El Sínodo de los sueños
Hay quienes consideran que este Sínodo se puede convertir en la puerta trasera para que la Iglesia modifique su moral sexual
Un hombre astuto y sabio, Soren Kierkegaard, escribió que «el peligro para la degeneración del protestantismo es la mundanidad frívola; el del catolicismo, la hipocresía santurrona». Si el filósofo hubiera escuchado la homilía del Papa Francisco en la inauguración del Sínodo de los obispos dedicado a los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, quizá su juicio sería otro. Tenemos un Papa que sueña y que ha pedido a los obispos que sean «capaces de soñar y así contagiar y compartir los sueños y esperanzas que llevamos en nuestros corazones». No sueños como utopías irrealizables, sino como apuestas de futuro y esperanza.
A la opinión pública se le ha olvidado que el Sínodo también está dedicado a la fe y al discernimiento vocacional , y no solo a la sociología de la juventud. Hay quienes están preocupados porque este Sínodo olvide la función «docente» de la Iglesia y la subordine a una mera escucha de deseos y proyectos. Hay quienes consideran que este Sínodo se puede convertir en la puerta trasera para que, bajo el dictado de determinadas sensibilidades, la Iglesia modifique su moral sexual en lo referido a las relaciones prematrimoniales, las prácticas homosexuales y la teoría de género. No conviene precipitarse, ni ponerse nerviosos, ni mostrar una desalentadora desconfianza en la sabiduría de la Iglesia y en el buen hacer de los padres sinodales. Aunque la Iglesia no haya encontrado el lenguaje adecuado para hablar de determinadas materias , como por ejemplo la sexual en el contexto de los efectos de la revolución del mayo del 68, lo que siempre ha atraído a los jóvenes es el testimonio coherente de vidas que se dan sin pedir nada a cambio , que hablan con la gramática de la libertad y la entrega desinteresada. He ahí a los santos y a los fundadores de primera y última hora.
Comienza el Sínodo en el que los jóvenes le van a pedir mucho a la Iglesia y en el que la Iglesia les va a recordar algo clave: que es una compañía de amigos digna de confianza, cercana en todos los momentos y circunstancias de la vida.