Las salinas de La Palma se tiñen de negro y la ceniza arruina un negocio de medio siglo
Este espacio creció sobre la tierra que ganó al mar el volcán de Teneguía del que se salvó milagrosamente por apenas 200 metros. Ahora agoniza con la nueva erupción
Al sur de La Palma, el volcán de Teneguía hace 50 años le ganó un pedacito de tierra al mar en forma de fajana. Nacidas de una isla baja fruto de erupciones anteriores, el Teneguía rodeó este negocio permitiéndole, con los años, seguir creciendo. Ahora, las Salinas de Fuencaliente o Salinas de La Palma, declaradas Sitio de Interés Científico y uno de los rincones más visitados de la Isla Bonita, organiza su futuro bajo varios centímetros de ceniza .
El abuelo de Andrés y Leticia Hernández, que ahora gestionan este negocio único en La Palma, empezó a construir lo que era un sueño en 1967, aunque hasta 1969 no empezó a funcionar. «Mi abuela ya decía que no tenía futuro, pero mi abuelo testarudo lo sacó adelante», dos años después llegó el volcán de Teneguía, directo y decidido a acabar con dos años de excavaciones. «Las coladas rodearon las salinas, por ambos lados, la lengua de lava quedó a apenas 200 metros », relata Andrés. Esto les permitió seguir creciendo.
En esa ocasión también tuvieron que recuperar el negocio de la lluvia de cenizas y piroclastos, además del corte de carreteras que dejó prácticamente aislado el espacio. Dos años después del volcán y ya en 1973, volvieron a respirar, hasta ahora.
A pesar de estar a kilómetros de Cumbre Vieja, el viento empuja cenizas que ya han echado a perder la producción . Cada año, 600 toneladas de sal salen de este rincón de La Palma, fruto del agua del océano que se apresa entre piedra y barro, dentro de un laberinto que evapora y deja una sal de alta calidad. Parte de la producción pudo rescatarse, buena parte hubo que tirarla. La flor de sal, el producto gourmet en escama no pudo escapar de la ceniza del volcán.
«Ahora solo podemos esperar a que el monstruo deje de escupir lava» porque poco se puede hacer. «Una vez esta pesadilla termine nos quedarán por delante meses de limpieza y rehabilitación» para tratar de paliar las consecuencias de la ceniza y estar operativos en el menor tiempo posible. El mejor de los escenarios es que el volcán «pare ya, aunque no tiene ninguna pinta» , lamenta el gerente de las salinas, Andrés Hernández, para poder empezar con la limpieza y en febrero o marzo estar listos para comenzar con la producción.
Con el stock disponible de 2020 y la producción que pudo salvarse «en el caso de que la erupción termine pronto podríamos salvarnos», asegura Andrés, a sabiendas de que vienen tiempos difíciles . Ahora mismo es imposible seguir produciendo, ya que apenas unos días después de la erupción las salinas de Fuencaliente cultivaban ya sal negra.
Ya no es atractivo para el turismo
En cambio, la mayor de las preocupaciones es la desaparición del turismo, cliente principal de este espacio. «Eso me preocupa hasta más que la producción de sal», y es que las salinas reciben normalmente unas 250 personas diarias y ahora están prácticamente a cero. Es el segundo golpe que reciben este año tras la Covid-19, pero aún así «hemos decidido aguantar el tirón, porque nuestro equipo no se merece entrar otra vez en ERTE» , después de tantos meses en los que sus 18 empleados ha soportado el impacto de la crisis sanitaria. «Estábamos saliendo y las cosas iban saliendo bien, ha sido un varapalo muy grande. Ante esta situación lo peor es la incertidumbre», lamenta. «Todos los eventos programados se han perdido, bodas, concursos, certámenes gastronómicos, catas… y el restaurante que vive del turismo apenas tiene algo de turismo local».
Andrés y Leticia «siguen batallando», porque a pesar de todo se consideran «unos privilegiados». Con el daño que ha provocado el volcán de Cumbre Vieja que «el daño sea solo a una producción es toda una suerte» , aunque esto suponga hablar de 600 toneladas de sal y «haya un gran trabajo de recuperación, no se ha dañado la estructura y lograremos recuperarnos con mucho trabajo».