Pizzas y hamburguesas vuelven a los colegios de EE.UU. por orden de Trump

El presidente norteamericano da carpetazo a los estándares nutricionales que impulsó Michelle Obama

ABC

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A menos de un año de su reelección, Donald Trump está abriendo nuevos e insospechados frentes para agradar a parte de su electorado: en sus mítines, critica las cisternas de los baños que ahorran agua, ataca las bombillas de bajo consumo que no dan luz suficiente, lamenta las duchas de chorro escaso y los lavavajillas «ecológicos» que no lavan bien los platos. La próxima trinchera de esta tendencia está en los comedores escolares: el presidente de EE.UU. quiere flexibilizar los estándares nutricionales en los programas federales de desayunos y almuerzos para estudiantes. El resultado: más pizza y patatas fritas, menos frutas y vegetales. Un menú que se alinea con los gustos del presidente, que alardea de su pasión por la comida rápida y las bebidas azucaradas.

El subsecretario del Departamento de Agricultura, Brandos Lipps, anunció el pasado viernes una propuesta de nuevas directrices para el Servicio de Comida y Nutrición que administra lo que se ofrece en las clases y comedores escolares de 99.000 colegios del país, con impacto en cerca de 30 millones de niños.

Una de las consecuencias es que los colegios podrán reducir las cantidades de fruta y vegetales que ofrecen a los niños y tendrán más capacidad de colocar opciones como pizza, patatas fritas o hamburguesas. La decisión es un sopapo directo a la anterior administración, la de Barack Obama, y, en concreto, a la ex primera dama, Michelle Obama . La nutrición y el estilo de vida saludable para los niños fueron las prioridades de su labor como primera dama –en el caso de su sucesora, Melania Trump, es el «bullying»– y consiguió endurecer los estándares nutricionales en los colegios de EE.UU. e implementar el programa «Let’s Move» («¡Movámonos!») para incrementar la actividad física de los niños. Bajo su impulso, EE.UU. aprobó en 2010 la Ley de Niños Sanos y Sin Hambre, en la que se exigía la presencia de abundante fruta y verdura en los menús escolares, el incremento de harinas integrales, el ajusto de las porciones de comida, la prohibición de las grasas «trans», la limitación de la leche a opciones desnatadas o semidesnatadas y la reducción del sodio.

El programa fue combatido desde diferentes sectores: algunos distritos escolares criticaron que disparaba los costes y resultaba en más comida que iba a la basura; los «lobby» de la patata y de la carne presionaron; y las voces conservadoras lo retrataban como un ataque más a la libertad desde las elites progresistas. «Los colegios y los distritos escolares siguen diciéndonos que hay demasiada comida desperdiciada y que se necesita más flexibilidad y sentido común para ofrecer a los estudiantes comida nutritiva y apetitosa», justificó el secretario de Agricultura, Sonny Perdue.

Según la Administración Trump, los cambios darán la posibilidad de ajustar los menús para que sigan siendo saludables y consigan más aceptación por parte de los estudiantes. Los nutricionistas, sin embargo, han puesto el grito en el cielo y advierten de que disparará la ingesta de comida basura en los colegios.

Niños obesos

Su impacto, además, será mayor entre los niños más vulnerables. De los 30 millones de alumnos que participan en los programas federales de alimentación escolar, 22 millones son de familias de renta baja, el entorno en el que la obesidad infantil –la sufre el 19% de los niños de EE.UU.– tiene mayor presencia. «Con uno de cada tres de nuestros niños camino de sufrir diabetes, es inadmisible que la Administración Trump favorezca la apuesta de las industrias de la patata y de la comida basura», criticó Sam Kass, que fue cocinero personal de los Obama, y después director de «Let’s Move!».

La decisión es solo el último paso del desmantelamiento de la normativa alimentaria para colegios del anterior Gobierno. Antes, la Administración Trump ya había flexibilizado los plazos para reducir el sodio en los menús, permitió la oferta de leche azucarada y redujo las exigencias de harinas integrales. Para añadir sal y pimienta, la Administración Trump la anunció en una fecha con peso simbólico: el 56 cumpleaños de Michelle Obama.

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