José Francisco Serrano Oceja
Los pobres, sin ideología
Los pobres son, en ocasiones, reducidos a meros estereotipos y sometidos a definiciones genéricas
La erradicación de la pobreza supone uno de los mayores retos de nuestro tiempo. La pobreza nos produce repulsa. Los pobres nunca han estado alejados, ni en la teoría ni en la práctica, de la agenda temática de la Iglesia. El Papa Francisco acaba de publicar el primer mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres, instituida al concluir el Jubileo de la Misericordia , y que se celebrará en toda la Iglesia, en 2017, el 19 de noviembre. Lo pobres son, como acaba de recordar el Papa, «un imperativo que ningún cristiano puede ignorar».
Hoy, día del Corpus Christi, del amor fraterno, tenemos la oportunidad de reflexionar sobre la pobreza, pero, sobre todo, debemos dedicar un momento a contemplar el rostro de los pobres. La preocupación por el problema global, y el dilema moral, que representa la pobreza parece adolecer de una reflexión profunda sobre esa realidad y sus implicaciones también eclesiales. La pobreza y, lo que es más importante, los pobres son, en ocasiones, reducidos a meros estereotipos y sometidos a definiciones genéricas.
Son muchas las teorías sobre las causas y sobre las consecuencias de la pobreza. Las visiones simples provocan soluciones simples. Tener clara la idea de pobreza, y sus distintas y complejas facetas, es el punto de partida básico para poder profundizar en este fenómeno. Los economistas Esther Duflo y Abhijit V. Banerjee propusieron un método experimental para estudiar el comportamiento de los pobres basado en una extensa labor de investigación.
Este enfoque les hizo analizar la pobreza desde una perspectiva alejada de la ideología, centrada en las necesidades de los pobres y sus patrones de comportamiento, apegados a los datos, y con una extensa evaluación sobre los diferentes programas de acción implantados en distintos países. Consideran que no existe una única perspectiva sobre la pobreza, ni una verdad absoluta sobre cómo avanzar en su erradicación. Y critican que la visión que se tiene de las políticas sobre la pobreza suelen estar lastradas por lo que resumen en «las tres íes»: ideología, ignorancia e inercia. El mensaje del Papa es un antídoto contra esta tríada.