Para despertar la dignidad
La educación reglada tiene dos objetivos. Primero, que el estudiante llegue a ser buen profesional, capaz de desempeñar un oficio con el que ganarse la vida. Y segundo, que llegue a ser un ciudadano consciente de su dignidad

La educación reglada tiene dos objetivos. Primero, que el estudiante llegue a ser buen profesional, capaz de desempeñar un oficio con el que ganarse la vida. Y segundo, que llegue a ser un ciudadano consciente de su dignidad. Profesional y ciudadano, precio y dignidad. Algunas asignaturas están orientadas a preparar al futuro profesional: aquellas que le proporcionan un saber más práctico y rentable. Otras se enderezan a despertar en el estudiante al sentimiento de su propia dignidad y lo que a ésta se le debe: no proporcionan una habilidad práctica sino una mayor conciencia. De entre las asignaturas de esta segunda clase descuella precisamente la filosofía, la disciplina de la máxima conciencia. Digámoslo todo. Muchas veces la asignatura que hoy se imparte en las aulas bajo el nombre de filosofía es una seca sucesión de breves resúmenes de obras y autores del canon literario, sin ningún entronque con los interrogantes que les mantuvieron a éstos en vilo cuando escribieron. No filosofía sino historia de la filosofía ; ni siquiera, etiquetas apresuradas de esa historia. Pero el currículum educativo es también una señal que dirige la comunidad a las generaciones futuras sobre qué tipo de personas queremos que sean. Una educación sin filosofía sugiere que ponemos a la profesión por encima de la ciudadanía, al precio sobre la dignidad. Y no: debemos aspirar a ambas cosas, y caso de conflicto, anteponer la segunda a la primera. Pero para ello no vendría mal que la asignatura se corrigiese y se impartiera auténtica filosofía, es decir, como la propia palabra lo dice, se difundiera en las aulas no tanto conocimiento como amor al conocimiento.
*Javier Gomá es escritor, filósofo y director de la Fundación Juan March
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