Sensores eternos en los dientes para una salud controlada de por vida
La investigadora desarrolla unos nodos flexibles y sin ningún tipo de alimentación capaces de medir biomarcadores com la glucosa o el PH
En un futuro no muy lejano será posible medir biomarcadores como la glucosa o la temperatura de una persona sin tener que usar ningún aparato . Almudena Rivadeneyra, investigadora postdoctoral en el departamento de Electrónica y Tecnología de Computadores de la Universidad de Granada, está desarrollando, gracias a una beca de la Fundación BBVA, unos sensores que son capaces de monitorizar estos parámetros e indicadores de salud que permanecerán en la boca incrustados en empastes o prótesis.
Los nodos sensoriales deben cumplir al menos cinco requisitos para que sean funcionales. De ahí su complejidad. Son portátiles, flexibles, finos, biocompatibles y, sobre todo, pasivos, es decir, funcionan sin ningún tipo de alimentación ni batería, lo que les hace ternos . «Si utilizáramos un chip como el que estamos acostumbrados a ver en los móviles, que son muy rígidos para llevarlos en la boca durante un cierto tiempo, no sería cómodo. He aprovechado que llevo tiempo trabajando en electrónica flexible imprimible para desarrollar este tipo de sensores», explica Rivadeneyra, que también es licenciada en Ingeniería de Telecomunicaciones y Ciencias ambientales.
Aunque con esta tecnología se pueden medir otros parámetros como la temperatura o la actividad microbiana de la boca , la investigadora va desarrollarla para monitorizar la glucosa -relacionada con la diabetes-, el PH -indicador de la salud dental- y el lactato -parámetro que señala la intensidad en el deporte- presente en la saliva cuando se practica.
El proyecto tiene dos fases principales: «Primeo tenemos que desarrollar los sensores para que cumplan los requisitos y luego determinar cómo se va a leer la información que transmiten los mismos. En esta última parte voy a desarrollar un módulo para que se lea electromagnéticamente . Como su alcance es limitado, dicho lector va a estar colocado cerca de la boca en la patilla de una gafa, un audífono o incluso un colgante», señalaRivadeneyra.
En el proyecto de investigación que lidera, asegura que no le va a dar tiempo crear la conexión del lector de información con el móvil. «Ese módulo es muy fácil, pero me temo que en con solo 18 meses no voy a llegar tan lejos», lamenta. Aun así, aspira a desarrollarlo más tarde porque permitiría algo tan básico como avisar a la persona o a su médico de niveles preocupantes o fuera de lo normal presentes en su saliva.
Estima que el los sensores se podrán comercializar en unos tres años , después de optimizar los diseños si todo «va bien con el primer prototipo». Su coste todavía lo desconoce : «Estoy trabajando con distintos materiales, pero no suele ser una tecnología cara», afirma. De momento está en fase de experimentación para probar que los materiales responden a los parámetros que quiere medir. Aunque ya se han hecho algunos dispositivos parecidos, «están fabricados con tecnología de silicio, que es con la que están hechas las placas que estamos acostumbradas a ver en la electrónica, que son muy rudimentarios», indica.
La idea de desarrollar otro tipo de sensores más cómodos y fáciles de usar surgió después de que la investigadora comenzara a trabajar con tecnología flexible. Cayó en la cuenta de que «hay gente que introduce los propios sistemas electrónicos dentro del cuerpo. Pero esto, aparte de que requiere mucha más infraestructura, puede suponer recelo en los usuarios. Sin embargo, en la boca estamos acostumbrados a llevar aparatos».
Además de ser premiada con la beca Leonardo 2019 de la Fundación BBVA, que impulsa 60 proyectos en su VI convocatoria, Rivadeneyra también es investigadora de la beca Marie Sklodowska-Curie. Admite que «vivir de las becas es inestable» , pero es consciente de que «es el precio que hay que pagas para hacer lo que te gusta. Pasa en España, en Alemania, en Europa y en Estados Unidos».
Noticias relacionadas