El politizado catolicismo español

El laicismo como nueva religión, que quiere ocupar todo el espacio público, ha creado nuevos cultos y nuevas ortodoxias doctrinales

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En varias ocasiones el Papa Francisco ha alertado del problema de la ideologización de la fe , de confundir la fe con una ideología. El 17 de enero de 2019 dijo en su homilía en Santa Marta que «la Palabra de Dios, la gracia del Espíritu Santo no es ideología: es vida que te hace crecer, siempre, ir adelante y también abrir el corazón a las señales del Espíritu, a los signos de los tiempos». Y añadió más adelante que «los obstinados no dialogan, no saben, porque se defienden siempre con las ideas, son ideólogos. Y cuánto mal hacen las ideologías al pueblo de Dios , ¡cuánto mal! Porque cierran la actividad del Espíritu Santo».

Durante no poco tiempo se ha dicho y se ha repetido hasta la saciedad en determinados medios, también políticos, que la Iglesia en España, y el catolicismo, está politizada. Ideologizada por la derecha, se entendía, por eso del pasado más inmediato. Mantra asumido por determinados sectores eclesiales poco autocríticos en los que las esencias de cierta izquierda se siguen cultivando. Era una forma de decir también que el catolicismo español está divido. Si esto fuera cierto, la política se habría convertido, para los católicos, en una fuerza redentora con un efecto devastador. Una política que responde a un conjunto de ideas que justifican actitudes erróneas conducentes a concepciones reductivas de la persona alentadas por la vía emotiva.

Más que la aparición de los católicos en política, y de la supuesta intromisión de la Iglesia en los asuntos de Estado, hoy debería preocuparnos la instrumentalización de las creencias por los nuevos mesías de la política y la utilización del mensaje social de la Iglesia para legitimar determinadas propuestas de acción. El laicismo como nueva religión, que quiere ocupar todo el espacio público, ha creado nuevos cultos y nuevas ortodoxias doctrinales. Lo que más teme es la libertad de los creyentes. Como ha explicado Joseph Button en su libro AnAnxious Age (2014), «tanto entre progresistas como entre conservadores, se ha instalado el perturbador sentimiento de que la forma en que votamos es la forma en que salvamos el alma».

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