El servicio de los capellanes castrenses
No es fruto de ningún privilegio, ni de concesiones de determinado régimen político
El arzobispo castrense, monseñor Juan del Río, ha contribuido de forma decisiva, en los últimos años, a acrecentar el prestigio de ese singular cuerpo de sacerdotes dedicados a la atención espiritual y pastoral de la Casa de Su Majestad el Rey , las Fuerzas Armadas y los Cuerpos de Seguridad del Estado. Muestra de ello son sus continuas publicaciones, entre ellas su reciente carta pastoral «El capellán militar y los Derechos Humanos». Un texto que clarifica el origen de este servicio dentro de los parámetros del tempo de la Iglesia en tiempos del Papa Francisco. El capellán militar, además de ministro de la eucaristía y de la reconciliación, es paladín del denominado derecho internacional humanitario.
El Concilio Vaticano II llama a los militares «ministros de la seguridad y de la libertad de los pueblos»(GS 79). En el citado texto de don Juan del Río se argumenta con claridad cómo el servicio espiritual y pastoral, humano al fin y al cabo, que prestan los sacerdotes a los militares no es fruto de ningún privilegio, ni de concesiones de determinado régimen político. Emana de tres realidades básicas: la naturaleza del hecho religioso, la libertad religiosa y las «peculiares formas de vida de la milicia». Hasta tal punto que insiste en que «es una falacia invocar la laicidad del Estado para negar la presencia de lo religioso en las instituciones públicas y estatales, como son nuestros cuarteles o buques de la Armada, ya que éstas pertenecen a todos: creyentes y no creyentes».
Los mismos vientos de incomprensión hacia el hecho religioso, y su dimensión pública, que soplan en algunas formaciones políticas pueden llegar hasta las Fuerzas Armadas. Quienes piden que desaparezcan los sacerdotes de los hospitales, no tardarán mucho en referirse al Ejército. Convendría que leyeran antes la carta pastoral del arzobispo castrense de España, o al menos los discursos que ha dirigido el Papa Francisco a los ordinariatos militares, para darse cuenta de que su servicio, «ministerium pacis inter arma», les convierte en «ministros del hombre y de sus derechos fundamentales» . ¿Se le reconocerá algún día a monseñor Del Río lo que ha hecho?