El Papa reta a los jóvenes africanos a convertir la guerra en paz y a luchar contra el sida
En un encuentro con 150.000 jóvenes en Kampala, Francisco improvisa su discurso para responder a una enferma de VIH y a un muchacho secuestrado
Cuando el Papa llegó a Uganda , el viernes por la tarde, las radios del país repetían una y otra vez párrafos de su discurso en español a setenta mil jóvenes en Nairobi. Como les hablaba sin papeles, su voz desbordaba humanidad. Los locutores mencionaban los temas que trataba, pero no hacían la traducción. Dejaban que la voz de Francisco actuase como una especie de bálsamo.
El extraordinario efecto de un discurso emotivo y sin papeles volvió a repetirse el sábado por la tarde en Kampala en su encuentro con ciento cincuenta mil jóvenes en el antiguo aeropuerto de Kololo.
La espera del Papa había sido amenizada por melodías y bailes absolutamente contagiosos. De un modo similar a Cuba, Uganda será un país pobre, pero es una superpotencia de la música y danza africanas.
Cuando Francisco llegó, por fin, la explanada del viejo aeropuerto se convirtió en un volcán. El clima era electrizante, y quizá eso creó problemas incluso a los micrófonos y altavoces, que no estuvieron a la altura necesaria.
Pero más o menos se entendía, y el ambiente se fue calmando poco a poco a medida que una muchacha de 24 años, Winnie Nansumba, daba la bienvenida al Papa y contaba que era seropositiva desde los 16, en un país pobre tremendamente afectado por el VIH. Había perdido a sus padres a los siete años, y no podía pagarse las medicinas , pero la organización Mild May Uganda, la cuidó y le salvó la vida.
A medida que recuperaba las fuerzas y los ánimos decidió convertirse en abanderada de la tenacidad en las curas, el respeto al propio cuerpo, y la petición de respeto a los enfermos de HIV. Se hablaba de temas serios, y el encuentro se volvió todavía más emotivo cuando otro joven, Emmanuel Odonkonyero, empezó a contar su estremecedora historia personal.
El 11 de mayo del 2003, a las dos de la madrugada, fue secuestrado, junto con otros cuarenta alumnos del seminario menor de Lacor, en el norte del país, por los milicianos del Ejército de Resistencia del Señor (LRA) del desquiciado Joseph Kony.
A lo largo de semanas y meses de secuestro, todos fueron torturados, y algunos iban siendo asesinados. A veces, cuando le torturaban atándole las manos a la espalda, Emmanuel quería morir. Al mismo tiempo, le daba miedo escaparse, pues los guerrilleros mataban inmediatamente a quienes lo intentaban. Pero a los tres meses justos de secuestro, se armó de valor y consiguió escapar.
Como respuesta, el Papa les dijo que «escuché con mucho dolor en el corazón el testimonio de Winnie y de Emmanuel, pero a medida que escuchaba, me hice una pregunta. Una experiencia negativa, ¿puede servir para algo en la vida? ¡Sí!».
El Santo Padre añadió que «tanto Emmanuele como Winnie han sufrido experiencias negativas. Winnie pensaba que no había futuro para ella. Muchos hemos tenido experiencias negativas, pero siempre está la posibilidad de abrir un horizonte, y abrirlo por la puerta de Jesús».
«Transformar la amargura en esperanza»
Mirando a la muchacha, Francisco afirmó que «Winnie transformó su amargura en esperanza. Esto es la obra de Jesús. Porque Jesús es el Señor, ¡Jesús puede todo! Jesús sufrió al experiencia más negativa de la historia. Fue insultado, rechazado y asesinado… Y, por el poder de Dios, resucitó. Él puede hacer lo mismo en cada uno de nosotros con cada experiencia negativa».
Después, mirando al muchacho, el Papa afirmó que “Emmanuel fue valiente. Se animó. Sabía que si lo descubrían cuando se escapaba, lo mataban. Pero arriesgó, confió en Jesús. Y hoy lo tenemos aquí, ¡graduado en Administración de Empresas!”.
A continuación, inició un diálogo de catequesis al que los jóvenes respondían «¡Síííí!» con entusiasmo a cada pregunta: «¿Están dispuestos a transformar todas las cosas negativas de la vida en positivas? ¿Están dispuestos a transformar el odio en amor? ¿Están dispuestos a transformar la guerra en la paz?».
Tanto ejemplo de aprovechar incluso lo negativo, el Papa añadió: “Parece que el micrófono no funcionaba bien. A veces nosotros tampoco funcionamos bien. ¿Sí o no? Y cuando no funcionamos bien, ¿a quién tenemos que acudir? No oigo… Sí, a Jesús”.
Como último mensaje les insistió en que “Nunca dejen de rezar. La oración es el arma más fuerte que tiene un joven. Jesús nos quiere a todos. Ábranle la puerta del corazón para dejarlo entrar. Y la Iglesia tiene una madre. ¿Cómo se llama? ¡Sí! ¡María! Y, por favor, recen por mí”.
Después de Pablo VI, que canonizó en Kampala hace 50 años a los mártires de Uganda, y de Juan Pablo II, que viajó por toda África, Uganda recibe a su tercer Papa. Los jóvenes no han conocido a sus predecesores, pero adoran a Francisco.