Santiago Martín
Ni privilegios ni agravios
La reciente sentencia de un tribunal europeo que pone en duda la legalidad de una parte de las ayudas fiscales que recibe la Iglesia en España ha servido para que los de siempre se hayan animado a dar rienda suelta a su anticlericalismo. Poco ha tardado Pedro Sánchez en recordar que él va a derogar los Acuerdos Iglesia-Estado si gobierna y lo mismo ha hecho Pablo Iglesias. Me suena a aquello de «aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid».
Lo que la Unión Europea ha dicho es que quizá una pequeña parte de las ventajas tributarias de que disfruta la Iglesia podría ser ilegal. Se trataría de la exención del impuesto municipal sobre obras y se aplicaría sólo a los edificios cuyo funcionamiento implica un negocio en la medida en que se cobra por los servicios prestados, como es el caso de los colegios no concertados. Lo primero que hay que decir es que ya casi nadie se acoge a esas exenciones y lo segundo es que su efecto es mínimo sobre el conjunto de la Iglesia. La sentencia no afecta a las parroquias, ni a las instituciones de caridad y ni siquiera a los colegios concertados. No tiene nada que ver esa exención con otra, ésta sí importantísima, que es la del IBI.
Si la Iglesia tuviera que pagar por los metros cuadrados que ocupan sus instalaciones como pagan los centros comerciales, probablemente tendríamos que cerrar la mayoría de los templos, los asilos y demás obras sociales. Ese impuesto es precisamente el que socialistas y podemitas quieren que la Iglesia pague porque, dicen, es un privilegio inaceptable que no se haga. Se olvidan de que de ese impuesto están también exentas otras instituciones. Por ejemplo, los sindicatos cuando los edificios que ocupan no son de su propiedad, como suele suceder, sino del Patrimonio del Estado.
O todos los locales adscritos a sociedades sin ánimo de lucro (muchas sedes de partidos políticos). Tampoco pagan las bibliotecas, los cuarteles, las mezquitas o sinagogas , la Cruz Roja y las instituciones declaradas de utilidad pública, entre otras. La Iglesia no quiere privilegios, pero tampoco agravios comparativos. Eso los socialistas y los podemitas lo saben. Sólo quieren hacer daño a la Iglesia, su gran enemiga. Pero no engañan a nadie.