Unesco
Los «sastres» de la educación
Sus creaciones no desfilan por las pasarelas de París, Milán, Madrid o Nueva York, pero su trabajo marca la diferencia entre que un país progrese o no y eso que sus nombres no son ni la mitad de conocidos que los de Armani o Pertegaz
Sus enemigos son la falta de oportunidades , la desigualdad y el subdesarrollo. Trabajan en la sombra , en grandes «talleres» camuflados bajo edificios inmensos ocupados por organizaciones internacionales o secciones ministeriales. Son personas normales, al menos en apariencia, pero con su trabajo hilvanan el futuro de la sociedad, que se cose desde la educación .
«Ojalá fuera así», dice Silvia Montoya quitándole un poco de hierro al asunto. Tras su acento argentino, melena rubia y energía contagiosa se esconde un cargo, el de directora del Instituto de Estadística de la Unesco, una posición desde la que esta mujer maneja los datos que determinarán la orientación de los planes educativos mundiales.
Dice que, más que en la cima de la montaña desde la que se toman las decisiones, ella está «al costado» y que su función es conocer las necesidades de los diferentes países para poder amoldar las líneas maestras de la educación a cada caso. «Se está trabajando en planes específicos con cada país partiendo de un diagnóstico para ver en qué punto están ahora mismo y determinar en qué aspectos hay que trabajar y mejorar», relata la directora, quien también destaca que, para conseguir que el desarrollo viaje de la mano de la educación, ésta ha de ser inclusiva y debe estar al alcance de todos.
Equidad fundamentada
Los cambios de gran calado hay que hacerlos con datos solventes y para eso están los números, el arma que emplean los equipos de Montoya para marcar la senda con la que cumplir los objetivos que la Unesco se ha marcado en materia educativa para 2030. «No se trata de que a un grupo le vaya muy bien y porque a ese grupo le vaya muy bien mejore el país, sino que pretendemos integrar a los que vienen de niveles socioeconómicos más bajos , ya que si no les damos una integración efectiva, no va a haber manera de mejorar la situación de todos», defiende Montoya.
Su equivalente español es Vicente Alcañiz , director del Instituto Nacional de Evaluación Educativa, que ensalza que la Unesco coloque la educación «en el centro» de sus preocupaciones y destaca que las líneas generales mundiales en materia educativa pretendan aunar «calidad y equidad». El despacho de Alcañiz está más cerca que el de Montoya y sus decisiones, por próximas, tocarán más de cerca a los estudiantes españoles, puesto que será uno de los encargados de adaptar esos principios generales de inclusión que propone la Unesco al sistema español, donde se avecinan cambios.
Cambio de modelo
«En España se quiere dar a cada alumno lo que necesita y eso implica no dejar a nadie atrás del desarrollo de su habilidades», expresa Alcañiz sobre una de las patas que sustenta la proyección de la Agenda Educativa 2030 en el país. Además, como adelanta, materias y capacidades que hasta ahora no habían sido lo suficientemente cultivadas , van a adquirir un mayor peso específico en el sistema. «Está claro que de aquí a 2030 las habilidades no rutinarias, las que tienen que ver con la capacidad crítica, pensamiento reflexivo y creativo van a tener un papel más cotidiano y común que hasta ahora», subraya el director del Instituto Nacional de Evaluación Educativa.
«De aquí a 2030 las habilidades no rutinarias, las que tienen que ver con la capacidad crítica, pensamiento reflexivo y creativo van a tener un papel más cotidiano y común que hasta ahora»
Vicente Alcañiz
director del Instituto Nacional de Evaluación Educativa
La implantación de estas medidas la iremos viendo con el paso de los años y para conocer los resultados también habrá que tener paciencia, pero ambos tienen claro hasta dónde quieren llegar en 2030, cuando se cumpla el ciclo de los planes que han colaborado a confeccionar, porque evidentemente esto no es cosa de dos. «Me gustaría que por entonces la educación fuera uno de los ejes centrales de la sociedad y también que todo el mundo tuviera un nivel de estudios medio o alto, es decir, que todos tuviéramos un ciclo superior o incluso una carrera», desea Alcañiz. Montoya, por su parte, toma la réplica a nivel más global. «Me muero de ganas por ver que los países, sobre todo los países en desarrollo, fueran consistentes con lo que declaran en temas políticos», suscribe la directora, quien también espera ser testigo de un mayor «respeto por la diversidad».
El plan está lanzado, la educación de las próximas generaciones tiene por delante un ambicioso reto que han suscrito la mayoría de países del mundo con un objetivo claro: progresar. Si bien es cierto que nadie tiene una bola mágica y que el éxito tampoco está asegurado, Alcañiz deja una última frase antes de, como su compañera Montoya, volver a su «escondite» para seguir trabajando en mejorar el futuro de todos desde la escuela . «La educación no puede anticiparse a lo que se va a necesitar, pero sí puede dar las herramientas para que los ciudadanos puedan desenvolverse en entornos cambiantes». Y en eso están ambos, dos «sastres» que encuentran en los datos y las estadísticas las mejores telas para diseñar el «vestido» educativo.
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