Coronavirus
Remite el rebrote en Pekín, pero sigue el miedo a la segunda ola de contagios
Las pruebas masivas apenas encuentran contagiados del mercado de Xinfadi, cuyos casos nuevos diarios van decayendo
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En China están tan acostumbrados a tapar todo lo malo que incluso cuando hacen algo bueno, como las pruebas masivas tras el rebrote en Pekín, surgen los problemas en cuanto aparece un «laowai» tomando fotos o grabando vídeos con el móvil. Entre coloquial y despectivamente, así se llama en mandarín a los extranjeros, tratados cada vez con más recelo desde que la pandemia ha puesto en la picota internacional al autoritario régimen del Partido Comunista. Vistos como folloneros que no vienen más que a criticar o directamente como espías, solo así se explica que, con una sorprendente torpeza, se intente ocultar a los ojos foráneos algo que otros gobiernos mostrarían con orgullo. Pero esto es China, otro planeta más que otro país, y lo que podía ser una excepcional operación de relaciones públicas se convierte en la habitual caza furtiva que acaba con la clásica imagen del guardia de seguridad tapando la cámara con la mano.
Al margen de tan revelador retrato, la foto del día fue la de las colas interminables para hacerse la prueba del ácido nucleico a lo largo de la céntrica calle Jinbao, a orillas del segundo anillo de circunvalación. Desde por la mañana hasta por la noche, decenas de miles de personas acudieron a la explanada amurallada donde se había levantado un campamento de toldos rojos y azules para tomar las muestras. Sin necesidad de pagar los 250 yuanes (31 euros) que valen estos análisis, hasta allí acudían no solo los vecinos del barrio, sino también los trabajadores de la zona. Guiados por los voluntarios de los comités residenciales, familias con adolescentes y abuelos, oficinistas camareros, cocineros, albañiles y repartidores a domicilio desfilaban en fila india arriba y abajo.
Pertrechados con fantasmagóricos monos blancos de protección, los enfermeros les extraían la saliva de la garganta con un bastoncillo algodonado solo con un par de movimientos de muñeca. Pero, en una ciudad con 20 millones de habitantes como Pekín, hay tanta gente sometiéndose a la prueba del coronavirus que algunos están tardando en recibir los resultados casi la semana que tiene validez el certificado. «Afortunadamente, ha sido en la garganta, y no en la nariz, y apenas lo he notado porque ha sido muy rápido . Es bueno que el Gobierno nos haga esta prueba y, además, gratis», se congratulaba Charles Ru, un empresario del distrito que necesita el certificado para viajar. Junto al código verde de una aplicación en el móvil que registra sus movimientos, dicho documento es obligatorio para salir de Pekín, que ha reducido un 70 por ciento sus vuelos y trenes con otros provincias y restringido la vida social para atajar el rebrote que estalló en el mercado de Xinfadi.
Doblar la capacidad
Además, las autoridades de Pekín se han lanzado a hacer estas pruebas masivas, doblando su capacidad diaria de 90.000 a 230.000. Con nueve contagios nuevos detectados el domingo, trece menos que el día anterior y el sábado, este foco parece remitir. Desde el pico, alcanzado los días 13 y 14 de junio con 36 casos, los casos nuevos de cada jornada han ido cayendo hasta la veintena y ahora bajan de diez. Localizado desde el día 11 en la plaza de abastos de Xinfadi, la mayor de la capital china, este foco suma ya 236 infectados confirmados, todos hospitalizados. De ellos, al menos 15 están graves. Además, y según informó ayer la Comisión Nacional de Salud de China, hay 22 enfermos asintomáticos en observación. Precisamente, uno de ellos es un cocinero que infectó a un friegaplatos de un hotel de la vecina ciudad de Tianjin. Aunque al principio se especulaba con que podía haberse contagiado lavando marisco congelado, la hipótesis que apuntaba al salmón importado está descartada.
Pero ni las pruebas masivas ni los avances con la vacuna china, que ha entrado en su segunda fase de ensayos clínicos con voluntarios, consiguen acabar con el miedo a una segunda oleada de contagios. Aunque la ciudad no ha llegado a pararse y la mayoría de comercios y restaurantes siguen abiertos, la actividad ha decaído mucho porque buena parte de los pequineses prefieren quedarse en casa por seguridad si no tienen obligación de salir a la calle.
La epidemia, que estalló en enero en Wuhan y ha dejado en China 84.500 contagiados y 4.634 fallecidos, está ya controlada. Pero este rebrote de Pekín y los de Corea del Sur demuestran las dificultades de volver a la «normalidad» y auguran al resto del mundo el riesgo de la inminente llegada de una segunda ola.
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