Portugal levanta la obligatoriedad del uso de la mascarilla al aire libre

A partir del lunes ya no se exigirá en la calle, pero el Gobierno recomienda esta protección en el recreo de las escuelas y en los actos al aire libre

Francisco Chacón

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Llega a su fin la obligatoriedad de llevar mascarilla en la calle en Portugal para los casos en que no pueda garantizarse la distancia de seguridad y se abre un periodo en el que se dan la mano la polémica y el desconcierto. A partir del lunes 13 de septiembre, la nueva medida entra en vigor porque los grupos parlamentarios ya han anunciado que no solicitarán una prolongación de la misma.

Cierto que la exigencia no iba acompañada de una aplicación de sanciones, lo que convirtió la obligatoriedad en menos estricta. Pero ahora las autoridades se desmarcan absolutamente de la petición.

La controversia nace alimentada por el propio Gobierno socialista portugués. Así, la directora general de la Salud, Graça Freitas, «recomienda» el uso de la mascarilla si se producen aglomeraciones populares, cuando se celebren grandes citas al aire libre y en el recreo de los escolares. Unas palabras que han desconcertado a muchos portugueses, que piensan: «Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Es necesario llevarlas en espacios externos o no? Dicen una cosa, luego dicen otra. Esto no hay quien lo entienda».

Y es que los lusitanos no terminan de fiarse de la situación epidemiológica, con 1.400 infectados y 10 muertos en las últimas 24 horas. Unas cifras que, no obstante, presentan una clara tendencia a la baja debido a que los índices de vacunación van avanzando: 78% con una dosis y 71% con la pauta completa, de acuerdo con los datos oficiales.

Por eso, Freitas subraya que «es importante la movilización social y ética de los cuidados individuales de cada uno», en la antesala de puntualizar: «Cada uno de nosotros debe continuar siendo portador de una máscara y, en caso de necesidad, ha de colocársela».

Los comentarios en las redes sociales no se han hecho esperar: «O sea, es no pero sí», «Viva la coherencia de esta señora»… esas son las frases apuntadas en este sentido.

Para colmo, la Asociación de Médicos de la Salud Pública (AMSP) no está de acuerdo en poner fin a la obligatoriedad de la mascarilla cuando uno pone un pie en la calle y defiende que siga usándose en los próximos meses. Su argumento está basado en que no solo protege contra el coronavirus sino que también servirá para minimizar el impacto del virus de la gripe, que se extenderá al llegar el otoño.

De esta forma, pasaremos un invierno «mucho más controlado», según dejó claro al realizar unas declaraciones alusivas el portavoz de la AMSP, Gustavo Tato Borges, quien añadió: «Es fundamental que los ciudadanos perciban que el levantamiento de la obligatoriedad es una decisión política».

A su juicio, algunos colectivos especiales deben continuar con la mascarilla, como los enfermos más frágiles, los que sufren una dolencia crónica, los inmunodeprimidos y las personas de avanzada edad. Igualmente, sus familiares «se sentirán más protegidos».

A pesar de todo, Borges reconoció que las circunstancias pueden variar en función del tipo de trabajo (más o menos físico) y de cómo sea el lugar donde se desarrolla, es decir, si es un espacio abierto o un edificio cerrado.

Lo que parece evidente es que estamos ante un contraste total con lo que acontece en el vecino ibérico de España, donde se levantó esta restricción el pasado 26 de junio.

Además, el Gobierno socialista portugués en absoluto se ha saltado los protocolos democráticos, como hizo España cuando se decretó el toque de queda y se extendió el estado de alarma durante varios meses seguidos, lo cual ha motivado la intervención del Tribunal Constitucional para certificar la ilegalidad de semejantes decisiones.

Por cierto, sigue vigente al otro lado de la frontera la reducción del IVA para mascarillas y gel desinfectante, que ha descendido del 23 al 6%, al menos mientras dure la crisis sanitaria.

Esta circunstancia se ha traducido en el ‘turismo farmacéutico’, que gana cada vez más adeptos en las zonas limítrofes entre España y Portugal porque puede significar un ahorro económico para quienes viven o pasan sus vacaciones en Huelva, Badajoz, Cáceres, Salamanca, Zamora, Orense o Pontevedra. La causa es el precio más bajo de los tests de antígenos, las mascarillas y el gel antiséptico nada más cruzar de país.

El coste de las pruebas para detectar positivos no pasa de los 2,10 euros en Portugal, que las vende no solo en las farmacias sino que también las ha autorizado en los supermercados. Algo totalmente distinto a lo que sucede en España, donde el precio de los mismos tests oscila entre los siete y los 10 euros.

En consecuencia, se cuentan por cientos las personas que pasan al otro extremo de la frontera, pues ahora es el contexto de la pandemia el que determina las colas.

En cuanto a las mascarillas, también observan una tendencia a la baja en suelo luso, pues un paquete de 20 se encuentra por 1,70 euros con facilidad y, si son sueltas, las unidades salen a 0,37 euros, en lugar de los 0, 96 céntimos fijados como precio oficial en España.

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