El peculiar origen antihigiénico de la sacarina
El edulcorante sintético fue descubierto por accidente... y por falta de limpieza
La sacarina es una alternativa a la que recurren infinidad de personas en todo el mundo, aquellas que por cuidar la línea o por prescripción médica no quieren o no deben consumir azúcar. Sin embargo, pese a su gran popularidad y a ser uno de los edulcorantes sintéticos más antiguos, poca gente conoce sus auténticos orígenes. Probablemente te sorprenderá saber que fue un 'atentado' contra la higiene en un laboratorio lo que sirvió para descubrir este producto, tal como relata el blog Today I Found Out .
El hombre que descubrió la sacarina fue un químico ruso llamado Constantin Fahlberg , nacido en diciembre de 1850. A finales del siglo XIX, concretamente en 1879, Fahlberg desarrollaba su actividad profesional en Estados Unidos, en la recién inaugurada Universidad John Hopkins (Baltimore, Maryland). El joven científico trabajaba en el laboratorio de Ira Remsen, considerado por muchos co-inventor de la sacarina a pesar de que su nombre no aparecería en la patente.
El día clave del gran hallazgo, Fahlberg había estado buscando posibles derivados del alquitrán de hulla . Como cualquier otra jornada regresó a casa para cenar tras finalizar sus tareas. Cuando dio un mordisco al pan que había sobre la mesa tuvo la impresión de que su sabor era extrañamente dulce. Pidió a su esposa que lo probase, pero ella no percibió nada extraño en su trozo. La bombilla se encendió en ese preciso instante sobre la cabeza del químico: el edulcorante no estaba en el pan, sino en sus manos.
Efectivamente, Constantin Fahlberg descubrió la sacarina porque se sentó a cenar sin lavarse las manos. Demostrando un encomiable espíritu científico no se asustó por haber ingerido una sustancia desconocida y tal vez peligrosa, sino que se apresuró a analizar y descubrir de qué se trataba exactamente . Al entender el enorme potencial del ácido anhidroortosulfaminebenzoico no dudó en registrar la patente en varios países... únicamente a su nombre y excluyendo a su compañero Ira Remsen, que montó en cólera cuando conoció la noticia. «Fahlberg es un sinvergüenza. Me produce náuseas escuchar mi nombre en la misma frase que el suyo», llegó a decir.
Dos años más tarde, Fahlberg comenzó a producir sacarina en una fábrica en Alemania. Si bien su popularidad no terminó de dispararse hasta tiempo después de su muerte, las ventas del edulcorante le reportaron jugosos beneficios. Un descubrimiento accidental que ha llegado hasta nuestros días, unas veces envuelto en polémica, otras elogiado incluso por sus posibles efectos anticancerígenos . Y todo porque una noche, quizá con demasiada hambre para ceñirse al protocolo, un científico decidió dejar de lado sus modales y cenar sin lavarse las manos.