«Queremos darles la merienda pero no hay dinero»

Cuando llegaron a Bogotá, las hermandas Carmelitas de la Caridad fundaron un colegio en una zona rica de la ciudad, pero tiempo después cedieron el centro a otra congregación y decidieron abrir otro en la periferia, donde viven los más pobres

Nubia Dueñas, junto a uno de los alumnos que atiende ABC
Laura Daniele

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Cuando llegaron a Bogotá, las hermandas Carmelitas de la Caridad fundaron un colegio en una zona rica de la ciudad, pero tiempo después cedieron el centro a otra congregación y decidieron abrir otro en la periferia, donde viven los más pobres . La zona fue prosperando y entonces esta pequeña comunidad religiosa formada por tres monjas españolas volvió a armar sus maletas y se desplazó -por tercera vez- a uno de los barrios más pobres de la capital para atender a los más pobres entre los pobres.

« Hemos ido bajando de estrato . Hemos ido del estrato 6 al 1 y ahora estamos en un barrio llamado Oasis en el que la gente lucha por sobrevivir», comenta Pilar Férnández, una de las tres religiosas españolas que forman parte de esta comunidad.

Sus tareas suman una lista interminable. Su principal empeño es mantener alejados a los niños y a los jóvenes del narcotráfico y la violencia, ya que muchos de ellos ingresan en prisión apenas cumplen la mayoría de edad. Para ello han creado el Centro de Formación Vedruna , que cuenta con una serie de talleres donde niños y jóvenes aprenden diferentes habilidades y evitan que se queden solos en casa mientras sus padres están trabajando. Los más pequeños reciben además ayuda para hacer los deberes . «Nos encantaría poder darles también la merienda mientras están en la biblioteca pero no nos llega el dinero», se lamenta la hermana Pilar.

En esa biblioteca trabaja Nubia Dueñas desde hace más de una década. Tras una infancia de pobreza y maltrato, esta mujer de 54 años ha conseguido salir adelante gracias al apoyo de las hermanas. «Yo era una persona muy retraída. Vivía como un zombi. Los talleres me ayudaron a ser consciente de mi realidad y cómo afectaba a mi vida. Hoy me siento feliz y tranquila », comenta Nubia.

Su dolorosa experiencia le sirve ahora para sembrar esperanza en muchos niños. «Cuando ayudo a los niños con los deberes distingo el que sufre maltratos como los sufría yo», asegura esta mujer, que agradece al Papa esta jornada mundial de los pobres. «Yo creo en Francisco más que en cualquier otra persona», apunta.

Para la hermana Pilar también se trata de una «iniciativa extraordinaria». « A ver si nos concienciamos a todos los niveles e impulsamos un mayor compromiso por la justicia social porque lo que hacemos nosotras es muy bueno pero no deja de ser un paliativo. Lo importante es trabajar para cambiar las estructuras», señala.

«Queremos darles la merienda pero no hay dinero»

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