Siberia sigue en llamas
Ya son más de 10 millones de hectáreas afectadas en lo que va de año y el Gobierno ruso teme que puedan continuar hasta febrero
El fuego continúa consumiendo las grandes llanuras siberianas. Durante los primeros días tuvo un gran impacto mediático, pero la llegada de otros gigantescos incendios como el de la selva amazónica han silenciado la situación en el Lejano Oriente. Y no por una mejoría precisamente, pues las autoridades rusas temen no poder acabar con todos las llamas hasta febrero . Si bien es cierto que los incendios en la taiga son un fenómeno habitual y se autorregulan gracias a los cambios del viento y a las precipitaciones, los fuegos de los últimos años son cada vez más frecuentes y resistentes, lo que supone un grave problema para las vastas y frías regiones cercanas al Ártico y, como consecuencia, podría desembocar en un desastre climático.
Debido a la naturalidad de muchos fuegos y a la nula accesibilidad en ciertas zonas para los equipos de emergencias, estos se dejan arder hasta que la propia naturaleza acaba con ellos. Esta pasividad vigilante se convierte en un feroz combate cuando la población es amenazada. Y es lo que sucede actualmente. Las regiones de Krasnoyarsk, Irkutsk, Yakutia y Buriatia declararon el estado de emergencia hace un mes y, aunque ya se han extinguido una gran cantidad de incendios, aún siguen activos más de cien y los daños afectan ya a más de 4 millones de hectáreas .
Numerosas poblaciones han sido evacuadas e incluso se ha tenido que suspender la extracción de petróleo en varias regiones para proteger del humo a los trabajadores. A causa de la severidad de la situación, las autoridades regionales creen que puede tratarse de incendios provocados para ocultar la tala ilegal de árboles , aunque la sequedad y las altas temperaturas también han jugado un papel clave.
Intensificados por el clima
Los incendios forestales en la zona más al norte del globo son algo que lleva ocurriendo miles de años como parte de un ciclo natural. Sin embargo, desde que se empezó a medir su magnitud e intensidad en 2001 la situación se encuentra ante el máximo registrado, según Greenpeace .
Esta ONG no ha sido la única en relacionar el incremento de la temperatura y sequedad con la mayor gravedad de los incendios. «El motivo está a la vista. Son cambios climáticos que ya están en marcha», afirma el jefe del Servicio Meteorológico ruso, Maxim Yakovenko refiriéndose a las llamas incontrolables que devoran desde comienzos de verano los bosques siberianos y
El planeta está aumentando su temperatura vertiginosamente, con cambios en las condiciones climáticas que son nefastos para los ecosistemas, como es el deshielo de los polos. El mes de julio de 2019 ha sido el más caliente en todo el mundo desde que se tienen datos, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM); y el Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copérnico confirmó que la temperatura previa a los incendios en las zonas más afectadas era inusualmente alta.
La temperatura no es el único factor agravante; la sequedad del suelo y los fuertes vientos son condiciones adversas a la hora de extinguir las llamas, por lo que han alcanzado una dimensión y resistencia desproporcionadas.
Aunque el fuego está obligando a desalojar a las poblaciones más cercanas a los focos hay un efecto que muestra una repercusión planetaria: la gigantesca nube de polvo y hollín generada por la combustión de los bosques ha superado ya la extensión equivalente a la Unión Europea , dejando ciudades enteras bajo la sombra de este desastre.
El humo, que ha cercado hasta 600 centros de población en Siberia llega ya a América del Norte, que lidia con el mismo problema a una escala menor en Alaska, otra localización clave del enfriamiento del planeta.
La selva amazónica y la taiga siberiana no son los únicos lugares del mundo que se han convertido en un enorme infierno este verano. Imágenes de la NASA demuestran que en Angola, la República Demogrática del Congo y Zambia se mantienen activos cinco veces más focos que en el Amazonas. Aunque expertos afirman que estos son estacionales y vinculados a métodos tradicionales de cultivo. Aún no se conoce su origen y amenazan al «segundo pulmón» del planeta, un bosque que cubre 3,3 millones de kilómetros cuadrados, lo que lo convierte en un lugar de capital importancia contra el cambio climático.