de un niño. Debía volar desde Francia, uno de los países vecinos que colaboran con España en trasplante infantil. Afortunadamente, la mortalidad infantil es baja y son órganos tan escasos que cuando existe un donante en un país próximo y no hay receptor compatible se ofrece a terceros países . Aquella noche Francia tenía uno de esos tesoros y España un niño en «urgencia cero» para trasplante cardiaco. En la jerga médica esa urgencia significa riesgo vital, es decir que si el trasplante se retrasa el paciente muere. Esta vez llegó a tiempo.. El corazón viajó desde el aeropuerto de Dijon y un niño español volvió a nacer.