La segunda vida de las escuelas rurales gracias al coronavirus
Los pueblos de la España vaciada no tienen problemas de masificación o falta de espacio. La pandemia ha permitido volver a ver a alumnos en los pupitres muchos años, décadas incluso, después
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Levantó la alfombra y ahí había una escuela rural . Necesitaba algunas reformillas, incluso alguna chapuza, pero le devolvió la vida , gracias a la dedicación y empeño de más de un vecino del pueblo, eso sí. Y esta semana pasada reabrió, por ... fin, las aulas clausuradas. Respiró vida, por segunda vez, treinta años después.
Es la imagen que nos traslada José, un paisano de Aguilar de Alfambra, un diminuto pueblo a poco más de 50 kilómetros de Teruel. Entre sus 63 censados, ni una opinión discordante. Tres décadas después, han visto cómo el colegio del pueblo renacía y, de nuevo en él, a niños en edad escolar. Así que concluyen sin tapujos: es «gracias al Covid». En estos lares, como en todo el mundo, la pandemia también sacude. Telefoneas al Ayuntamiento, y te contesta el médico rural del pueblo, atendiendo justamente al teniente de alcalde, Casimiro Clavero. El edificio municipal es consultorio, salón de actos y lo que se preste; sería escuela si fuese necesario. Pero aquí, la falta de espacio, guardar las distancias de seguridad y las aglomeraciones no son, desde luego, un problema.
La maestra de este pueblo es una joven de 29 años que se llama Marta García. Con mucha vocación por su trabajo pese a su corta edad, recorrerá 120 kilómetros al día para enseñar a alumnos que, por supuesto, no son del mismo curso. Tiene cinco de entre 3 y 10 años. Y confiesa abiertamente que su tarea le compensa y no cambiaría por nada del mundo seguir siendo una maestra rural. Como a Rosa María Amores, que atiende a ABC entre pueblo y pueblo, a 70 kilómetros de Cuenca capital, donde va a recoger a su hijo, que estudia en la ciudad. Ella lo hizo en Palomares del Campo; curiosamente, en el mismo centro educativo que ahora ella dirige. Lo hace con sumo orgullo, pero consciente de las dificultades, también, porque ella compagina la dirección en dos de los cinco centros, en cinco pueblos distintos, que pertenecen al mismo CRA (Centro Rural Agrupado) San José de Calasanz. En dos de ellos, El Hito y Huerta de Obispalía, las escuelas son unitarias, es decir, de una única aula .
«La escuela rural tiene muchas ventajas. Pero ahora, con el Covid-19, muchas más. Siempre hemos impartido una enseñanza de calidad, cuidamos a los alumnos, se mezclan por cursos y eso tiene la ventaja de que el que va rezagado aprende junto a sus propios compañeros; y el avanzado puede avanzar aún más rápido junto a sus compañeros de pupitre más mayores», mantiene. El resultado es que nadie se queda atrás. «Hay que reivindicar la enseñanza en los pueblos. Lo tenemos todo a nuestro alcance, aprenden del entorno donde viven y los pueblos se vuelcan. Los colegios en los pueblos son vida, son el motor de todo, no deberían cerrarse nunca».

Los municipios próximos a la serranía conquense que se han quedado aletargados sin jóvenes languidecen poco a poco. Le estaba ocurriendo a El Hito . Desde hacía ocho años, la escuela había cerrado. La ratio de alumnos por clase en Castilla-La Mancha ha bajado para poder abrir colegios, ya que o no nacen niños suficientes o no los hay residiendo en los pueblos. «Pero la gente no se da cuenta de que echar el cierre a una escuela supone también cerrar las puertas a que vengan más personas. Es decir, cómo te vas a trasladar a trabajar con tu familia a una aldea que no tiene colegio. Prefieres ir donde haya clase y tus hijos crezcan en el aula, socializando con otros niños», lamenta la directora Amores.
Aquí, en el aula de El Hito -socialización la justa- son Salvador, Nayara y tres niños más (de diferentes etapas educativas). Pero se vuelven casi como hermanos. No les falta de nada y la tecnología y la educación online, informática y presencial, funcionan como en cualquier otro lugar del mundo que camine con redes.
La directora del CRA San José de Calasanz es consciente de que hay muchos prejuicios todavía por derribar en torno a la enseñanza rural. Ahora, con la pandemia, ha podido exhibir algunas de sus bondades. En el pueblo, Jonás o Patricia se han mudado desde Madrid con sus pequeños porque «la pandemia, la masificación, la falta de empleo...» han hecho mella en sus filosofías de vida.
La emigración a la España vaciada se cuenta aquí por 35 vecinos nuevos, aunque la regidora municipal, Yolanda Rozalén, deduce que van a ser muchos más por las peticiones formuladas con interés. «Eso es un motor incomparable. De economía y para el colegio», asienten los vecinos de El Hito a las palabras de Rosa, quien recuerda que cuando se trasladó recientemente a la apertura tras casi una década de las instalaciones, los vecinos recibieron a los niños por el pueblo dando un paseo como si fuesen héroes . Es el bienvenido Mister Marshall, pero en formato infantil.
No hay problemas de metros
Castilla-La Mancha, Aragón, pequeñas parroquias de Galicia y Castilla y León asisten estos días a l renacimiento de sus colegios en este curso académico, atípico a todas luces, pero próspero, confían. En el Ministerio de Educación no figura el dato de cuántos pueblos que carecían ya de centros de enseñanza han vuelto a ver alumnos en este 2020-21. Pero las localidades donde así ha sido lucen el «honor» con satisfacción. «No se puede vivir sin ambulatorio o consulta. No se puede vivir sin servicios. Y lo que no se puede permitir es vivir sin escuela», completa Rosa María.
Como Marta en Aguilar de Alfambra, lo de los maestros rurales en zonas apartadas de lugares como Teruel, Soria, Cuenca o Asturias es de premio. En los colegios de Rosa hay jóvenes -por ejemplo la profesora de Educación Física-, que va a tres de los cinco colegios. Unos 160 kilómetros recorre a la semana porque solo está ella para impartir esta asignatura en la zona. Y lo hace contenta, sobre todo por los niños. «Para mí y el equipo es una satisfacción muy grande que no se pierdan ni esas raíces, ni esas enseñanzas que solo te dan los pueblos. Es algo muy especial e invito a quien quiera a ver lo que hacemos, con toda las ganas e ilusión. Y los niños, lejos de tener menos educación que en las ciudades, aprenden muchísimo y muy bien. Son muy despiertos e inteligentes», reivindica la directora de estos pueblos de Cuenca.
En el municipio de Arrabalde (Zamora) , también la escuela (clausurada) ha vuelto a acoger a varios niños en sus aulas. Aquí también piensan que en la era posCovid (o en pleno Covid) triunfarán los sitios pequeños. La gente volverá al campo, como lo ha hecho estas pasadas vacaciones. Arrabalde no tiene más de 200 habitantes y el colegio permanecía cerrado desde el curso 2015-16 . Se ha podido abrir también merced a una decisión institucional: el Gobierno de Castilla y León mantiene unidades educativas con un mínimo de tres alumnos en el medio rural. El pasado 9 de septiembre este municipio zamorano de la comarca de Benavente y Los Valles retomaba sus clases con ocho alumnos de Infantil y Primaria para evitar desplazamientos y contactos innecesarios en su desplazamiento al Colegio Rural Agrupado San Pelayo, a 17 kilómetros, en Morales del Rey, adonde hubieran tenido que ir, según cuenta el alcalde y padre de la alumna más pequeña, Felipe Martín.
Martín conviene que la reapertura del centro escolar ha tenido «mucho que ver» con el nuevo coronavirus. Una familia con dos menores en edad escolar ha regresado hasta Arrabalde desde Medina del Campo (Valladolid), mientras que la médica del consultorio local ha matriculado a sus dos hijos en esta localidad zamorana. «Se les ha dado todo lo que necesitan y más, porque para ocho niños que tenemos hay invertir en medidas sanitarias. Cualquier cosa es poco», precisa Martín a Efe. Y, con todo, se obró el milagro.
En Deza (provincia de Soria), la escuela cerró hace menos años, tres, pero la reapertura ha sido posible esta semana pasada tras fijar su residencia allí la secretaria municipal y varios guardias civiles, lo que ha permitido contar con cinco alumnos en edad escolar y evitarles un desplazamiento diario de una veintena de kilómetros hasta Gómara. El alcalde de Deza, Vicente Aleixandre, resaltó la alegría que supone para el pueblo que vuelvan las clases, aunque lamentaba que sería algo temporal, ya que no hay niños para garantizar el relevo.
Educación, la prioridad
Regidores, vecinos y docentes están de acuerdo en algo: cuesta mucho volver a abrir estos centros, pero la educación es prioritaria. En todos los lugares los, pero más si cabe aquí, donde a priori hay menos oportunidades. Ahora, la oportunidad de estudiar con proximidad y atención ha llegado de la mano de una desgracia mundial. La segunda oleada de la emergencia sanitaria impone cuarentenas en los grupos burbuja si hay un caso positivo de contagio, pero esto no preocupa en exceso. «Es posible que suceda, pero sería raro», dice José. La segunda ola ha dejado, también, una segunda opción. Van a aprovecharlo.
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