El silencio de Francisco en Auschwitz y Birkenau, fortísimo mensaje de respeto a las víctimas y el pueblo judío
El tercer Papa que visita la mayor máquina de muerte de la historia es el primero que puede callar
El peso de la historia a veces requiere unos gestos y a veces permite otros. San Juan Pablo II , que nació muy cerca de aquí, fue el primer Papa en visitar este lugar de muerte, el escenario del mayor pecado contra Dios y el mayor crimen contra la humanidad. En su discurso de aquel día de 1979, Karol Wojtyla recordó que había visitado ya muchas veces el campo, pero “no podía dejar de venir como Papa”. A su vez, Benedicto XVI , afirmaba en 2006 que “ en un lugar como este faltan palabras y, en el fondo, solo se puede permanecer en silencio”.
Pero el segundo Papa que visitaba el enorme complejo de muerte industrial en Auschwitz y Birkenau, provenía de la patria de los asesinos y, por lo tanto, tenía que hablar . Lo hizo de modo claro, afirmando que “estoy aquí como hijo del pueblo alemán, y precisamente por eso debo decir, como Juan Pablo II, que no podía dejar de venir. Tenía que venir. Era y es un deber ante la verdad y ante el derecho de todos los que han sufrido. Un deber ante Dios ”.
Como persona totalmente ajena a las perversidades de la historia europea, el Papa argentino es el primero que puede visitar estos lugares en una actitud de plegaria íntima delante de Dios y homenaje silencioso a más de un millón de víctimas. Y así lo ha hecho. Francisco ha rezado en silencio en todos los lugares de horror, desde el muro de los fusilamientos de Auschwitz hasta la celda de ese campo en que murieron de hambre san Maximiliano Kolbe y muchos otros prisioneros.
Cuando un prisionero escapaba, los nazis mataban a unos cuantos compañeros de su barracón. Tenía un efecto disuasorio. Algunas personas generosas decidían no escapar para no causar la muerte a sus compañeros. Otras, más cobardes, delataban a quien tramase planes de fuga para evitar las represalias. Era un sistema perverso. Los compañeros del prisionero fugado no eran fusilados sino que se les mataba con una tortura, el hambre. Kolbe , que era franciscano, se ofreció para reemplazar a un hombre casado y con familia , que pudo sobrevivir a esa pesadilla.
Francisco besó un poste del arco construido para ahorcar prisioneros con el mismo respeto con que besa la Cruz. Era todo un homenaje a las víctimas y una petición de perdón a Dios, que dejó por escrito, mediante dos frases brevísimas, en el libro de visitantes : “Señor, ten piedad de tu pueblo! Señor, perdona tanta crueldad ! Franciscus 29.7.16”.
Abrazo a supervivientes
El consuelo del Papa en Auschwitz fue abrazar a una docena de supervivientes . Entre ellos Helena Niwinska, de 101 años, una violinistas que llegó al campo en 1943. A pesar de su edad está muy lúcida, y estos días acoge en su casa un peregrino de la Jornada Mundial de la Juventud. Francisco abrazaba a los hombres y a las mujeres, acariciando con ternura a las más ancianas. Ese gesto de contacto humano, que arrancaba lágrimas no solo a varias de las personas interesadas sino a muchas de las que estaban cerca y entendían su alcance, se repitió después en Birkenau con 25 personas que se jugaron la propia vida durante meses y años para salvar judíos y forman parte de la larga lista oficial de “ justos entre las naciones ”.
Birkenau, a donde las víctimas llegaban en trenes de ganado o de carga, era a la vez un campo de exterminio y de trabajos forzados. Entre 1940 y 1942, los nazis mataron en esos lugares a 150.000 polacos, prácticamente toda la élite del país desde los políticos hasta los intelectuales y los profesores universitarios.
A partir de 1942, Birkenau fue expandido hasta poder albergar 100.000 prisioneros y dar muerte a gran número de judíos en un macabro complejo de cuatro cámaras de gas y cuatro hornos crematorios .
Los niños, los ancianos y los enfermos iban inmediatamente a la muerte, mientras que las personas sanas se incorporaban al complejo de cuarenta fábricas de munición, material de guerra y caucho sintético. A medida que el trabajo les iba dejando sin fuerzas, les mataban.
Cuando sobraban brazos, incluso la gente sana iba directamente a las cámaras de gas, como la filósofa judía alemana Edith Stein, santa Teresa Benedicta de la Cruz , según el nombre que tomó en el Carmelo.
Rezo ante las lápidas
En Birkenau, Francisco recorrió en silencio todo el memorial de la tragedia, parándose a rezar ante cada una de las 23 lápidas que, en cada uno de los idiomas de las víctimas, honran la memoria de “ un millón y medio de hombres, mujeres y niños, en su mayoría judíos ”, asesinados en ese lugar.
Igual que en Auschwitz , todos los invitados, entre los que había antiguos prisioneros y supervivientes del Holocausto, le esperaban en silencio. Hubo un aplauso espontáneo a su llegada , pero muy breve. Enseguida volvió el silencio mientras el Papa rezaba ante las lápidas. El monumento está construido sobre las ruinas de los hornos crematorios I y II, mientras que las del III pueden todavía verse a unos cincuenta metros, pues toda la estructura fue dinamitada por los alemanes antes de escapar ante las tropas soviéticas. Un poco más allá había un estanque donde se vertieron, a lo largo de los años, toneladas de cenizas, las de un millón largo de personas…
Francisco siguió rezando mientras un rabino cantaba en el idioma hebreo original el Salmo 130 , un grito desgarrador a Dios conocido en latín como “De profundis”. Después se acercó a saludar a las veinticinco personas, en su mayoría muy ancianas, que salvaron a judíos escondiéndolos en sus casas a riesgo de su propia vida.
Tanto el rabino jefe de Polonia como muchos otros en varios países han aplaudido el silencio de Francisco . La “Shoah” es un mal indescriptible, y en el escenario del mayor crimen de la historia humana, lo más adecuado es un silencio que, paradójicamente, se convierte en un fortísimo mensaje de respeto hacia las víctimas y el pueblo judío.
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