El Papa se reúne con 60.000 monaguillos a los que recuerda que la santidad «no es para perezosos»

Francisco visitó este martes la Curia Jesuita, a pocos pasos del Vaticano, con motivo de la fiesta de San Ignacio de Loyola.

El papa Francisco pronuncia un discurso durante la Peregrinación Internacional de Monaguillos en la plaza de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano EFE

ÁNGELES CONDE

Los 60.000 chicos y chicas que se han reunido este martes con el Papa han superado una auténtica prueba de resistencia. Con el mejor de los humores han soportado los 35 grados de temperatura que hacían casi imposible transitar las calles de Roma . Durante las casi tres horas que han esperado estoicamente en la plaza de San Pedro la llegada de Francisco, no han cesado de cantar y de bailar. La apoteosis ha llegado con la aparición del Papa en San Pedro poco antes de las seis de la tarde. El Pontífice ha recorrido durante unos 20 minutos una plaza ya casi dominada por las sombra, saludando y bendiciendo a estos jóvenes de 19 países.

En su mayoría provienen de Alemania, el país donde se inició esta tradición de la peregrinación de los monaguillos allá por los años 60 . La iniciativa partió del Coetus Internationalis Ministrantium, -una asociación que agrupa a responsables diocesanos de pastoral de monaguillos-, durante el Concilio Vaticano II. Querían ofrecer un signo de paz a los países de la entonces aún convulsa Europa de la guerra fría dividida en dos bloques. Para ello, idearon esta peregrinación internacional de monaguillos que fueron recibidos en Roma, por primera vez, en 1962 por el Papa Juan XXIII.

Ha sido una suerte de mini-Jornada Mundial de la Juventud en la que jóvenes de Bélgica, Portugal, Antigua y Barbuda, Alemania o Serbia han tenido la ocasión de formular sus preguntas al Papa Francisco quien, en primer lugar, les felicitó por haber sido «tan valientes como para haber soportado el calor desde medio día». A continuación escuchó sus inquietudes, como por ejemplo, cómo lograr ser constructores de paz en lo cotidiano. El Papa, con sencillez pero profundidad, les recomendó que piensen y amen como Jesús, porque « pensar como Él y amar como Él ama, da paz ». Les pidió que se hicieran una pregunta a sí mismos y reflexionaran sobre ella: “¿Cuando me peleo con mis hermanos me cierro en mí mismo, me hago el ofendido o intento tomar la iniciativa y acercarme al otro?, ¿sé crear la paz con pequeños gestos?”. Enseguida les dio una respuesta consistente en llevar la paz “con una sonrisa y con obras de caridad” y, lo que es más importante, interrogándose por “qué haría Cristo en mi lugar”.

Las preguntas de los monaguillos giraron en torno a hacer el bien y a obrar con caridad, de acuerdo con el lema de este décimo segundo encuentro internacional de monaguillos: « Busca la paz y síguela ». Así, al ser preguntado por cómo llegar hasta los más alejados de Cristo, el Santo Padre les recordó que no hay nadie mejor que un joven para hablar a otro joven sobre la fe pero, al mismo tiempo, les pidió que no lo hagan con palabras: «No hacen falta tantas palabras. Son más importantes los hechos, la cercanía, el servicio y la mirada silenciosa ante el Santísimo Sacramento». Francisco no dudó en animarles a que sean santos, pero quiso ser sincero con ellos y les advirtió de que el camino a la santidad no es empresa fácil ni, mucho menos, para «perezosos». « Hay que esforzarse », resumió el Pontífice quien les aseguró que, para llegar al prójimo es necesario poner en práctica las obras de misericordia. Por eso, les dijo que si no las conocen, las deben de estudiar para así ponerlas en práctica «con el amigo, con el desconocido, con el compatriota o con el extranjero», porque de esta forma podrán «transformar el mundo».

El Papa quiso saber si contaban con fuerzas suficientes para seguir en la plaza y comenzar el momento de oración en común . Los chicos respondieron entre risas y aplausos agitando sus banderas, un lenguaje que el Santo Padre entendió a la perfección. Al concluir el rezo de vísperas Francisco no quiso despedirse sin recomendarles que imiten a los santos, en especial, y por tratarse de 31 de julio, a San Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús. Precisamente el Papa jesuita hizo este martes una escapada a la Curia Jesuita, a pocos pasos de la plaza de San Pedro. Es ya casi una tradición que cada 31 de julio Francisco visite la casa de los jesuitas para celebrar, junto a la comunidad de la Curia, la memoria del santo español.

El Papa se reúne con 60.000 monaguillos a los que recuerda que la santidad «no es para perezosos»

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