Rennes prohíbe la calefacción en las terrazas de los bares para luchar contra el cambio climático
El debate está también sobre la mesa en otras ciudades francesas como Burdeos, Angers o Grenoble
Como parte de la «transición ecológica» en la lucha contra el cambio climático , la ciudad francesa de Rennes, en el noroeste del país, se ha convertido desde este 1 de enero en la primera metrópoli gala en prohibir la calefacción en las terrazas de bares y restaurantes . «Con el desafío ecológico ante nosotros, debemos ser ejemplares en el espacio público (...), Rennes será la primera en prohibir la calefacción en terrazas», celebró el vicealcalde Marc Hervé (PS).
En 1991, la ley Evin prohibió fumar en locales y medios de transporte, y en 2006 se completó con un decreto que impuso la prohibición total de fumar en todos los lugares públicos . Fue entonces cuando llegó el «boom» de las terrazas calefactadas. De hecho, el principal importador de calentadores de patio en Francia, Favex, ha duplicado sus ventas en diez años .
Pero, en la era de la «emergencia climática», «¿cómo podemos explicar a nuestros hijos y a nuestros clientes que un aparato de 2.000 vatios calentaba la calle en 2019 en Francia?» se pregunta François De Pena, presidente de la Umih de Ille-et-Vilaine.
Según « France info », en otras ciudades como Angers, Grenoble o Burdeos, el tema también está sobre la mesa y en París, los ecologistas han expresado su deseo de prohibir estas terrazas con calefacción, ya sean de gas o electricidad.
Hace diez años, la firma Carbone 4, especializa en estudios sobre cambio climático, calculó que una terraza equipada con cuatro braseros y calentada ocho horas al día emite tanto CO2 como un viaje en automóvil de 350 km . Según otra asociación, Négawatt, una terraza calentada con electricidad en invierno consume la misma energía que serviría para hacer funcionar los ordenadores, televisión y lavadora de quince hogares durante un año.
En las calles peatonales de la capital bretona, las opiniones son variadas. Lou, subdirectora de la cafetería Le Pignom en Place Saint-Anne, donde late la vida nocturna, teme una caída en la actividad : «La gente ya no se instalará, y de repente habrá demasiado personal para la cantidad de personas que haya en la terraza», teme.