César Nombela

Postdoctorado

Nuestro sistema académico y científico debe incorporar a los mejores talentos y atraer a quienes pueden desarrollar tareas científico-académicas innovadoras, de las que rompen moldes y abran perspectivas

El grado universitario de doctor, el de máximo nivel, supone –al menos en teoría- la madurez académica para crear conocimiento a través de la investigación. Hace 80 años en España sólo una universidad podía otorgar el doctorado, en la actualidad lo hacen todas las públicas y las privadas. No obstante, una limitación frecuente en las universidades de países en desarrollo es el número de doctores de que disponen en sus cuadros académicos.

En la formación adecuada de doctores radica el futuro académico y en definitiva el del sistema científico-técnico de cada país. Cifras de los USA en Biomedicina son reveladoras: la proporción de doctores que acceden a un puesto académico semi-permanente se ha reducido del 55% al 18% en 35 años; la edad media a la que los nuevos doctores acceden a desarrollar investigación independiente, se ha incrementado de los 36 a los 43 años, en apenas 30 años. Se reclaman cambios por tanto en la estructura de los programas doctorales y en la organización del sistema científico. Pues bien, en España la situación reclama reformas mucho más drásticas. En el periodo 2011-2015, 58.908 nuevos doctores defendieron sus tesis doctorales en todas las áreas en las universidades públicas españolas.

El conjunto de profesores doctores en nuestras universidades fue de 69.033 durante en dicho quinquenio. En esta situación las perspectivas para un desarrollo de la carrera universitaria son altamente problemáticas. Los doctores recientes pueden y deben desarrollar un periodo de trabajo postdoctoral, en el extranjero preferiblemente, mientras que las instituciones académicas deben estar abiertas a todos. Sin embargo nuestro sistema se define por la falta de movilidad (endogamia del profesorado es cerca de 90%), falta de competitividad, ya que con miles de profesores acreditados se presenta un único candidato y burocratización. Nuestro sistema académico y científico debe incorporar a los mejores talentos y atraer a quienes pueden desarrollar tareas científico-académicas innovadoras, de las que rompen moldes y abran perspectivas. El mundo no se para, la creación de conocimiento es la base de la competitividad.

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