Los pueblos más pequeños de España

Apenas quedan 5 censados en Jaramillo Quemado (Burgos) y Villarroya (La Rioja), uno menos que en Illán de Vacas (Toledo), donde sin embargo no reside nadie habitualmente

Illán de Vacas VÍDEO: CAROLINA MÍNGUEZ
Mónica Arrizabalaga

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«...y cruzamos la vía por Illán de Vacas . Pueblo imperturbable, a través de los siglos (...) Illán de Vacas no pasa de sus 100 habitantes. Tiene estación. Ha hecho una escuelita para niños y niñas que rige una maestra (...) Casas pobres, bien enlucidas. Vida rudimentaria, como en un cortijo. Tal supongo que será Illán de Vacas, sitio ideal para un ensayo de colonia agrícola», reseñaba de esta pequeña localidad toledana el escritor y pedagogo Luis Bello en su «Visita de escuelas» que publicaba en «El Sol» en octubre de 1926 .

Pasados noventa años, nada queda de aquella estación de tren que insuflaba vida al pueblo. De la antigua escuela, la casa de la maestra o el ayuntamiento apenas se ven algunos restos de sus cimientos junto a la iglesia que, restaurada, se mantiene digna en su soledad. Ni la Virgen de la Paz, su patrona, reside ya en Illán de Vacas. La figura se guarda en la localidad vecina de Los Cerralbos, a salvo de algún que otro posible «Erik el belga», y solo por su festividad, el 24 de enero, regresa a su pueblo para ser llevada en andas por las dos calles de tierra que quedan.

Pueblos con ayuntamiento propio y con 10 o menos personas censadas, según el INE

Es miércoles. Febrero. Un gato se apresura a recibirnos, en busca de una atención que escasea por estos parajes. Solo seis personas están censadas en Illán de Vacas , según los últimos datos del padrón del Instituto Nacional de Estadística (INE) a 1 de enero , pero ninguno vive allí. Alguno, como el alcalde, Javier Bollaín Renilla, se traslada con frecuencia desde Madrid y pasa muchos fines de semana con su familia. También Julián Renilla, su primo y anterior alcalde, se pasa por allí a menudo. Eso cuentan al menos los que sí van casi cada día, a trabajar el campo o hacer algún arreglo, como Vicente.

«Yo nací aquí, en la calle Cantarranas, y aquí me he jubilado hace dos años», dice mientras señala los restos de una casa frente a la iglesia y recuerda los años de su infancia en los que acudía a la escuela hoy desaparecida. « Hubo un tiempo en el que aquí había unas 600 personas , entre los 160 que vivían fijos y los que venían a trabajar», asegura con melancolía. « Imagina lo que es ver ahora el pueblo así. Una tristeza ». No dice más. No hace falta. En este silencio cada palabra cala.

En Illán de Vacas solo había una persona censada en 2013

Hace años que el tren pasa de largo por Illán de Vacas. La parada se trasladó a Montearagón y poco a poco el pueblo se fue despoblando. La carretera CM4002 que conecta Cebolla con Los Cerralbos separa hoy la derruida estación y el cementerio, de la iglesia y el resto de esta diminuta localidad cuyo nombre se ha vinculado con Illán, el hijo de San Isidro Labrador y de Santa María de la Cabeza, que habría fallecido en tierras toledanas cuando la familia huyó de Madrid por la invasión de las huestes del jefe moro Alit. Así al menos lo señala una mujer con acento alemán que se ha desplazado esta mañana a Illán a resolver unos asuntos. «Este pueblo ya existía en época de Felipe II», asegura.

Actualmente todo cuanto queda es propiedad de cuatro hermanos de la familia Renilla y sus herederos, relata Vicente. Sin embargo, el pueblo mantiene su autonomía como municipio y ese aire a cortijo del que hablaba Bello, con las casas de su calle principal en blanco y sus grandes ventanas enrejadas. Un cortijo, eso sí, bien vigilado por cámaras de seguridad.

Hubo unos años en los que fue el municipio más pequeño de España . Solo contaba con solo una persona censada , su alcalde. Hoy, al haber multiplicado por seis «su población», este título corresponde a Jaramillo Quemado , en Burgos, y Villarroya , en La Rioja, ambos con solo cinco censados .

Villarroya, en La Rioja Pedro Vallés Turmo

En Jaramillo Quemado, viven habitualmente seis, precisa María del Pilar Ortega. « Estamos mi padre, mi hermano y yo, un sacerdote y un matrimonio que vino hace poco», responde al teléfono esta mujer que ha pasado sus 55 años «aquí todo el tiempo en el pueblo».

Su padre, Valentín Ortega, de 92 años, no puede atender a la llamada de ABC al encontrarse resfriado, le excusa su hija. En los micrófonos de la Cope recordaba el pasado diciembre que cuando él tenía 20 años había 75 habitantes, pero se vivía peor que ahora. El pueblo «está muy bonito ahora. Las calles están bien arregladas» , decía con orgullo mientras apuntaba que si bien «somos aquí en el invierno seis casas abiertas», el pueblo se anima los fines de semana.

María del Pilar también recuerda con nostalgia que «de chica había juventud, chicos, gente...». Tras apenas unos minutos de conversación, no quiere hablar más y se despide atropelladamente. Quién sabe si por tristeza, por esa vida callada o porque las tareas se amontonan cuando hay tanto por hacer y tan pocas manos.

Pese a no residir en Jaramillo Quemado, David Sebastián Castrillo lleva veinte años siendo el alcalde de este pueblo de la comarca de Alfoz de Burgos, aunque aún le queda un buen trecho para igualar a Salvador Pérez Abad , alcalde de Villarroya desde 1974 .

A una legislatura de las bodas de oro

« Voy para 44 años de alcalde », dice orgulloso este agricultor jubilado de 70 años, que ignora si ha batido algún récord de permanencia en el cargo. «Solo sé los años que llevo yo», responde con sencillez, aunque no oculta que le gustaría llegar hasta los 50. «Si Dios me da salud, cuando se pase esta legislatura llevaré 46 años y me voy a volver a presentar, porque me haría ilusión llegar a los 50 años de alcalde. Después ya veremos», afirma Salvador.

Y añade: «Yo a mi pueblo no le voy a abandonar mientras pueda , tenga los años que tenga, mientras tenga cabeza».

«Me voy a volver a presentar, porque me haría ilusión llegar a los 50 años de alcalde»

Salvador Pérez Abad

Las elecciones catapultan a Villarroya a los informativos de todos los medios de comunicación por ser el primer pueblo en votar . La primera vez «salió sin pensar», relata el alcalde. «Entre presidente, suplente, los de la mesa y todas esas cosas, estábamos casi todos ahí metidos en el ajo y a las 8 teníamos que estar allí», explica. Ahora, que se desplazan hasta el pueblo las televisiones, llaman por teléfono de la radio… «ahora, claro, lo hacemos adrede. Por lo menos, ya que somos pocos, que hagamos ruido y nos vean », subraya.

«Salva», como le llaman en Villarroya, forma parte del puñado de vecinos que vive «de fijo» en esta localidad riojana, a casi mil metros de altitud. Se extraña al enterarse de que el INE recoge un vecino menos entre los censados. «Éramos nueve, pero tuvimos la desgracia de que un tío mío murió de repente y después la mujer y la hija en un accidente de tráfico, así que quedamos seis », explica. ¿No se sienten solos? «No», asegura, porque « hay gente todos los días , vienen sobre todo jubilados que tienen algún cultivo y el fin de semana, mucha gente». Además, la médico va los miércoles, la cartera cada día, el microbús a Arnedo dos veces a la semana y el cura, todos los domingos. A veces, después de la misa, se juntan en la bodega de alguno, o en el local de la Asociación de Amigos de Villarroya y se toman un vino y juegan la partida, pero si el clima no acompaña, «cada uno está en su casa».

Miembros de la Asociación Amigos de Villarroya Pedro Vallés Turmo

Son pocos, pero bien avenidos . «Nunca he conocido ninguna disputa por tierras ni nada. No se ha visto nunca nada de eso, ni aun cuando ha habido mucha gente», asegura Pérez Abad. A mediados del siglo XX, el municipio llegó a contar con más de 500 vecinos, pero tras el cierre de las minas de carbón muchos de sus habitantes se fueron a trabajar a Logroño, Arnedo o Calahorra.

A punto estuvo «Salva» de marcharse él también a Logroño en su juventud, pero cuando regresó de la mili, decidió junto a varios familiares dedicarse al campo y a la ganadería. «Así fue cómo me fui quedando. El campo siempre me ha gustado mucho y no me pena. He sido feliz, he trabajado mucho. He vivido, nadie ha mandado en mí y aquí estoy. Ahora ya no pienso marcharme », subraya. Ni siquiera por una gripe fuerte, como la que acaba de pasar estos días, ha consentido en irse a casa de su hermana en Logroño. Tenía que atender a sus perros, se excusa.

Con «aeropuerto» y wifi

Independiente, se siente orgulloso de que en Villarroya « somos autónomos para todo ». Entre los vecinos y familiares encementaron las calles, restauraron la iglesia de San Juan Bautista, recuperaron las neveras, el lavadero antiguo, el horno comunal y ahora van a recuperar la prensa de uva, las «bejeras» para las abejas, los corrales antiguos… « Aquí cuidamos lo nuestro, lo tenemos impecable . Y no paramos», dice Salvador.

«Hasta aeropuerto tenemos», añade el alcalde de Villarroya, refiriéndose al espacio habilitado por Medio Ambiente para el aterrizaje de aviones si hay algún incendio forestal por la zona. Incluso hay wifi en la plaza del pueblo. Clara Martínez, secretaria del Ayuntamiento, recuerda las caras de perplejidad de los mayores cuando lo planteó en un pleno. «Es fundamental, sí», respondió ella, pensando en todos aquellos que acuden los fines de semana y en verano. Y se puso, porque los fines de semana el pueblo cambia.

Hijos, sobrinos, jubilados que residen habitualmente en Logroño… son muchos los que vuelven a llenar de vida Villarroya. Ese es el futuro que se vislumbra para este y tantos otros pueblos de España, acabar siendo un destino de fin de semana y vacaciones.

«Lo bonito sería que vivieran al menos 30 o 40 habitantes, porque seis… somos muy pocos», lamenta Pérez Abad, que no imagina Villarroya convertido en un pueblo fantasma. Su sobrina Clara tampoco. «No lo vamos a dejar morir”, dice la secretaria del Ayuntamiento, que también lo es de la Asociación de Amigos de Villarroya formada hace 25 años para dinamizar el municipio. Hoy cuenta con 300 socios y organiza numerosas actividades junto con el Ayuntamiento.

También en Valdemadera cuentan con una asociación que intenta revitalizar este municipio. Según el INE hay 7 habitantes censados , pero de forma habitual solo residen dos matrimonios mayores, Mari Paz con su marido Pedro y su hermana Pascuala con Valentín.

«Ya estamos acostumbrados», asegura Mari Paz, de 87 años, aunque no oculta que el invierno allí «es un aburrimiento» y con cierta nostalgia, pero muy digna añade: «Antes había mucha gente. Se fueron... ¡pues adiós! ».

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