Los sanitarios que luchan en primera línea contra el coronavirus: «No le tenemos miedo, pero sí mucho respeto»
El equipo del SUMMA se enfrenta cada día a los casos positivos de toda la Comunidad de Madrid, la que mayor número registra
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Antonio (nombre ficticio) recibió en la base de Torrejón de Ardoz a los dos misioneros infectados con el letal virus del ébola (mucho más peligroso que el coronavirus) que llegaron de Liberia y Sierra Leon a nuestro país en 2014 ; también a la enfermera contagiada, Teresa Romero. Estuvo cuando a España la azotó la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo . Y, fuera de nuestras fronteras, ayudó en el letal terremoto de Haití de 2010, que se cobró la vida de más de 316.000 personas ; en el tifón Yolanda de Filipinas de 2013, que mató a al menos 10.000. También ayudó en Marruecos, Sri Lanka y Sumatra.
Ahora, traslada pacientes con coronavirus desde diferentes hospitales de Madrid al centro clínico especializado, el Carlos III, o los va a buscar a sus casas para llevarlos al centro asignado. Antonio forma parte del equipo (formado por médicos, enfermeros y técnicos) de catástrofes del SUMMA, nacido precisamente en la crisis del ébola, y que están listos para responder ante cualquier evento nuclear, radiológico, biológico y químico (conocido también, entre los militares, como NBQR). «Si explota una central nuclear y genera una nube tóxica, alguien tiene que ayudar; si una fábrica tiene un fallo y hay escape de cloro a la atmósfera, alguien tiene que acercarse a quien lo haya podido inhalar», explica Luis (nombre ficticio), otro miembro del equipo.
Resulta incomprensible, para el ciudadano de a pie que se pone bolsas de plásticos y vacía supermercados por miedo al coronavirus entender las razones que mueven a este equipo de héroes a dedicarse a esta tarea. La respuesta es tan sencilla como conmovedora: «No podemos dejar de atender a nadie que sufre», sentencia Luis. « Me mueve ayudar », añade Antonio, que reconoce «estar en todos los charcos».
« Cada vez que te metes en esto te vas formando más y al final esa formación se hace “real” cuando ayudas a todo el mundo; me mueve ayudar, estoy preparado », añade. A Luis lo llevó a meterse en este peligroso mundo la película «El Estallido», protagonizada por Dustin Hoffman , Rene Russo y Morgan Freeman , en la que los protagonistas luchan contra un virus letal, para el que se ponen un traje para tratar a los infectados. «El hecho de poder ponerte un traje, poder acercarte y tocar al que nadie quiere hacerlo me pareció una manera muy loable de ayudar y estar protegido al mismo tiempo», cuenta Luis recordando el filme. Pese a su dilatada experiencia en el SUMMA y ante eventos tan complicados, ambos reconocen que no les asusta el nuevo virus, pero no hay que perderle la cara. « Tenemos respeto, no miedo, y la verdad es que me preocupa más el día a día, en que estamos en contacto con muchas otras enfermedades como la meningitis o la tuberculosis , para las que no tenemos tanta protección. Siempre se dice que el medio más contaminado de un sanitario es el móvil ...», cuenta Luis, y concluye que, en definitiva, con miedo o sin él, «ante todo, prima la vida de los pacientes». Antonio coincide: « Miedo hay que tener el justo, pero respeto, sí le tengo y mucho . Al final tú también puedes enfermar, por eso debes saber lo que tienes entre manos, asegurar bien los pasos y procurar que no se nos escape nada», relata Antonio.
Cuando habla de pasos, no solo se refiere al traslado y al tratamiento del paciente sino también al momento en que toca quitarse los EPIs y que, en el caso concreto del equipo NBQR, consta de un mono buzo, una capucha que bloquea la cabeza para que no quede nada expuesto, gafas y dobles guantes antisalpicaduras, mascarillas FFP3 y calzas que cierran las botas.
«Como ver a los toros»
Es tan seguro que «es como ver los toros detrás de la barrera», compara Luis. El problema surge al quitárselo: « Es más peligroso desvertise que vestirse ; al principio estás tranquilo, pero en algunos casos tienes que coger al paciente, los tocas con los guantes o te rozas con el traje... Por eso, al quitártelo hay que seguir un protocolo». ¿Qué es lo primero que pasa por su mente al tener frente a frente a un positivo? «Actúo de la manera más profesional posible e intento no cometer errores, miro también a mis compañeros para asegurarme de que lo hacen bien y me animo a mí mismo para no mancharme. En definitiva, se trata de respeto pero también de prudencia».
«Estrés térmico»
A esto se suma el «estrés térmico», que los obliga a hidratarse permanentemente y a descansar de las 12 horas de trabajo diarias. «Con los trajes se puede respirar pero se pasa muchísimo calor». Por si acaso, llevan una ambulancia de apoyo que va detrás de la principal con más trajes de repuesto. Los vehículos se desinfectan tras cada traslado y van completamente protegidos y aislados .
Al paciente también se le protege: «Depende de si tiene dificultad para respirar o no; primero intentamos que se ponga una mascarilla y luego traje y guantes para evitar al máximo cualquier tipo de contacto . Si el paciente puede andar, también le ponemos calzas para evitar que contagie los pasillos de su domicilio; si no pueden andar los trasladamos en camilla», explica Luis.
Estos profesionales cuentan que la gente colabora mucho y «se preocupan mucho por no contagiarnos», relata Luis. « Los pacientes están muy concienciados , no ponen trabas, y si nos pueden ayudar lo hacen; les pedimos siempre que mantengan la calma y se consigue sin problemas, espero que siga así», añade Antonio.
Donde no hay tanta calma es en casa: « Mi mujer me tiene en cuarentena, me dice que estoy loco », bromea Luis. «Mis hijos se asustaron al principio, pero cuando les cuento lo que hago y cómo, lo entienden y no dicen nada, con excepción de alguna broma al pasar el portal: "¿No nos traerás nada, no?"», añade Antonio.
Pese a la dilatada experiencia Luis sí ve una gran excepcionalidad en esta pandemia. «Lo que veo diferente es que es como una epidemia online, estamos aprendiendo mundialmente y se están publicando los datos de contagios y fallecidos en tiempo real , eso no se hace con la gripe», reflexiona Luis. Dado el altísimo crecimiento de casos (3.004 y 84 fallecidos, según los últios datos de Sanidad) todo el equipo del SUMMA ( un total de 1.600 personas, y teniendo en cuenta que el protocolo infectocontagioso es válido y obligatorio para todos ) se está dedicando a frenar la crisis del coronavirus. Por ello, ahora no solo es el equipo NRBQ, por lo que el resto del personal usa el equipo marcado por el Ministerio de Sanidad para tratar a los pacientes: un EPI con gafas y guantes antisalpicaduras, mascarilla FFP2 o quirúrgica, bata y calza para los pies. «Este es el que ha marcado el ministerio para tratar el virus y es el mismo de los hospitales; otra cosa es que el SUMMA tenga otros por haber tratado el ébola y use esos, pero los actuales están avalados por las autoridades sanitarias», explican fuentes del servicio.
Pruebas domiciliarias
El SUMMA también se encargaba hasta precisamente ayer de hacer muestras domiciliarias de coronavirus. Pero dado el enorme crecimiento de positivos (1.388 en la región) la prueba se ha vuelto menos determinante. Según anunció el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Enrique Ruiz Escudero , ya no se van a hacer las pruebas para confirmar el diagnóstico en pacientes con síntomas leves, en los que se aplicará un diagnóstico clínico.
«Por tanto, cuando un paciente tenga pocos síntomas debe quedarse en casa. En el caso de que esté grave, el ciudadano debe contactar con los servicios sanitarios y se le tratará en el hospital», explica la región en un comunicado. «Con el transcurso de los dias cobra mas importancia diferenciar los leves de los graves pasar dar la mejor asistencia sanitaria».
«Estoy enamorado de mi trabajo»
La prueba la hace un enfermero que va acompañado de un técnico aunque ninguno atraviesa la puerta del caso sospechoso. Se le pide a la persona que se siente cerca de la prueba desde donde el enfermero le hace un exudado faríngeo, es decir, se mete un pequeño bastón en la garganta. La muestra se lleva al vehículo y se introduce en una nevera para conservarla y trasladarla posteriormente a los centros de salud de referencia. Juan es uno de los enfermeros que lo hace. « Me han preguntado si quería hacerlo y dije que sí sin dudar, estoy enamorado de mi trabajo », sentencia este sanitario.
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