Con parálisis cerebral y sin freno: «Nos abocan al analfabetismo»

Más de la mitad de los 120.000 enfermos con esta discapacidad intelectual no leen ni escriben y se les condena a vivir inactivos. Andrea Molina y Aaron Benito son dos ejemplos de superación diaria

Andrea y Aaron posan en el Edificio Ilunion de Madrid REPORTAJE GRÁFICO: GUILLERMO NAVARRO
Érika Montañés

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Ellos tienen parálisis intelectual, pero el gran freno lo pone el sistema. No es una frase hecha: como Aaron y Andrea, los 120.000 españoles tienen esta discapacidad encuentran barreras en el ámbito profesional y educativo que nos alejan de otros países modélicos en las oportunidades que dan a estas personas, tal y como se encargaron de denunciar en un foro organizado en Madrid miembros de la Confederación Aspace, que representa a miles de familias, profesionales y entidades que trabajan para mejorar la vida de personas con ésta y otras discapacidades afines.

Las cifras hablan a las claras: según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 5,9% de las personas con discapacidad no saben leer ni escribir, pero el índice se eleva hasta el 50,7% de las personas con un 75% o más de grado de discapacidad . Para las personas con parálisis cerebral, esta realidad es aún más grave, denuncia Aspace, ya que el 83% de quienes tienen un 65% o más de discapacidad necesitan apoyos y adaptaciones específicas para superar las distintas fases educativas. Y no se les está dando, apremian, condenádoles al analfabetismo.

La brecha en lo laboral es casi insalvable: el 88% de personas con más de un 75% de discapacidad están inactivas o desempleadas

La brecha en lo laboral se acrecienta: el porcentaje de personas inactivas o desempleadas con más de un 75% de discapacidad es del 88%. Entre la población con discapacidad, la tasa de activos es del 35,2% y, sin discapacidad, del 58,8%. El verdadero déficit que subyace bajo las frías estadísticas lo verbalizaron en el encuentro Blanca Elizalde , de Aspace Navarra, y Antonio Doallo , en Galicia: «Son perfectamente capaces para desarrollar cualquier empleo». Lo que debe hacer la Administración y las compañías es estar dispuestos a remar y brindar los «grandes» apoyos que necesitan y hagan más inclusivos la educación y el empleo para todos ellos.

«Atreverse»

Según Rafael Olleta , de la Junta Directiva de Aspace, «además de facilitar su movilidad, desplazamiento y comunicación, muchos requieren adaptaciones en los ritmos y tiempos que necesitan para desempeñar un empleo». Pero ello no es impedimento para que cumplan con sus obligaciones «con un poco de voluntad», reivindica Elena Sánchez, responsable de Recursos Humanos de Alcampo . «Es cuestión de atreverse», desafía. Esta empresa da ejemplo y es de las pocas que destaca en índices de empleabilidad de personas con discapacidad: del 2% de cuota legal al 5%real.

G. NAVARRO

La sonrisa de Andrea

Andrea Molina viene de la localidad granadina de Cenes de la Vega . Camina apoyada sobre otra persona con su brazo derecho. «Soy zurda y –dice– si alguien me ayuda, ando más cómoda». Irradia seguridad. No abandona su sonrisa cuando comenta a ABC que sale con sus amigas y no ha encontrado ninguna dificultad en suls relaciones con el otro género. Parece que los jóvenes de su edad, la veintena, «limitan» menos y comprenden más. «Me he hecho fuerte a raíz de mi problema. Me preparo el carné de conducir, hago vida normal, quiero estudiar integración social y dedicarme a trabajar con personas que tienen adicciones porque es lo que me encanta», ambiciona. Se emplaza: «Hace tiempo que no monto a caballo. Antes lo hacía mucho»... Tiene suerte: su sonrisa conquistó a Alcampo y tiene trabajo. Da fe su «jefa», Elena Sánchez, responsable de Recursos Humanos de la cadena, que insiste en que las compañías deben «romper miedos» porque empleados como Andrea son el orgullo de la entidad y se distinguen por su trato al cliente, así que el resultado es sinérgico: hacen despuntar a la empresa por su grado de compromiso.

GUILLERMO NAVARRO

El dinamismo de Aaron

Aaron Benito es un muy divertido triatleta gallego . De sus 27 años, lleva siete soñando con obtener una plaza administrativa como ordenanza municipal. Ha superado uno tras otro los exámenes a los que se ha presentado, pero sigue ahí, erre que erre, hasta que encabece la oposición. «Hasta que no salga, no vamos a parar. Te lo juro, es como el triatlón, hay que encabezonarse. Para mí, significaría tener un empleo fijo y no tener que ir al paro, guardar una cola tremenda para fichar más en las oficinas del Inem, y no ver más a las frikis que hay allí que son siempre unas bordes», ríe. Este pontevedrés es otro ejemplo de superación y crecimiento en una familia que no ha visto en su enfermedad un motivo para la parálisis. Él tampoco: el campeón gallego de paratriatlón en 2018 y de España en 5.000 metros se autodefine como «Speedy González» y, de la misma manera que el ratón, se desliza veloz en la entrevista con este diario. «Amí nunca nadie me ha tratado mal por ser como soy, en realidad entre la gente lo que hay es mucha ignorancia. Hay que dar oportunidades a quien la necesite y no tienes que machacar a nadie», se regocija. «Yo nunca lo he visto como un problema, fui a un colegio normal y me desempeñé bien, aunque es cierto que las Matemáticas me costaron siempre», asume.

Aaron ha trabajado en varias etapas en una conservera de la localidad de Poio (Pontevedra). Dicharachero, comenta que descubrió hace unos años que la actividad física le libera, le permite llevar su cabeza en connivencia con su cuerpo . Cartujo del deporte, cuando rompe su frenético ritmo de estudio y ejercicio, encuentra en las series y las artes marciales mixtas la vía de escape ansiada por cualquier joven de su edad.

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