Rancia aversión a la Iglesia

Será difícil que los obispos sigan como si nada ante lo que les viene con el futuro gobierno de Pedro Sánchez

EFE

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Será difícil que los obispos sigan como si nada ante lo que les viene con el futuro gobierno de Pedro Sánchez. No hay más que leer los diversos acuerdos entre partidos para deducir que, por mucha voluntad de diálogo que tenga la Iglesia, que la debe tener y la tiene, las relaciones con el poder ejecutivo van a entrar en una etapa de conflicto público y de una más que probable judicialización, con lo que eso supone. O acaso alguien en su sano juicio puede pensar que el hecho de que Pablo Iglesias vaya a ser vicepresidente del Gobierno, responsable de las políticas sociales, no va a tener implicaciones en la libertad de la Iglesia, que implica un juicio público de carácter ético sobre políticas y decisiones con incidencia social. Este gobierno está empastado por la más rancia aversión a lo que la Iglesia ha contribuido al progreso de los españoles a lo largo de su historia.

Es indudable que, por más que pueda sorprender, hay sectores eclesiales que aplauden la formación de este nuevo gobierno . No solo los independentistas sino grupos de poder que mayoritariamente subordinan la doctrina católica a la acción social, con una teología ideologizada que convierte a la Iglesia en una ONG. Ámbitos emergentes por el clima de un pontificado volcado en la doctrina social, del que hacen una lectura sesgada.

En el acuerdo de las izquierdas se habla de una Ley de Conciencia que, entre otros efectos, vaciará los Acuerdos Iglesia-Estado y la Ley de Libertad religiosa. Se propone una acción contra las inmatriculaciones con el supuesto de que la Iglesia está apropiándose de lo que no es suyo. La asignatura de religión dejará, en la práctica, de ser una asignatura. Pero hay un punto que afecta al núcleo duro de la presencia de la Iglesia en la sociedad , la educación de iniciativa católica. Tocar este ámbito con una nueva Ley de educación basada en la idea de la escuela única, pública y laica, infectada ahora de la más nefasta ideología de género, significa activar los resortes de la movilización social católica. Como para pensárselo.

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