Los ‘refugios climáticos’ ganan terreno en España ante el calor extremo

Diferentes ayuntamientos comienzan a crear salas y recorridos urbanos que mitiguen las altas temperaturas. Las proyecciones del cambio climático llevan a adaptar las ciudades para evitar el aumento de la mortalidad

La antigua sala de Procuras del monasterio de Pedralbes (Barcelona) sirve hoy como 'refugio climático'

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Bibliotecas, centros de exposiciones, patios de colegio y hasta monasterios. Cuando el calor aprieta, todas las opciones son buenas en la búsqueda de un oasis urbano. Pero en muchas ciudades españolas ya no será necesario inventar un pretexto para entrar o pagar entrada, porque cada vez más urbes están habilitando ‘refugios climáticos’ en estos edificios, salas especialmente acondicionadas para refrigerarse y descansar de las altas temperaturas. El objetivo es reducir la mortalidad asociada al calor y adaptarse a los episodios extremos con los que el cambio climático amenaza a España.

En diversas ciudades de Estados Unidos o en París ya existen estas estancias, habilitadas ante situaciones meteorológicas inusuales . En España, Vitoria, Sevilla o Málaga trabajan en la creación de estos espacios, cada una con sus propias directrices, aunque la ciudad más avanzada es Barcelona , quien abrió sus primeros ‘refugios climáticos’ en 2020 y hoy cuenta con 155. Se trata de lugares a 26 grados, con zonas de descanso y agua ubicados a menos de 10 minutos a pie para la mayor parte de los residentes de la ciudad.

«Pensábamos que iba a ser útil para la gente que en su casa no puede mantener unas condiciones de confort térmico », explica Irma Ventayol, directora de Servicios de la Oficina de Cambio Climático y Sostenibilidad del Ayuntamiento de Barcelona, quien apunta a que se abren durante el periodo estival.

Amenaza climática

La iniciativa está pensada para reducir la mortalidad y morbilidad asociada al calor, además de favorecer los niveles de bienestar de las personas. Pero también subyace la amenaza del cambio climático. «Al final, es una estrategia para irse adelantando . En Barcelona hemos hecho proyeciones climáticas y ahora tenemos una ola de calor cada cuatro años, pero en el escenario más optimista del cambio climático, las olas de calor se multiplicarán por ocho, y en el escenario más pesimista, por 16. Nos tenemos que ir preparando. Hemos empezado con tiempo, intentamos adelantarnos a las consecuencias del cambio climático», dice Ventayol.

Hoy el Monasterio de Pedralbes (Barcelona) no solo da cobijo a las monjas clarisas, sino que la antigua sala de Procuras es uno de estos oasis. Allí antes se guardaba la cosecha de los huertos, el grano y otros productos y herramientas del campo. También disponía de una bodega y de establos para el ganado. Ahora, este espacio ubicado en la terraza inferior del monasterio se ha convertido en el cobijo de quien busque huir del calor: es una sala fresca, grande y diáfana que cuenta con ventilación y acceso mediante escaleras o ascensor. Tiene bancos donde descansar y el acceso al agua potable o los lavabos no está muy lejos.

No obstante, según reconocen desde el monasterio, todavía tiene pocos usuarios . Una decena cada año. «La ubicación alejada del monasterio así como sus características hacen que sea un lugar difícil de ser considerado asiduo como refugio climático. Es una iniciativa relativamente reciente, además», dicen desde el centro.

Una encuesta del ayuntamiento de Barcelona realizada el año pasado reflejó que el 18% de los barceloneses habían oído hablar de los refugios climáticos. «No está mal, pero sería deseable que fueran mas», reconoce Ventayol, que puntualiza que entre quienes sí lo conocían, las cifras indican que aproximadamente un 25% los utilizaron .

Caminos confortables

Sin embargo, Barcelona no es la única en apostar por los refugios climáticos. Sevilla , en colaboración con el Adrienne Arsht-Rockefeller Foundation Resilience Center, anunció el año pasado su propia iniciativa para estudiar las olas de calor y crear refugios climáticos. También la ciudad de Vitoria presentó hace un año una iniciativa similar. En su caso, no solo quiere abrir salas climatizadas, sino que adaptará las vías que conduzcan a ellas para que, de camino al refugio, los ciudadanos no sufran los estragos de la canícula. Serán trayectos que no superen el kilómetro de distancia y que, ya sea por haber instalado sombreado o por discurrir cerca de parques o arroyos, ofrezcan cierto confort térmico. En el caso de los refugios, estos serán mayoritariamente espacios con aire acondicionado como bibliotecas, polideportivos, centros de distrito, museos o espacios comerciales, aunque también se incluirán parques y zonas ajardinadas.

«Los llamemos refugios, residencias o centros comerciales, bien», valora Julio Díaz, codirector de la unidad de Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III, que apunta a que « todo lo que sean medidas para limitar la exposición a las temperaturas máximas, funciona» para reducir la mortalidad por calor.

No hace falta superar los 40 ºC para empezar a sufrir los impactos del calor en la salud. En cada ciudad, la temperatura umbral a la que empiezan a dispararse los ingresos y muertes no es la misma. En Madrid son 34 grados, en Sevilla 41 y en Coruña 26, por ejemplo. En cada lugar los ciudadanos están adaptados a diferentes condiciones. «En salud, con un solo día que se supere la temperatura umbral ya es una ola de calor, porque tiene impacto en salud y aumenta la mortalidad», dice.

Personas mayores y niños son los más vulnerables, y la primera ola de calor de cada año, la más complicada, ya que se produce un ‘efecto siega’ que se lleva a las personas más delicadas, la mayoría de las veces por agravamiento de otras patologías (respitatorias, neurológicas, renales…).

Efecto 'isla de calor'

Los estudios apuntan a que en aquellos lugares donde hay más áreas verdes y azules (con agua), el impacto del calor en la salud es menor. El problema radica en que hoy las ciudades son mayoritariamente de asfalto , lo que contribuye al efecto ‘isla de calor’, que hace que las temperaturas sean más elevadas en las urbes que en áreas rurales.

Es lo que sucede también con los patios de colegio tradicionales : pistas de asfalto diáfanas, con porterías o canastas y poca sombra, que cuando el sol aprieta se convierten en auténticos hornos. En parte por este motivo, los patios se han convertido en otro lugar a transformar para las urbes. Cuentan, además, con otro punto a favor: «Las escuelas se distribuyen por toda la ciudad », explica Mònica Ubalde, investigadora posdoctoral del ISGlobal, centro impulsado por Fundación La Caixa, que participa en el proyecto barcelonés para transformar los patios de recreo. Su reparto supone una «oportunidad para adaptar la ciudad, para hacerla resiliente y paliar el efecto de isla urbana de calor».

En Barcelona se han adaptado once escuelas, incorporando pérgolas, permeabilizando el suelo, facilitando que haya tierra en vez de asfalto e incorporando vegetación y agua. La idea es que, durante el verano, se abran al resto de ciudadanos. En Sevilla o Aragón ya se han acogido a otra iniciativa en este sentido: Patios x Clima.

Por ahora, el equipo en el que participa Ubalde está estudiando si, tras los cambios, han mejorado los indicadores : desde las temperaturas hasta la contaminación, algo que no es fácil. «Hay pérgolas que han reducido el calor en un área concreta y lo vemos, y otras no», ejemplifica. Cuando lleguen las conclusiones, será posible saber qué medidas merece la pena exportar a más colegios.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación