Coronavirus

Sanitarios en la lucha contra el Covid: «Han perdido su vida por salvar la nuestra»

Médicos, enfermeros y boticarios se juegan la vida cada día desde que estalló esta crisis. Así eran ellos, a través de las palabras de sus familias

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El doctor Antonio Gutiérrez, junto a sus hijas Cedida a ABC

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«Mi padre y todas las víctimas que han luchado en primera línea contra el coronavirus se merecen un gran homenaje , han perdido su vida por salvar la nuestra », dice Ana Gutiérrez. Su padre, Antonio , coordinador médico del centro de Salud de Eras de Renueva (León), falleció el 2 de abril tras 32 horas de guardia, a las que siguieron cuatro jornadas de lucha contra el Covid; hasta que los primeros síntomas hicieron acto de presencia. Hoy Ana no tiene palabras para explicar su dolor, «irreparable», resume. Pero cree que el mundo necesita conocer la historia de estos héroes que trabajan de forma incansable, muchas veces sin medios para protegerse a sí mismos, con el único objetivo de ayudar a los demás.

Más de 27.000 sanitarios se han contagiado de coronavirus, según las cifras del Ministerio de Sanidad. Supone alrededor de un 15% del total en el país, la cifra es la más elevada del mundo . Colegios de médicos, enfermeros y farmacéuticos han elevado la voz por la sobreexposición a la que se ven sometidos, debido sobre todo al poco margen de maniobra que han tenido para dotarles de equipos de protección y por la «improvisación» por parte del Gobierno.Mientras, en el peor de los desenlaces, se eleva el balance de profesionales fallecidos. Desde Isabel , el pasado 27 de marzo, han muerto hasta el momento más de una treintena de sanitarios en la trinchera, protegiendo y ayudando a los demás. Son las historias de Nerio, Juan Antonio, Manuel, Luis, Amparo, Esteban, Pedro, Sara, Vicente, Julián, José Ramón, Carlos, Jesús ... 23 eran médicos, 4 enfermeros, 3 técnicos auxiliares de enfermería y un técnico de ambulancia.

Antonio Gutiérrez, médico

Una larga retahíla de héroes a los que solo gracias a los testimonios de los suyos, se pone nombre. Como Antonio Gutiérrez , de 67 años, médico por vocación, aunque estuvo muy cerca de decantarse por la psiquiatría. Apasionado de su familia y del pueblo en el que se crió, Lugueros (León), «no faltaba conversación en la que no saliera de su boca alguna simpática anécdota», decían desde el vecino Ayuntamiento de Valdelugueros. «Siempre nos enseñó los valores de la humildad y la sencillez, a disfrutar de los pequeños placeres de la vida», cuenta su hija Ana. Para él, eran cosas sencillas: las charlas en el bar con los amigos, ver una película sus hijas.

«Mi padre era un hombre valiente y luchador, así lo demostró poniéndose en primera línea para combatir a un enemigo poco conocido»

Valiente y luchador, como «así demostró, poniéndose en primera línea para combatir a un enemigo poco conocido», relata su hija, pero sin haber tenido acceso a la protección necesaria, el 17 de marzo fue consciente de que podía haberse contagiado. Así se lo dijo a su familia. Había estado demasiado expuesto en las semanas previas.

Aun así, hasta ese momento lo que más le había preocupado había sido contagiar a sus hijas. «El 13 de marzo obligó a mi hermana que viajaba hacia León para celebrar su cumpleaños y el Día del Padre, a regresar a Salamanca, cuando ya estaba en Benavente, con el único fin de protegerla», rememora Ana a ABC.

Tras una semana de reposo y paracetamol, Antonio empeoró. El 24 su familia le llevó al hospital. Estuvo ingresado nueve días. «Nueve días sin apenas información, sin saber qué estaba pasando con mi padre, sin saber quién le trataba», cuenta su hija. Sin poder cogerle de la mano, sin abrazarle, sin besarle y sin llegar a darle el último adiós . Porque cuando la familia llegaba al aparcamiento del centro hospitalario, recibieron la fatal llamada. «No pude despedirme de mi padre».

Ahora la familia lamenta que no se siguieran las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud en enero, pero se aferra a lo que puede. A la gratitud hacia todos los que les han ayudado, llamado, atendido. También a los políticos, cuando les han contactado, como la consejera de Sanidad de Castilla y León, Verónica Casado. Pero sobre todo, se agarran a los recuerdos. Como en la fotografía que encabeza este texto, « con su preciosa sonrisa , rodeado de sus hijas, en uno de los momentos más felices que recordamos junto a mi padre».

Pedro Carrillo, enfermero en Jaén

Pedro y su mujer (dcha), junto a su amigo Manolo y su esposa

Pedro Carrillo , enfermero en el hospital Princesa de España de Jaén, comenzó a usar mascarilla quirúrgica (las que tenían) antes que cualquier otro sanitario de su departamento. «Según contaba una de sus compañeras, entre ellas se decían: “Mira Pedro, qué exagerado”. Él tenía conciencia de que podía contagiarse», explica uno de sus amigos íntimos, Manolo Cazalilla. Especializado en la cura de heridas y dedicado a la recuperación de pacientes de maxilofacial, iba a cumplir 60 años en septiembre, estaba casado y era padre de familia. Pero el lunes 6 de abril murió por Covid. «Por las fechas en las que empezó a tener síntomas, el 13 de marzo, lo tuvo que coger al final de febrero con algún paciente de la consulta», apunta Cazalilla. Sus allegados recuerdan a Pedro como una persona que se volcaba en los demás, amable, entusiasta y muy cercana. «Jamás lo vi enfadado, nunca dejó un paciente sin curar, fue muy generoso en todo» , cuenta el que fue su amigo durante 43 años.

Pedro empezó con fiebre ese viernes 13. Su mujer, Dulce, también sanitaria en el mismo centro, lo puso en conocimiento del hospital. Le dijeron que los llamarían, pero no lo hicieron. Seis días después de los primeros síntomas, ella decidió llevarlo al hospital. Comenzaba a mostrar problemas respiratorios. En el hospital les recomendaron volver a casa: los dos eran enfermeros y en el centro había mucho coronavirus. Pedro siguió empeorando. Dos días después volvieron al hospital, acabando en la UCI. Él se resistía a ser intubado. « Esta es la última bala que tenemos , no vamos a dejar de gastarla», le convenció su mujer. Durante una semana Pedro mejoró, poco a poco, día a día. El domingo 5 de abril le anunciaron que le darían el alta al día siguiente. «Y todo el mundo con la euforia de que ha pasado la fase aguda, loco de contento, era muy querido en el hospital». Pero al día siguiente entró en parada cardiorrespiratoria. «Y ahí termina la vida de Pedro, con un dolor brutal, porque cuando estaba en la UCI todos estábamos en lo peor, pero con la mejoría se nos había abierto un cielo muy grande. Fue un mazazo gigante para todos», cuenta Cazalilla. En sus palabras, pasaron de la alegría a la tristeza profunda en un día.

«Al sistema sanitario nos ha pillado con el culo al aire», reconoce Cazalillas. No había material de protección en ningún sitio, dice, con una mascarilla para todo el turno y sin gel hidroalcohólico. Los equipos empezaron a llegar hace dos semanas. Ya era tarde para Pedro. «Lo peor es la soledad, no ha tenido el duelo que se merecía» , dice su amigo. Sus padres (de 88 y 85 años) no pudieron acudir a la cremación, en la que estuvieron su mujer, sus dos hijas y dos primos hermanos. Pero muchos han sido quienes le han llorado en la distancia. «Tú eras luz, vida, chispa», se despedía en una carta el presidente del Colegio de Enfermería de Jaén, José Francisco Lendínez. «Echaré de menos nuestros encuentros de los sábados haciendo la compra en el mercado de San Francisco… tu sonrisa franca y sincera, tu buen gesto, nuestras conversaciones». También sus alumnos del Grado de Enfermería en la Universidad de Jaén, donde Pedro daba clases por las tardes, quisieron despedirse en un vídeo dándole las gracias por cogerles la mano cuando les temblaba el pulso.

Le quedó pendiente uno de sus mayores deseos: hacer un doctorado sobre el envejecimiento de la piel , su pasión, recuerda su amigo Cazalilla. «Despedirme va a ser complicado, olvidarlo imposible. Va a estar conmigo siempre».

Vicente Sánchez, médico del Samu

Vicente, junto a su mujer y sus dos hijos

Vicente Sánchez, oftalmólogo y médico del SAMU en Valencia de 62 años, quería dar la vuelta al mundo con su mujer cuando se jubilara. Murió el 7 de abril, tras infectarse. Siempre quiso ser médico. « Vivía para ello , es impresionante ver el apoyo y el calor que nos están transmitiendo cientos de personas que habían sido tratadas por él», cuenta uno de sus dos hijos, Vicente.

«Siempre decía que con las medidas de protección que había, nos íbamos a contagiar todos»

Cuando comenzó la epidemia, en el seno de una familia de médicos, se preocupó. «Estábamos todos expuestos y de hecho él siempre decía que con las medidas de protección que había nos íbamos a contagiar todos », dice su hijo. Pero Vicente estaba sano, sin patologías, atendía a una decena de pacientes en el servicio de emergencias. Siempre con proyectos en marcha, sus allegados lo recuerdan como una persona fuerte, luchadora, viajera y siempre con un plan en mente. Era extrovertido, amigo de sus amigos, «humano por todos los costados y con una devoción casi sagrada a su familia», le definía otro médico de Urgencias en «Las Provincias».

Pero no fue inmune al virus. Comenzó con síntomas el 10 de marzo, tras haber trabajado sin tener acceso a las medidas de protección adecuadas y en un momento en el que «parecía que no pasaba nada» , denuncia su hijo. Vicente llamó al teléfono de la Consellería, pero le negaron la prueba por «no cumplir los requisitos», cuenta su familia. «Al seguir con fiebre, en el centro de salud su médico de cabecera le solicitó la prueba y dijeron que vendrían a casa, pero eso nunca ocurrió, nunca llamaron ni vinieron», dice Vicente. Todo era incertidumbre, pero los síntomas estaban: fiebre, dolor de garganta, tos... Empeoró y, tras 14 días en la UCI, aislado, falleció.

« Si el Gobierno hubiera tomado las medidas oportunas en el momento oportuno se hubieran salvado miles de vidas . No sé si mi padre seguiría con nosotros, ya que como médico seguiría expuesto y, ante la escasez de material de protección que sigue habiendo, es algo que nunca sabremos», afirma su hijo.

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